Dicen que a los cuatro años sabemos perfectamente qué deseamos ser en la vida. Yo creo que esto es cierto; yo siempre quise ser artista . A pesar de que mi mama escribió en mi álbum de bebé que amaba pintar y cocinar en mi prescolar, ella tenía la falsa creencia de que si tomaba la decisión de ser artista moriría de hambre. De verdad tuve mucha resistencia para convertirme en artista y casi muero en el intento.
Pintando en el kindergarden
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Tres son las corrientes artísticas esenciales que nutren la obra de Lizandro Kabrera: el impresionismo, el fauvismo y el expresionismo; si bien su concurrencia remite a una simbiosis nueva y personal.
Si estás leyendo estas líneas es porque tal vez sientes curiosidad por saber cómo logré ser artista. Por esa intención te doy las gracias y aprovecho para decirte que cuando me preguntan quién soy, suelo sentir que me deslizo desde adentro hacia fuera de mí, buscando las palabras más adecuadas para responder tanto a la interrogante como al significado propio de mi experiencia. En este sentido, soy mujer, madre y artista.
A esta resolución agregaría que forjé un fuerte vínculo con Estados Unidos que me convirtió en ciudadana. Nací en Caracas, Venezuela (1968) y actualmente vivo en Miami, Florida, donde creo y produzco la mayor parte de mi trabajo como artista expresado en el arte del video, del performance y la fotografía.
Urbanización La Trinidad, la ciudad satélite
A esta resolución agregaría que forjé un fuerte vínculo con Estados Unidos que me convirtió en ciudadana. Nací en Caracas, Venezuela (1968) y actualmente vivo en Miami, Florida, donde creo y produzco la mayor parte de mi trabajo como artista expresado en el arte del video, del performance y la fotografía.
Durante cierto tiempo de mi vida sentí que no encajaba en ningún lado. Esto lo justifiqué por las diferentes experiencias que había que tenido que vivir por no haber tenido apoyo para ser lo que yo soy: una aventura creativa. Al nacer me llevaron a California y regresé a Venezuela con seis años. Ya para entrar en mi primer colegio tuve problemas con el idioma y mi padre me asistió con el español cuando presenté el examen de admisión. Durante mi infancia solía juntarme más con niños que con niñas para jugar metras, encaramarme en las matas de mango, matar cucarachas voladoras, lanzarme en carrucha y patines por las empinadas calles de la cuadra de mi abuela. Todo esto lo hacía porque las niñas –se supone– no debían hacerlo. Mi mejor amiga me decía que era excéntrica. Desde ese entonces empecé a entender las limitaciones de mi género.
Todo continuó cuando mi madre me cambió de un colegio mixto a un colegio de monjas. Me sentía como encerrada en una jaula. Desde muy temprano, en el colegio de monjas, me denominaron hereje porque me preguntaron si creía en Dios y respondí que sí porque mi mamá me lo había dicho, justo en ese momento dibujaba una estrella de David. Yo ni siquiera conocía la religión judía para entonces. Sentí nuevamente que estaba en el lugar equivocado. No era importante si era niño o niña, solo supe que era diferente.
Colegio La concepción
En la universidad me cambié tres veces de carrera porque no me dejaron estudiar lo que quería, mi modelo de inspiración en ese entonces era Carolina Herrera. Mi madre dijo que no me daría permiso para estudiar Diseño en Parsons, Nueva York, porque me iba a convertir en punk, me pondría piercing, me pintaría de colores el cabello, me tatuaría, me casaría con un gringo y jamás regresaría a Venezuela ¡Primero muerta que artista!… Bueno, déjenme contarles que todo esto sucedió en el transcurrir de los treinta años siguientes.
Mi tatuaje de Nina Dotti
En el amor, pues tampoco encajaba. Según mi abuela, no se podía tener tres novios en la misma cuadra porque iba a ser considerada puta. Entonces me casé muy joven. En mis años de matrimonio tuve algunos retos, entre estos ser madre. Engendré 18 bebés y tuve nueve pérdidas. Los otros nueve quedaron congelados en un laboratorio en Caracas hasta que fueron supuestamente destruidos. En el año 1996 tuve una experiencia donde sobreviví a la muerte. En ese trance recibí un mensaje: que dejara de ser banquera y me dedicara a cumplir mi sueño de ser artista. De aquí que casi muero en el intento.
Muerta por desconexión
Primero empecé a estudiar Museología e Historia del Arte en la Universidad José María Vargas y mientras tanto hice todas mis pasantías de arte como museóloga social en el museo Jacobo Borges donde desarrollé la metodología “Exposición Acción Arte y Museos” . También incorporé la Fundación de Artistas Emergentes (FAE) en Venezuela. Al mismo tiempo estudié aerografía, cerámica, dibujo, escultura y me apasioné con la fotografía hasta comprarme mi primera cámara en Japón durante un viaje de vacaciones en Asia con mi ex marido. Mi línea de vida era como una carretera de curvas peligrosas porque no me atrevía a denominarme artista: Museóloga, Historiadora de Arte, Filántropa y Curadora.
