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El día que estaba planificado el nacimiento de su primer hijo, Amanda se levantó a las cuatro de la madrugada soñando con el canto de los gallos, como si la voz de algún profeta viniera allí, premonitoria, y pudiera borrar el inexorable destino que signa los embarazos por encargo en mujeres rotas emocionalmente. Amanda lleva en su vientre a Lázaro, el hijo—mercancía que sacará de los graves problemas económicos con que vive desde hace años, producto de las malas decisiones financieras de Alex, su marido.

—Es una completa locura los que estás haciendo, Amanda. Vas a parir una mercancía, ¿no te das cuenta? Hay que tener bolas para hacer semejante vaina, dijo Alex. 

—Tú hablas como si se tratara de un pedazo de carne que pides en el frigorífico y que exquisitamente vas a devorar con tus colmillos animales y luego vomitas sin ningún tipo de sentimiento. Yo no. Yo hablo desde las entrañas del dolor, de quien necesita dar este paso para seguir sosteniendo la poca vida que tengo, bueno, si se puede llamar vida a esto. Sí, es una aberración, como aberrante es escucharte sin ningún tipo de responsabilidad y compasión, dijo Amanda. 

El amor, el horror, el dolor y la feminidad

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Fue Wayne C. Booth quien, en 1961, articuló esta idea con precisión quirúrgica en La retórica de la ficción, donde propuso que la voz narrativa no es solo un vehículo para la historia, sino un ente con sus propias agendas, capaz de moldear o quebrar la confianza del lector. En ese espacio movedizo entre lo dicho y lo oculto, la novela se transforma en un espejo roto

Exposición “Retratos de Edvard Munch” en el Reino Unido

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Edvard Munch Portraits es la primera exposición en el Reino Unido dedicada exclusivamente a Munch como retratista, una parte esencial y que deja absortos, casi hechizados a los visitantes, sin embargo, hasta ahora, no se le ha hecho verdadero reconocimiento.

Clausura de la Exposición “Discursos en relación” | Miami

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La prestigiosa Galería Serpentine presenta Remembering, la primera exposición individual de la artista fuera de la India, en un recorrido que da cuenta de su compleja y fascinante trayectoria. A través de pinturas, dibujos y acuarelas, la muestra ofrece una mirada profunda al universo simbólico de Singh.

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Una retrospectiva que expresa el estilo y la creatividad de esta experimentada artista y docente búlgara, radicada en Venezuela desde los años setenta, puede apreciarse en el Centro Cultural de Arte Moderno, ubicado en La Castellana, dentro de la capital de Venezuela.

Así Vivimos El Sistema Fest

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La Primera Sinfonía de Vive El Sistema Fest reunió en tarima a más de 8.000 músicos en más de 250 conciertos que se llevaron a cabo en Caracas y 13 estados del país, Vive el Sistema Fest resonó por todo el país durante la celebración por el 50 aniversario de El Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela

“Los Escapistas” de Fedosy Santaella

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Fedosy Santaella con Los escapistas (Oscar Todtmann Editores, Caracas, 2025), un libro de doce relatos en donde el punto en común de todos es el asombro y el escape —simbólico o real— en los que están inmersos los personajes

Exposición “Mujeres en el Centro”, 3 Artistas del collage muestran obra en el CCAM

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El Centro Cultural de Arte Moderno (CCAM) presenta Mujeres en el Centro, exposición que reúne una selección de piezas en las que el espectador puede captar las miradas de Amalia Pereira, Carmen Michelena y Anita Reyna, tres artistas venezolanas que -en distinto formato y utilizando el collage-, muestran la belleza, complejidad, fuerza e intensidad de lo femenino.

Viejos aprendizajes, miradas renovadas | Manifiesto GenX

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Partimos de viejos aprendizajes que nos justificaron la colonización de la tierra, el cuerpo y la mente. Pero hay una historia que no se enseña, una escrita con cenizas, esa donde la herida aún canta melodías tristes para las estrellas y el maíz …

—Y qué quieres que te diga, ¿que tu idea es tan fantástica como las novelas de García Márquez? No, lo tuyo es una locura químicamente pura, —agregó Alex. 

—Tú lo engendraste, ¿recuerdas? ¿O yo metí el dedo en un vaso de leche caliente y zas, he aquí que estoy preñada? También te recuerdo que quien nos metió en graves deudas fuiste tú, tú y tus desatinos en los negocios. Si yo voy a parir una mercancía, tú solo sabes engendrar desgracia —sentenció Amanda. 

