Cuando todo lo ves al revés. Quizás eres miembro y todavía no lo sabes.
Pertenezco a la deleznable clase de individuos que no colabora en su vecindario. Una estirpe a la que muchos ven con desdén; sencillamente, me niego a pagar por debajo de la mesa por la mejora o arreglo de la falla de un servicio llámese electricidad, teléfono/internet o agua. Igualmente, me niego a comprar bienes y servicios de la calidad que sea a precios exorbitantes.
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Hace más de un año un vecino me solicitó USD 80 para la instalación de nuevos bombillos en el alumbrado eléctrico de las calles de mi barrio. Ante mi negativa, su petición descendió a UDS 15, y, finalmente, con un gesto de magnanimidad me otorgó el privilegio inmerecido con lo que yo quisiera aportar. Algo parecido ocurrió con un bote de aguas negras de mi calle. Me opuse a todo ello, pero un grupo loable de vecinos no contentos con mi respuesta me argumentaron, que esas empresas del estado prestadoras de los servicios básicos se encuentran en un supremo estado de deterioro porque se lo han robado todo y que sus técnicos y demás empleados devengan unos sueldos paupérrimos, de hambre, y “el engrase de la mano” al que con eufemismo denominan “colaboración” resulta ser el medio expedito para el cumplimiento del deber.
Ante mi obstinada negación, propia de un hombre nefasto para su comunidad, me increparon: “por esa actitud, como la suya, el país está como está”. Preocupado por mi tóxica existencia debido a que todo aquello que para mí es incorrecto para otros es correcto, lo que es para mí torcido para otros es derecho, concluí que soy un bicho raro. Sin embargo, mi inquietud continuó y, con el objeto de sosegarlo, hice un esfuerzo para comprender mi problema y, para ello, me he formulado un par de preguntas que quizás me ayuden a resolverlo, y oso en compartirlas, puede que usted sufra de una patología similar a la mía.
¿Acaso es mi obligación subvencionar a los técnicos de esas empresas a través del soborno porque esos explotados carecen de valentía para defender sus derechos ante sus juntas directivas? ¿Una vez registrado mi reclamo ante los canales regulares, tengo derecho a ejercer presión? Respondiéndome a la primera interrogante, continúo negándome, cosa que me inquieta aún más porque indica que mi trastorno es más grave de lo que creía; ante la segunda, considero que sí tengo el derecho y, para no dejarlo en palabras y demostrármelo, lo llevé a la acción cuando se me presentó la oportunidad, ocasionado por el bote de aguas negras. Ese mismo grupo de vecinos me insistía que la empresa del estado encargada tenía la orden de hacer caso omiso a cualquier requerimiento proveniente de vecindarios no afectos al régimen, que me olvidara de recurrir a la alcaldía porque dejaban las cosas peor a como estaban, que la única solución la daba una empresa contratista, que alguien había recomendado, que no quedaba otra que “bajarse de la mula” para cubrir el costo total de la reparación que rondaba los USD 700. Seguí ejerciendo mi papel de pobre, de tacaño, de nube negra. Sin embargo, formulé el reclamo ante la página web de la Alcaldía de Baruta, llevé personalmente una carta exponiendo el caso y me atendió una señora muy amable. A los pocos días se presentó una cuadrilla, les ofrecí cafecitos y galletas como gesto de cortesía. Aquellos hombres se fajaron y resolvieron el problema. No obstante, el grupo de vecinos continuaba empecinado en llamar a la contratista porque, según ellos, el derrame volvería a ocurrir; el hecho es que, hasta el sol de hoy no ha vuelto el bote de aguas pestilentes y la idea de “bajarse de la mula”, en ese caso particular, desapareció. No recibí de nadie ningún agradecimiento, cosa que ni espero ni esperaba, por haberles evitado un oneroso desembolso, parecían molestos conmigo, pero estoy seguro de que es producto de mi imaginación.
En otra ocasión, mi reclamo sobre una falla de internet en mi humilde morada tenía meses y opté por actuar como un individuo normal, es decir que me encontré a un técnico que me pedía USD 250. No obstante, mi sanidad duró poco, pues lo denuncié y a los días llegaron dos técnicos mal humorados, supongo que le halaron las orejas. Se vieron obligados a cumplir con su trabajo, lo repararon y, por cortesía, les ofrecimos un suculento desayuno y su antipatía transmutó en simpatía.
La semana pasada me preguntaban a través de WhatsApp en el chat de vecinos si deseaba fibra óptica de internet y yo, muy contento, respondí afirmativamente. Luego me enviaron los planes de ABA Ultra de la empresa del estado, que consistía en 69 dólares —aunque por norma debe denominarse a esa moneda “Ref”, desconozco las muy fundamentadas y lógicas razones de cambiarle el nombre— la instalación, que ellos llaman “inversión”, más el servicio que varía dependiendo de la velocidad de conexión contratada.
