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Es algo increíble como con mucha de fuerza de voluntad, ensayo y error y un público devoto, material de franquicias slasher ochenteras aún puedan ver la luz en estos tiempos. También puede deberse a una «obstinación crónica» de parte de los ejecutivos hollywoodenses de querer rentabilizar, a toda costa, éxitos que ya tuvieron un fin. Un ejemplo sería Gremlins (Joe Dante. 1984), a la que su director le puso punto y fin en la muy querida secuela, imposibilitando seguir sacando nada más a partir de ahí, pero quien sabe y sacan un reboot. Las sagas, o más específicamente, los iconos del slasher ochentero más notorios que han sufrido de sequelitis son: Jason Vorhees, Freddy Kreuger, Michael Myers y Leatherface. Teniendo Michael Myers (Halloween) el mayor número de películas hasta ahora, trece (ironía hubiese sido la saga de Jason). 

Pero en esta ocasión es el «muñeco diabólico» Chucky el que suma una entrega más a su lista. Si tomamos en cuenta las rarezas que fueron The Bride Of Chucky (Ronny Yu. 1998) y The Seed of Chucky (Don Mancini. 2004), no había chances para más del «buen chico», pero el creador del muñeco sorprendió con dos secuelas más: The Curse Of Chucky (2013) y The Cult Of Chucky (2017) esperando con ellas renovar la franquicia y aunque con detalles, agradaron bastante al público. Dos años después salió una nueva entrega directamente llamada Child’s Play (Lars Klevberg. 2019), que pretendía ser un reinicio de la franquicia, pero más del lado de la ciencia ficción con una IA asesina que de lo esotérico. Le fue relativamente bien, pese al, entre tantas cosas, criticado (y con razón) rediseño del personaje. La cosa es que Don Mancini aún se guardaba una última carta para 2021 y resulta ser ésta: Chucky, Death By Misadventure; una serie que obvia el reboot y se mantiene en la línea del asesino Charles Lee Ray luego de los eventos de The Cult Of Chucky.

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Con semejante spoiler, inicia la miniserie Disclaimer (que absurdamente decidieron titular para Latinoamérica como “Desprecio”), a la cual accedí nuevamente —luego de un primer intento fallido que no me motivó a pasar del segundo episodio.

«En el pueblo de Hackensack, en una venta de garaje, el joven Jack Wheeler se encuentra con un muñeco “buen chico” que compra para usar como parte de una escultura en la que trabaja. Sus relaciones en el pueblo son escasas; su madre murió, su padre es un bebedor homofóbico en negación de que su hijo sea “un marica”, es molestado por una chica popular que se piensa intocable y para colmo de males tendrá que lidiar con las atrocidades venideras de Chucky o, mejor dicho, del asesino Charles Lee Ray.»

Las recapitulaciones no son mi fuerte, generalmente espero a que una serie termine para verla en una sola tirada y sacar un comentario completo. El streaming ha ido dejando en desuso el sistema televisivo tradicional de un capítulo a la semana y a un nivel personal ha caído de perlas, pues uno de mis problemas con las series era el que siempre olvidaba el día del nuevo episodio. Igualmente no ignoro que el streaming ha generado una inmensa gula por contenido reciente y que soltar temporadas completas es lo mismo que dar carne a leones hambrientos, por culpa del mismo dueño. Sin embargo, me ha surgido la necesidad de hacer uno, al menos de éste primer episodio de Chucky 2021

Y es curioso, porque más allá de presentar los temas en los quiere ahondar la serie como lo son: el bullying, la homofobia, los jóvenes y las nuevas tecnologías, todo en un interesante contraste con un personaje «anticuado», el episodio en sí no tiene nada lo suficientemente impactante como para querer entrar de un salto.

Más bien, reutiliza los elementos ya vistos a lo largo de la saga: la aparición de Chucky frente a un personaje luego de dejarlo en un sitio lejano, los sonidos extraños dentro del closet, elementos punzo-cortantes muy cercanos al muñeco que desaparecen «misteriosamente», sitios oscuros donde se puede ocultar, etc. 

Todo es conocido y resulta que, aun habiendo visto todas las películas (que debería darles una repasada, alguna vez) y otras tantas más del género del terror/suspense, he sentido una atmósfera tensa. Sí, éste primer episodio genera cierta tensión, sea quizás, por conocer al personaje de antemano y de lo que es capaz o sea quizás por lo que pueda pasar a futuro. Debido a que Chucky se ha topado con un joven que bien podría seguir siendo «rehén» o un potencial aliado; aunado a eso, Jack recibe la llamada de un anónimo quien se interesó en comprar el muñeco y le dijo que revisara si tenía las baterías puestas (Jack pretendía venderlo para pagar un campamento de arte, antes de saber la verdad). Queda claro que Andy Barclay (Alex Vincent) se mantiene en el juego y será importante para la trama, en tanto ésta irá alternándose entre el presente y el pasado, durante la infancia del futuro asesino Charles Lee Ray, lo cual deja al espectador aún más intrigado que en un principio. 

Y por si fuera poco, los más acérrimos fans del «muñeco diabólico» gozarán detallando no sólo a Brian Dourif retomando el papel, también el diseño de Chucky y el uso mínimo de CGI en él (algo de agradecer). Además de pequeños guiños a la franquicia, por ejemplo: la escena de Jack revisando si el muñeco tiene baterías o cuando el joven le grita exigiendo que le hable y, si no me falla la memoria, la escena cuando la maestra de Jack le guarda el muñeco en el salón de clases. Vale aclarar, por cierto, que Chucky ya suma dos muertes en este primer episodio. En cualquier caso, hay una promesa implícita de que veremos algo de calidad, pues aparte de Alex Vincent y Brian Dourif, la actriz Jennifer Tilly (la novia de Chucky) confirmó su participación.

La serie ya ha sido estrenada en Estados Unidos por USA Network a través del canal Syfy; en Latinoamérica está disponible desde el pasado 27 de octubre por el subservicio de DisneyPlus, StarPlus y estrena un nuevo episodio cada miércoles. 

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Hector Monsalves
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Alumno empírico y polifacético, entusiasta de las artes audiovisuales.