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Sucedió el penúltimo jueves del mes de marzo, el más lluvioso en Madrid desde 1893.

La Central del Museo Reina Sofía abrió sus puertas a la Editorial Kalathos, con un libro de colección, la vida y obra de Rolando Peña, un Príncipe que sigue trotando mundos a sus tiernos 80 años. La presentación estuvo a cargo del filósofo y amigo Fernando Castro Flórez, conocedor profundo del arte y sus textos, contextos y un estudioso comprometido de la amistad.

Llovía, como si fuera una clara invitación a Noé de zarpar en su barca. Aun así, la sala se llenó. Elegante, sobrio y sonriente, entre amigos, estaba Rolando Peña, mejor conocido como el Príncipe Negro.

En su libro, que lleva por título “Bienvenido a mi mundo del arte”, excepcionalmente bien diseñado por Karla Gómez y con una portada que muestra el icónico bidón negro de Rolando, Peña nos da la bienvenida a su mundo del arte en tres idiomas. Esta obra presenta una selección de sus trabajos, fotografías que son de un goce visual así como documental, revelando facetas y aspectos poco conocidos o totalmente inéditos. Con unos textos de excepción.

Con atuendos siempre coloridos y sus medias pop de Los Beatles, llegó Fernando Castro Flórez, maestro de la crítica de arte, conocido por sus podcast, conferencias, curadurías y libros publicados, es una de las figuras más respetadas dentro y fuera de España. No solo por su enorme elocuencia y fantástica memoria, sino también por un humor único. Acompañado de David Malaver, editor de Kalathos, y Karla Gómez, diseñadora y cómplice, pudimos ser testigos que entre los asistentes se contaban hasta cuatro generaciones de amigos y admiradores: artistas como Javier Téllez, el editor de El Nacional, Miguel Henrique Otero, o el querido y reconocido “Mago”, diseñador de afiches, carteles y libros de cine, teatro y dramaturgia, entre muchas otras disciplinas donde Manuel González ha sabido ejercer su magia. Efectivamente, la presentación tranquilamente podía dividirse en varios actos, como una obra de teatro.

Primer Acto

El Principe con el editor David Malave

Fernando Castro Flórez inicia la presentación conectando con el público bajo un telón de fondo de lluvia incesante.

—Venía para acá evitando cualquier refinamiento musical, así que puse a Karol G: “Si yo te hubiera conocido, no serías mi amigo, sino mi marido”. Y pensé, ¿qué puedo decir yo de Rolando Peña en esta segunda presentación de su libro? Y entonces me dije: ¿Qué es esta vaina?

La audiencia estalla en carcajadas.

—Porque la palabra vaina es crucial para los venezolanos. Como cuando ves a Rolando vestido de primera comunión, con esa cara de quien se lo está creyendo, pero al mismo tiempo sale el ateo. Solo queda pensar: ¿Qué es esta vaina?

El público no deja de reír. Cuando al fin se calma, el sugerente y florido presentador nos regala una anécdota deliciosa:

—Hace unos siete años me encontré con Julio Le Parc en París. Íbamos conversando cuando una señora irrumpe y pregunta:

—Ah, ¿usted es Julio Le Parc? ¡Está vivo!

—No, soy su hijo.

Los asistentes ya están doblados de la risa cuando Castro remata:

—Lo peor es que el hijo también venía caminando con nosotros. Imagínense, pensarían: el hijo de Julio Le Parc es muy viejo.

Así introduce al crítico Guy Brett, el curador londinense que en 2003 escribió sobre Peña:

«De la misma manera que Joseph Beuys lo logra con la grasa y el fieltro, Yves Klein con los monocromos, André Cadere con sus palos color arcoíris o Andy Warhol con las cajas de Brillo, Rolando Peña ha convertido el barril de petróleo dorado en un ícono y una alegoría de nuestros tiempos”.

Segundo Acto

—Recuerdo cuando nos tocó presentar aquel combate de boxeo entre Domingo Sánchez Blanco y Charles Juhasz-Alvarado en el Museo de Arte de Puerto Rico. Sofía Ímber, con su baja estatura y fuerte carácter, me dijo:

—Don Fernando, que estos del boxeo estén un poco separados.