Las tarifas de la empresa del estado me parecieron abrumadoramente costosas, ajenas a la realidad del país, pero antes de emitir un juicio pensé que podían estar en sintonía con lo que cobran las empresas privadas de otros países. Así que realicé una modesta investigación sobre los planes en las páginas web de algunas empresas privadas de España, Colombia, Estados Unidos, Irlanda del Norte y a través de un amigo que vive en Irlanda del Sur y me encontré con la sorpresa que Venezuela posee la tarifa astronómicamente más alta de fibra óptica. Por ejemplo: en España el servicio de internet de banda ancha a través de fibra óptica representa un 3% del ingreso mínimo anual de un trabajador, en Estados Unidos un 2%, en Colombia un 16%, en Irlanda del Norte un 3%, en Irlanda del Sur un 5% y en Venezuela, dependiendo del plan que se elija va desde la conexión más lenta 141% —casi dos salarios y medio— a la más rápida 487%, —casi 6 salarios— es decir que, si un trabajador que ganara salario mínimo y utilizara todos sus ingresos, devengados en su lugar de trabajo, no le alcanzaría para contratar el servicio. Por otra parte, el plan más rápido de fibra óptica —al que denominan ABA Ultra— ofrecido en Venezuela es de 300Mbps, y en los países mencionados van desde los 900Mbps a los 1000Mbps de velocidad. Comparando a Venezuela con otro país latinoamericano, como Colombia, el servicio en el primero es casi 8 veces más costoso por Mbps que en el segundo.
Las tarifas desmesuradas son contratadas por pocos individuos, una élite de la sociedad, que paga lo que sea al precio que sea. Es decir que el servicio de internet de 100% fibra óptica ABA Ultra es un “Ultra” lujo en este país latinoamericano que paradójicamente defiende la inclusión social y, aún más contradictorio, es ofrecido por la empresa estatal, que se definen como una empresa que favorece la “reducción de las desigualdades sociales”.
A continuación, se anexa un cuadro que contienen cifras de precios del primer año de contratación donde ya está incluido el precio de instalación —al parecer Venezuela es el único país que lo cobra— y los porcentajes que representan las tarifas versus los salarios mínimos:
Países |
España |
EEUU |
Colombia |
Venezuela |
Irlanda del Norte |
Irlanda del Sur(**) |
||
Compañía |
Orange |
AT&T |
Movistar |
Cantv (Aba Ultra) (*) |
Sky |
Vodafone |
||
Velocidad de conexión en Mbps |
1.000 |
1.000 |
900 |
300 |
100 |
60 |
900 |
1.000 |
Costo primer año en US$ |
378,83 |
960,00 |
480,00 |
1.268,88 |
488,88 |
368,88 |
798,60 |
945,00 |
Costo por Mbps en US$ |
0,38 |
0,96 |
0,53 |
4,23 |
4,89 |
6,15 |
0,89 |
0,95 |
Sueldo Mínimo |
12.852,00 |
40.320,00 |
3.072,00 |
260,74 |
260,74 |
260,74 |
25.536,00 |
20.160,00 |
Costo Anual vs Sueldo Anual en US$ |
3% |
2% |
16% |
487% |
187% |
141% |
3% |
5% |
Nota importante: Dada a la alta competitividad en el sector de telefonía e internet en países de libre mercado, es muy probable que las tarifas expuestas en este cuadro ya no sean las mismas.
Si tuviese el dinero para contratar el servicio a precios que perjudican al bienestar común no lo haría. De aceptarlo auparía al abuso. Lo mismo aplica con el pago por debajo de la mesa, Brown Envelope como le dicen en Irlanda del Sur. Por lo tanto, mi trastorno no tiene remedio, estoy totalmente chiflado, seguiré oponiéndome al abuso, renuncio a la posición cómoda de regalar a un sinvergüenza lo que tanto me ha costado, marco distancia con aquellos que con presunción se ufanan y les honra utilizar sus fondos a la coima o para la adquisición de bienes y servicios de la calidad que sea a precios hiper inflados, me opongo rotundamente a unirme a las convocatorias vecinales para pagar por debajo de la mesa a cualquier arreglo de una falla. Pues sí, soy poco colaborador con los que promueven a la pillería.
Y se me olvidaba comentar que varios bombillos instalados en mi vecindario el año pasado a raíz de la eufemística “colaboración” dejaron de funcionar. Supongo que volverán a “pasar raqueta” por mi humilde morada y confirmarán que mi condición de verlo todo al revés es irremediable.
Si vives fuera de Venezuela, me gustaría saber tus comentarios en las redes de Instagram, Twitter y Facebook de The Wynwood Times sobre ¿cuánto pagas por el servicio de internet de fibra óptica o inalámbrica en el país en el que vives?, ¿cuál es la empresa?, ¿en qué consiste el plan contratado?, ¿cuántos megas te ofrecen?, ¿cuánto es el salario mínimo en el país donde vives? Y otra cosa ¿en el país donde vives los vecinos se unen para efectuar un Brown Envelope cuando ocurre una falla de algún servicio básico?
(*) Flyer de la empresa.
(**) Datos proporcionados por un venezolano, Héctor Campalans, que vive en Irlanda del Sur. Para renovar el contrato, la empresa Vodafone le cobraba 55 euros mensuales, pero este señor les argumentó que la empresa Virgin cobraba 45 euros mensuales y, al demostrarlo, Vodafone le igualó la tarifa de Virgin.
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Escritor, fotógrafo y publicista. Colaborador articulista en The Wynwood Times