Ambos se miraron, vulnerables, tensos, sin ilusiones, en la única certeza capaz de unirlos, salir de la descomunal deuda que se traga sus vidas. 

Suena el teléfono. Amanda recibe una llamada de los futuros padres. Preguntan por su salud, por su estado emocional y el troglodita de su marido. Ella, calma, da respuesta como si se tratara del plan más estratégico de la historia. Su temple, acrisolado por el fuego de la desventura, le permite estar de pie sin que el temblor de las dudas le admita pensar por algún momento si está o no haciendo lo correcto. Pregunta por el dinero, le aseguran que está depositado en la cuenta Zelle suministrada. Solo queda esperar el parto y entregar al niño, para salir del tremedal donde ella y su marido se hunden sin esperanza, vender a su primer hijo y el derrumbe de un matrimonio que solo alcanzó para la bancarrota, la miseria, el dolor descarnado. Cuelga. Alex toma su chaqueta y sale del cuarto de la clínica. Amanda se queda sola, en silencio. Se sienta, observa la ciudad en su río de almas sin descanso. 

“¿Hacia dónde irá la persona que maneja el carro plateado, atravesando urgente la avenida? ¿Qué necesidad le demanda tal velocidad? ¿Quién lo espera del otro lado de la ciudad para calmar su angustia?”, digo esto y me doy cuenta de mis imaginaciones, las fantasías donde me proyecto y escondo, evitando hacerme las necesarias preguntas que puedan sacarme de este maldito atolladero. ¿Hacia dónde voy yo y para qué? ¿Qué es lo que necesito? ¿Dónde está? ¿Dónde estoy yo? 

Por la mente de Amanda un océano de preguntas comenzó a emerger, con la fuerza propia de las aguas tempestuosas. En un segundo imprevisto, la conciencia lanzó una chispa ingobernable sobre su mente e incendió de imágenes difíciles la geografía existencial de su vida. El rotundo peso de sus cavilaciones la fue aislando de lo real y sumergiéndola en su sombra, el fondo radical donde su vena autoagresiva se fue inflamando de rabia, una rabia incontenible, como la fuerza última capaz de dar un giro absoluto a la ruina que sobre sus hombros labró el peso de la culpa. 

Amanda se levantó, y buscó en su bolso de ropa donde celosamente guardó el cofre con las joyas que heredó de su madre; el esplendor nostálgico de una época plena de goce y lujo. Tomó un collar de perlas donde se dibujó la impecable sonrisa de su rostro, las colgó en su cuello, luego vistió sus labios con el carmín para las épocas especiales, tomó su perfume y se sumergió en el vapor impúdico que a más de un hombre arrebató el fuego de la palabra. Su espalda abrió paso al chal de terciopelo negro donde se emancipó, siendo adolescente, entregada al fiero deseo de un hombre en cuyos labios se colgó el futuro, prometiendo lejanos brillos que se encarnaron en maldiciones. Mantuvo sus pies descalzos, como el único contacto con la realidad, mientras caminaba hacia el espejo para verse regia, firme, con un aura delirante, mientras por el ventanal del cuarto se adentraba la voz de Ney Matogrosso, que desde la lejanía la hacía flotar en la seda de su aliento extranjero.

Luego volteó, descubriendo la diagonal perfecta entre el espejo y el balcón de la habitación, hacia donde caminó en la flotación exacta de un deseo irreparable. Cruzó el umbral de la puerta, apoyó sus manos tensas sobre las barandas del balcón y desnudó la carcajada fosilizada en sus entrañas desde antes de nacer, para despertar la única inocencia que durante nueve meses la hizo sentir viva, Lázaro, su hijo. Y sin más, se sentó sobre la baranda para dar una vista panorámica a la ciudad y dejarse caer desde el doceavo piso de la clínica, sobre la belleza de su muerte, en la paradoja de su última catástrofe, la más hermosa, ser definitivamente libre, mientras el peso de su cuerpo estrella su euforia sobre el asfalto, para detener a toda una ciudad en la imagen piadosa de una madre y su hijo despedazados contra la vida. 

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Yorgenis Ramírez
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Escritor | Personal Brander | Storyteller | Copywriter

Colaborador articulista de The Wynwood Times

Columna: Apuntes desde el vértigo