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Se corona Carlos Felipe Arturo Jorge, Carlos III del Reino Unido, y una parte del mundo bosteza y se sigue preguntando la utilidad de la monarquía.

Cuando yo era niña, la reina Isabel II era el poder, la dignidad, la permanencia de las formas culturales e idiosincráticas de un conjunto de naciones. Murió y se fue con ella una era, sin embargo, la nobleza se mantiene a flote entre turbulencias muy siglo XXI, pero con el rancio sabor de los chismes, los engaños y las truculencias presentes en palacio casi desde la Edad Media.

Hoy un rey es solo una representación, un símbolo, un adornito, como una de esas figuras de Lladró que tu madre mantiene en la mesita esquinera del salón, esas que se llenan de polvo y hay que limpiar con un pincel dando brochacitos leves. Es un jefe de Estado que no se involucra ni decide ni toma decisiones importantes y no tiene poderes efectivos.

Vive de la subvención soberana, es decir, es un mantenido por los contribuyentes que pasea, viaja, estrecha manos incansable y sonríe siempre para la foto. También recibe ingresos de sus propiedades, tierras que están allí bajo la corona desde el siglo XIII. Promociona el reino y asegura ingresos gracias al turismo y a todo el merchandising asociado a la realeza.

Un rey europeo en la actualidad es una vieja capa que sirve a sus países para cobijarse en el nacionalismo y en la permanencia de un estatus vetusto que muchos jóvenes y adolescentes ven sin sentido, sin valor real. Los millenials y los de la generación Z son los que más abogan por personajes públicos poderosos que no manden desde la cumbre sino que se paseen en Metro y sean un poco más parecidos a ellos. Menos corona y más comprensión social, menos pasado encumbrado y más sintonía con los problemas del pueblo.

El futuro de las monarquías huele a naftalina. Las reminiscencias de los cuentos de hadas, los castillos y la fantasía ya no están en el imaginario popular sino en el excelente despliegue de marketing de la corporación Disney. 

Cada vez más leemos sobre gente que apuesta por su libertad financiera, busca la reafirmación de su poder personal y ve a la sociedad como un conjunto de voces divergentes que se agrupan por momentos en búsquedas de bien común, y allí un rey es nadie importante.

La coronación del rey del Reino Unido fue televisada y vimos el despliegue de esa institución medieval que debería quedarse en los libros digitales de Historia, y la figura del rey ser solo un avatar para juegos de video de décima generación.

Esperemos leer los artículos sobre la ceremonia escritos gracias al ChatGPT. Larga vida a la IA.

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Escritora y cronista.

Columnista en The Wynwood Times:
Vicisitudes de una madre millennial / Manifiesto de una Gen X