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“Ay, mi amor, es mejor estar sola que mal acompañada”, esa frase la hemos escuchado un montón, sobre todo en boca de alguna amiga que ya llegó a la mitad del cuarto piso.

Y decimos que es verdad, que no hay que aguantarse a nadie tóxico alrededor, que la vida sin arrebiates es preferible, diría mi madre, es decir, sin una gente que más que compañía es un completo lastre. Pero la soledad pega.

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Con semejante spoiler, inicia la miniserie Disclaimer (que absurdamente decidieron titular para Latinoamérica como “Desprecio”), a la cual accedí nuevamente —luego de un primer intento fallido que no me motivó a pasar del segundo episodio.

Vivir solo, sin siquiera un perro que te ladre, puede ser triste, muy triste. Ya sé, estarás pensando que no es verdad, que quizás tú estás sola/o y te va muy bien. Ajá, es tu caso. Sin embargo, en estos tiempos extraños, donde conviven la hiper-conectividad asombrosa junto a la creciente infoxicación, está vivita y coleando esa presencia turbia que muchos ignoramos alegremente: la soledad, sí, la asesina anímica serial. 

De acuerdo con las estadísticas de la última encuesta mensual Healthy Minds de la Asociación Estadounidense de Psiquiatría (APA en inglés) realizada en línea en enero de este año entre 2.200  adultos, uno de cada tres dijo que se siente solo al menos una vez a la semana. Uno de cada diez expresó que se siente solo todos los días. Un 30% de los encuestados de entre 18 y 34 años dijeron que se sienten solos todos los días o varias veces a la semana.

El sondeo arrojó que alrededor del 50% de los encuestados alivian su soledad con distracciones como la televisión, los podcasts o las redes sociales, de hecho, muchos de ellos consideran que la tecnología es una bendición para combatir el desamparo anímico. En general, un 13% dijo que consume drogas o alcohol para aliviar su soledad.

Claro, a esa población estadounidense le hace falta un/a venezolano/a en su vida.

Alguien que le prepare seis arepas con rellenos varios, llene un bolsito térmico con bebidas espirituosas y le diga ponte las cholas que nos vamos para la playa o saca las botas que nos vamos pa’l monte.

La insufrible levedad del ánimo de esos norteamericanos cambiaría por completo. Por ello son tan virales esos videos de parejas interculturales donde la apropiación cultural es una alegría compartida de manera exponencial. Se “arman rumbas” desplazando a esa aburrida noción de party con cupcakes y refrescos. Se come rico, mucho, muy y se baila lo que salga de la selección random del Spotify hasta abajo y hasta las 12, porque bueno, uno se adapta al modus vivendi yanqui.

Se da afecto a manos llenas y se expresan las emociones a viva voz y en espanglish, incluyendo en un audio de WhatsApp de dos minutos frases jugosas como ¡qué fino!, ¡coño vale! o ¡que arrechera!

Así, aunque la soledad es el mal del siglo XXI, tenemos la misión de alegrarnos la vida a diario, buscar la conexión con gente buena, amar bastante o enamorarse de vez en cuando y, además, ser capaces de ofrecer nuestro arrollador gentilicio para hacerle a otros su existencia más grata. ¿No lo crees?

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Escritora y cronista.

Columnista en The Wynwood Times:
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