Con la cámara AGFA
Con base en ese curso de ideas me dediqué a desarrollar procesos de interacción, movimientos y construcciones sobre diferentes maneras de ser, comencé a relacionar las experiencias de las personas dentro de sus sistemas sociales, a fin de comprender la manera en que cada individuo afecta la experiencia de los otros. A partir de esa aproximación, mi práctica se enfocó en la evolución de los cambios y en la adaptación de la identidad de las personas, incluyendo la mía.
Superwoman
Me sentí totalmente excluida en el mismo momento que no pude tener hijos biológicos. Por otra parte, tenía una gran tendencia a exaltar mi lado femenino porque al trabajar en el negocio de mi familia, mi padre me trató como un hombre y me prohibió llorar. Debía ser fuerte y determinada como un hombre. Esto me llevó a sentir total empatía con la comunidad GLBTI+, lo cual me permitió a realizar la exposición Álbum de Bodas en el CELARG en el año 2004, publiqué la Guía GLBT de Venezuela y fui co-curadora junto a Gerardo Zavarce de la muestra Tránsito en la ONG en el año 2005. En ese mismo año aparece en el periódico El Nacional y El Universal la obra Plataforma Forma de Hacer Plata de Nina Dotti.
Torta de bodas
Siendo perseguida política durante el gobierno de Hugo Chávez y en el desarrollo de mi estética, decidí crear múltiples personajes de ficción con apariencia de mujer manipulando mi propio aspecto físico, así produje una variedad de propuestas con algo de influencia Pop que evoca aspectos exuberantes de ciertas culturas y comunidades. Mi alter ego principal fue Nina Dotti. Pero también empecé a ser activista y decidí venirme a Miami con mis hijas. Me convertí en un número más, en un “Alien number XXX”. Mas allá de mi género, me definía un número de identidad con el que pude ejercer mis derechos ciudadanos, tanto en Venezuela como en USA y el resto del mundo.
Ahora además era inmigrante, galerista, coleccionista y editora de libros. Y tenía un nombre ficticio como artista que utilicé diecisiete años para entrar y salir de Venezuela sin que supieran que Nina Dotti era Andreina Fuentes Angarita.
En este particular, me interesó descubrir la realidad de las personas socialmente desplazadas o no aceptadas por su apariencia, creencias políticas, condiciones económicas, identidad social y preferencias sexuales. Sobre esas experiencias, aparecen los conceptos y nociones en mi práctica como una luz intermitente que busca plantear un activismo sobre la identidad, los roles de género y los estereotipos sociales.
Let it go – The best is yet to come
Pero creo que la cualidad que me ayudó a convertirme en una artista multimedia fue la irreverencia. Me atreví con mi doble personalidad de artista y galerista a romper muchos paradigmas del arte contemporáneo.
Como galerista
En 1998 cuando estudiaba para ser museólogo nos convocó Patricia Cisneros a la Galería de Arte Nacional para avisarnos que se compraría una silla en el MOMA y que realizaría el proyecto Reverón. Pasaron casi nueve años y en 2007 finalmente se inauguró la muestra en el MOMA con un vernissage en las salas de exposición del museo. Cuando +me enteré, pues me sentí como parte del proyecto y decidí asistir. En ese momento mi galería, Hardcore Art Contemporary Space, tenía cuatro años operando en la ciudad de Miami, pero todavía me faltaba un empujón para ser aceptada en el mundo internacional de los galeristas aun y cuando ya estaba participando de los circuitos satélites de Art Basel, incluso en Basilea. También era parte de Independent Collectors de Alemania. Pero encontré en este evento una manera de colocarme en la palestra del arte mundial. Entonces llamé a Diego Costa Peuser, editor de la Revista Arte al Día con quien participaba en la feria de Pinta.
D: Hola Andreina, ¿cómo estás?
A: Diego, quiero ir al Vernissage de Reverón en el MOMA. ¿Puedes conseguirme una entrada VIP?
D: Imposible Andreina, ese es un evento con RSVP y muy exclusivo. Igual yo ni voy porque estoy saliendo esta noche para Argentina al Arte BA.
A: ¡Muchas gracias!
Colgué y me quedé pensando, ¿y si me hago pasar por Diego Costa Peuser y su esposa Marcela Costa Peuser?
Revista Arte al día
Entonces llamé a mi amigo Alberto Barral que vive en New York y con quien acababa de regresar de Shanghái y le pregunté si se quería hacerse pasar por Diego Costa Peuser . Por supuesto que su respuesta fue afirmativa. Era un performance.
Alberto y yo nos citamos en la puerta del hotel a las 6 p.m. Apenas llegué a New York me encontré que en el hotel estaban muchas personalidades del arte contemporáneo que yo conocía como curadores, artistas, críticos, dealers de arte y coleccionistas. Me dispuse a llamar a Perla Capriles quien era la esposa de Nitin Vadukul, uno de los artistas de mi galería Hardcore Art Contemporary Space.