Y luego, dirigiéndose a Boris Izaguirre:

—Cuidado, Boris, que son boxeadores, no vaya a ser que te metan una mano.

A lo que Boris, viéndolos tan encuerpados, respondió de inmediato:

—A mí, si me meten mano, me viene bien.

Las risas no se hicieron esperar.

Fernando Castro conoce la cultura venezolana, la tierra venezolana y, sobre todo, a los venezolanos. Sofía Ímber no solo está presente en el libro, sino en la memoria de los asistentes.

Los cuatro del arte

En 1999, la misma Sofía escribió sobre Peña:

«Peña distorsiona la percepción cultural, disloca las escalas de relación con el espacio y brinda nuevos horizontes en el establecimiento de los patrones que definen la experiencia estética”.

Tercer Acto

Karla Gomez y Rolando Peña

—Rolando, en los años cuarenta, ya tenía obra, lo cual es alucinante. ¡Hay obras prenatales!

En su currículum, Joseph Beuys cuenta que su primera exposición fue el día en que nació: «Una herida fuertemente apretada por los bordes», refiriéndose a cuando le cortaron el cordón umbilical.

Así arranca también este libro. Peña pone una foto de Su Santa Madre en los años 40 y su primer happening, de pequeño, con máquinas de perforación petrolera en Maracaibo, 1948.

Cuarto Acto

Los años sesenta, los maravillosos sesenta, como los llama Peña.

En esa década, Warhol estaba en la Stable Gallery, la desmaterialización del objeto de Lucy Lippard emergía y el minimalismo de Robert Morris tomaba forma. John Cage, en Darmstadt, sacudía la música contemporánea. Rolando, en ese contexto, se sumergía en la coreografía, el performance, el multimedia, y se integraba a la Factory de Warhol.

Eran los tiempos del psicodelismo, los happenings y las grandes discusiones filosóficas y artísticas.

Portada del Libro

Quinto Acto

Los setenta fueron tiempos de búsqueda y reflexión. Es curioso cómo la crítica ha centrado toda su atención en el barril de petróleo, sin explorar la riqueza de su trabajo en la santería, las reinterpretaciones de cuadros clásicos o sus estudios sobre la ritualidad.

En los ochenta, su lenguaje se consolidó: el balancín, la torre petrolera, el bidón dorado, elementos que representan tanto el poder energético como la decadencia del sistema.

Sexto Acto

The Totality Rolando

Ya en los noventa, Peña exploró lo virtual, la relación entre arte y ciencia, y la materia como concepto. Luego, en los 2000, llegó el barril de Dios y su trabajo en la Bienal de Venecia.

La presentación cierra con humor:

—Busqué en Wikipedia y es un horror. Dice: artista conceptual venezolano. ¡Rolando Peña es lo menos conceptual que existe!

El público ríe.

Castro concluye:

—Rolando no se desmaterializa. Es un materialista histórico, pero en el mejor sentido. Como decía Sabater en México: «Prohibido a los materialistas instalarse en lo absoluto». Se refería a los obreros con carretillas de cemento, que no las dejaran en el camino. Y eso es Peña: transporta barriles, mueve materia, carga significado.

El Cierre

El libro es un ejercicio de resistencia cultural.

—Los avatares políticos son jodidos, pero seguimos pensando que existió un Monte Ávila, un Humboldt, que hubo un país donde la cultura generó obras extraordinarias.

Sigue lloviendo. Los asistentes saludan a Rolando, rodean a Fernando, felicitan a Karla y a David. Sobre todo, se van reconociendo como el país que aún son, se reconocen en sus logros y tambien en las perdidas, por eso, todos celebran al Principe Negro con su trayectoria y su juventud a los 80.

Texto y fotos Andreina Mujica

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Andreína Mujica
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Periodista, fotógrafa, artista y creadora de proyectos que se desarrollan a largo plazo y se presentan en distintos formatos, puesta en escena, instalación, dibujo, amante de la cocina y de la escritura, así como de la observación sobre los fenómenos sociales contemporáneos.