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Mi madre de vez en cuando dice un refrán de su pueblo: “Mono no se ve su rabo” y esto calza perfecto para lo que he venido pensando en estos días locos.

Es abrumador cómo hay tanta gente ocupada en ver cómo viven los demás. Las plataformas y redes sociales son una vitrina donde se agolpan millones de criticones de oficio, muchos de ellos desde cuentas privadas.

Así somos testigos de personas que señalan con ironía la felicidad de otros: si aquellos festejan, son emprendedores exitosos; si van a conciertos; si se compran algo, en fin, solo críticas mordaces repletas de resentimiento y envidia.

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Con semejante spoiler, inicia la miniserie Disclaimer (que absurdamente decidieron titular para Latinoamérica como “Desprecio”), a la cual accedí nuevamente —luego de un primer intento fallido que no me motivó a pasar del segundo episodio.

Al parecer, desde mi espacio de lectora a la distancia de un clic, el interés por ver la vida ajena es casi enfermizo, y lo peor es que los opinadores precoces sueltan sus ideas sin análisis, sin investigar a fondo y mostrándose cual expertos en vaya usted a saber el tema en cuestión que sea #TT (Trending Topic): el famoso mano suelta, el divorcio de aquella parejita célebre e infeliz; la empresa que trajo al grupo X… Y es solo un enredo tonto de dimes y diretes que bien se asemeja a las peleas que sabías que tenían las vecinas con la conserje de tu edificio.

Es un ejercicio interesante de análisis sociológico leer cómo algunos seres humanos acusan, insultan y desprecian a otros quienes usan sus redes para compartir lo que quieren. Hay un paroxismo de señalamientos que se acercan a un mix de frustración, pesimismo e intolerancia que tiene todo para ser visto dentro de una consulta psiquiátrica.

Mientras tanto sigue la guerra allende los mares, permanecen las arbitrariedades políticas; el hambre, el desasosiego y la tristeza suben en las estadísticas, pero a una fulana le parece que otra está muy inyectada, que ese vestido era horrible para la gala; que la periodista es una estúpida y así…

Ante millones de personas que sufren esa manía etiquetada como FOMO (Fear Of Missing Out), ese miedo a perderse de algo, es decir, sentir que si no chequean su celular y las RRSS están en la soledad de un desierto posapocalíptico nada se puede hacer. Todo lo quieren saber, sobre todo quieren expresar su opinión, a todos van a señalar sin darse cuenta de lo que pasa en sus cuerpos, en sus intelectos, en sus peculiares existencias.

Yo prefiero ser parte de la tribu del JOMO (Joy Of Missing Out) o lo que vendría a ser en traducción libre algo como: me importa un cuerno lo que pase en el mundo porque estoy ocupándome de mi propia vida.

Ojalá estemos más pendientes de lo que pasa adentro de nosotros, total, la vida es solo un suspiro de inicio y final.

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Escritora y cronista.

Columnista en The Wynwood Times:
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