A: Hola Perla, ¿cómo estás?
P: Aquí preparándome para la celebración de la muestra de Reverón en el MOMA. Tengo ya mi traje de gala negro.
A: Nos vemos esta noche.
Yo no llevé traje de gala negro para New York. Eran las 2 p.m. y tenía apenas cuatro horas para ir a MACYS a comprar una gala para el evento y regresar al hotel a encontrarme con Alberto. Llegué a MACYS y me compré un vestido hermoso, unos zapatos de tacón increíbles y una chaqueta dorada. No deseaba ir al evento con el uniforme negro de curador. Me tardé un poco y me tocó la hora pico neoyorquina para dirigirme al hotel. No me quedó otra que vestirme en el taxi para solo dejar las bolsas con mi ropa y encontrarme con mi amigo. Lo gracioso fue que mientras me ponía la ropa nueva el taxista que me miraba por el retrovisor me dijo muy serio: “No vaya a dejarme nada en el carro como prendas femeninas porque tuve un problema grave con mi mujer la semana pasada”. Por supuesto que me reí a carcajadas, pero ¡cómo decirle al taxista la irreverencia que estaba a punto de cometer!
Me bajé súper rápido del taxi, lista para ir al evento. En el lobby del hotel estaban ya todas las personalidades a punto de irse caminando al museo. Allí estaba Alberto, nos saludamos y nos fuimos con todo el grupo al MOMA. En la entrada, dijimos ser Diego Costa Peuser y Marcela Costa Peuser y que habíamos llegado en nuestro avión y no hicimos RSVP. Amablemente nos asignaron a una mesa del evento. Nos sentamos y pusimos las copas sobre nuestros supuestos nombres y de allí fuimos nosotros mismos. Una velada extraordinaria donde todos los demás se preguntaron cuál obra de Reverón era mía y qué había prestado para la exposición. Al final, ya cuando todo terminó, me devolví a la mesa y retiré los papelitos con los nombres de Diego Costa Peuser y Marcela Costa Peuser. No quería que Diego y su esposa recibieran una nota de agradecimiento por haber acudido en la celebración de la muestra de Reverón en el MOMA.
Expo de Armando Reverón en MoMa
Dentro de esta irreverencia que me caracteriza, me atrae documentar los lazos familiares, la sucesión alterna de acontecimientos contrapuestos, la mutación de muy disímil naturaleza y las expresiones que modelan estereotipos capaces de incidir en las normas y valores. Asimismo, exploro temas relacionados con algunas vivencias personales vinculadas a la historia de mi familia a través de álbumes fotográficos y la vivencia migratoria. De este proceso creé a Doña Delincuente, un personaje inspirado en la historia de mi bisabuela. Una mujer que nunca se casó, tuvo tres hijos con dos hombres diferentes, no sabía leer ni escribir, usaba revolver, muy inteligente, empresaria y dueña de tres casas de putas en Bucaramanga (Colombia).
Les presento a Doña Delincuente:
Doña Delincuente
Terminé escribiendo una novela de auto ficción llamada El Último Vientre Judío bajo mi nombre Andreina Fuentes Angarita, inspirada en la historia de mi bisabuela Rosa Macías y de nuestro apellido sefardí. El libro fue publicado en España por Editorial Verbum en 2019. También solicité la ciudadanía Sefardí Española.
Portada libro El Último Vientre Judío
Las estrategias y exploraciones articuladas desde mi alter ego de Nina Dotti fueron creando un abanico de alternativas y referentes de acción que promovieron la participación a través de proposiciones sensibles innovadoras. Mi lenguaje personal apuesta a convocar al público a una sala de exhibición, a una bienal o feria de arte, pero también convoca a manifestar en el espacio público a colectivos de mujeres, a organizaciones por los derechos GLBTQI+, a creadores y académicos, a organizaciones políticas de base, a emprendedores creativos e innovadores sociales y culturales. Ahora ya como Andreina Fuentes Angarita y mi propia exploración corporal y artística siento total empatía con la comunidad GLBTQI+.
Cursando el Master de PhotoEspaña, y en una de las clases con Michael Atavar hicimos un ejercicio que me dio la claridad absoluta: Yo puedo ser denominada queer porque lo defiendo desde hace más de 25 años.
El ejercicio consistía en buscar una foto que te llamara la atención y luego frente a uno de tus compañeros, por Zoom, decir qué representaba de ti esa foto.
Mujer cabeza de cerdo
Soy un alien, mujer con cara de cerdo, kuir con K, madre, artista, excéntrica, diferente, diversa, emprendedora, OCD, bella, auténtica, próspera, sexy, desparpajada, desfachatada, kitsch. Pero definitivamente moriré otro día y soy toda una aventura creativa andante.
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Artista, coleccionista, emprendedora y escritora.