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El paso del cine mudo al sonoro en los años 20 fue un proceso complejo que trajo consigo una verdadera revolución por sus repercusiones tecnológicas, artísticas, industriales y comerciales. La industria tuvo adaptarse a una serie de profundos cambios, requirió de mayor inversión y, pese a la difícil situación económica debido al colapso de la bolsa de Wall Street en el 1929, los grandes estudios lograron el apoyo de la banca para nuevos proyectos. Cuando las películas sonoras demostraron su éxito y su rentabilidad el cine mudo, que había durado 35 año, pasó a la historia.

«El cantante de jazz» de Alan Crosland, realizada en 1927, es considerada la primera película sonora de la historia del cine. Se trata de una versión cinematográfica de un éxito de Broadway de 1925 que evocaba un género teatral muy popular en la Norteamérica del siglo XIX, el mínstrel, donde actores blancos con los rostros pintados interpretaban canciones típicas de la población negra.

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Si bien incluyó los primeros sonidos y diálogos sincronizados con el sistema Vitaphone de Warner Bros es importante resaltar que al igual que sus predecesoras no fue una película hecha en su totalidad con sonido. Gran parte del film es muda y tuvo apenas dos minutos de diálogo.

Sería «Luces de New York» , una película del año 1928 dirigida por Bryan Foy, el primer largometraje con un 100% de diálogos sonoros de la historia del cine.

La incorporación del sonido en el cine representó una verdadera revolución, marcó una nueva era y trajo muchos cambios a la industria. Fue necesario acondicionar los estudios acústicamente, contratar expertos en sonido, sonidistas y material nuevo. También implicó la especialización de cada uno de los puestos de trabajo dentro de la industria del cine y se fueron creando áreas de sonido, fotografía, dirección de arte, producción y equipos de guionistas.

Sin lugar a dudas el cine sonoro hizo que se reinventaran los estudios y equipos de grabación Y uno de los cambios más drásticos fue en lo que respecta a la actuación. Los actores del cine mudo tenían que hacer algo nuevo para ellos: hablar. Además, hacerlo cerca de los micrófonos a corta distancia, por lo que éstos se tenían que esconder en los floreros, tras las cortinas o en las pelucas de los actores. Muchos de ellos tuvieron que aprender a vocalizar correctamente y a interpretar de otra manera mientras que otros desaparecieron de la industria del cine debido a que su voz no correspondía con lo que el público esperaba de ellos.

(Cap. 9) El Cine Sonoro, una nueva forma expresiva

En los años 30 los grandes estudios (MGM, Paramount, Warner, RKO, Fox, United Artist, Columbia y Universal) comienzan a producir con una clara tendencia comercial y de rentabilidad de sus productos. Surgen así los géneros cinematográficos con temáticas, estilos visuales y simbolismo que se repiten y hacen que el público tenga ya un concepto de lo que va a ver antes de entrar a la sala de cine. 

Es el caso del musical, las películas de gánsteres, las comedias románticas y el western.

Mientras que en Estados Unidos el cine estaba viviendo una verdadera revolución con la llegada del sonido y el nacimiento de nuevos géneros cinematográficos, Europa se precipitaba hacia un conflicto armado que iba a cambiar por completo la historia de la humanidad: La segunda Guerra Mundial. A pesar de ese contexto oscuro, hostil y profundamente adverso el cine continuaría su camino, especialmente en dos países que ya habían demostrado ser polos indiscutibles para el séptimo arte: Alemania y Francia.

Frederick Alan Crosland

(10 de agosto de 1894 – 16 de julio de 1936) fue un actor de teatro y director de cine estadounidense. Se destaca por haber dirigido el primer largometraje con diálogos hablados, The Jazz Singer (1927) y el primer largometraje con banda sonora de sincronización, Don Juan (1926). Alan Crosland (de pie) contando historias a Myron Selznick y Elaine Hammerstein, 1919. Nacido en la ciudad de Nueva York, Nueva York, en el seno de una familia judía acomodada,[2] Crosland asistió al Dartmouth College. Después de graduarse, aceptó un trabajo como escritor en la revista New York Globe.

Interesado en el teatro, comenzó a actuar en el escenario, apareciendo en varias producciones con la actriz de Shakespeare Annie Russell. Crosland comenzó su carrera en la industria cinematográfica en 1912 en los Estudios Edison en el Bronx, Nueva York, donde trabajó en varios trabajos durante dos años hasta que aprendió el negocio lo suficientemente bien como para comenzar a dirigir cortometrajes. En 1917, estaba dirigiendo largometrajes y en 1920 dirigió a Olive Thomas en The Flapper, una de sus últimas películas antes de su muerte en septiembre de ese año.

Bryan Foy

(8 de diciembre de 1896 – 20 de abril de 1977) fue un productor y director de cine estadounidense. Produjo más de 200 películas entre 1924 y 1963. También dirigió 41 películas entre 1923 y 1934. Dirigió la unidad de cine B en Warner Bros., donde era conocido como «el guardián de los B». Nació en Chicago, Illinois, el 8 de diciembre de 1896. Era el hijo mayor de la estrella de vodevil Eddie Foy y apareció con su padre en el acto de vodevil «Eddie Foy and The Seven Little Foys».

El acto se disolvió cuando Bryan Foy se unió al Ejército de los Estados Unidos en la Primera Guerra Mundial en 1918, después de lo cual sus hermanos restantes continuaron actuando con su padre bajo el título de «Eddie Foy and the Younger Foys», hasta 1923, cuando su padre se retiró. Contrariamente a su retiro declarado, la familia Foy todavía trabajó junta en el entretenimiento, ya que Brian Foy los dirigió en un corto de Vitaphone Varieties de 1928.

  • Producción y locución: Alexandra Cariani. 
  • Investigación y guión: Umberto Salvatore 
  • Grabación locución: Guido González. 
  • Montaje y post producción visual- sonora: Lucía Lamanna
  • Edición y textos complementarios: @juancerbero

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Poeta y Fotógrafo. Inmerso en la tecnología e inclinado al manejo de redes. Amplia experiencia en producción audiovisual para marcas.