Se crio en El Paraíso, en tiempos que hacían justicia al nombre de la urbanización caraqueña. Sus primeras lecturas fueron comics que luego intercambiaba en el kiosko de periódicos por números más recientes.
Luego se paseó por los clásicos de la literatura juvenil, pero fue “Cien años de Soledad” y la “Úrsula Iguarán”, que ataviada de negro dominaba la portada, el libro que encendió los fuegos artificiales en las pupilas del joven “Frank Zappa”, como lo llamaban sus amigos de entonces.
A pesar de su vasta trayectoria como escritor en distintos campos literarios, fue la telenovela el género que le otorgó preponderancia a su carrera como autor, y a sus personajes femeninos los atesora como las niñas de sus ojos, lo cual le dificulta la tarea a la hora de escoger alguna de sus heroínas sobre otras.
Lleva once años en una relación con la actriz y cantante venezolana Mariaca Semprún, pero a principios de este año la pareja decidió agregar el “papelito” legal como accesorio a un matrimonio ya consolidado, en una ceremonia que exorcizara las improntas dejadas por el 2020.
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Hace siete años, el exilio se presentó a través de un hilo telefónico convirtiéndose en un huésped no deseado, con el que ha tenido que capear, nostalgias, duelos y desarraigos; pero también le ha servido para afianzar la firme convicción de que nunca debemos dejar de intentar cambiar las cosas por “imposibles” que parezcan. Seguir “buscando un país” que tarde o temprano lograremos hallar, a pesar de los “tiempos feroces” que nos toque transitar.
Es Leonardo Padrón. El escritor, el cinéfilo, el melómano y el poeta. El de “Cosita Rica” y “Amores de fin de siglo”, el de los cuentos infantiles y la crónica adolorida. El hombre que venera a la mujer en todas sus dimensiones y proporciones con la misma pasión con que siente el padecer de la “Patria suya, mía y de todos los venezolanos”.
“Caracas era una victoria. Todo estaba por hacerse y se estaba haciendo”
Cuéntanos un poco sobre tu infancia. ¿Cómo era el hogar del pequeño Leonardo, y cómo era esa Caracas de tu niñez y adolescencia?
Yo vivía en El Paraíso. Literalmente. Y no mordí la manzana bíblica del destierro sino hasta 25 años después. El Paraíso, situada al noroeste de Caracas, era una urbanización de grandes arboledas y viejas casonas. Yo habité uno de sus primeros edificios, de apenas cuatro pisos y sin ascensor. Fue una época que recuerdo como quien recuerda un domingo luminoso a las cinco de la tarde. Allí descubrí, desde mi ventana de hijo único, la imaginación, la complicidad de los amigos de la cuadra, el canto de las cigarras anunciando la lluvia, las caimaneras de beisbol, el amor platónico, y la libertad de trashumar por sus calles sin fin, cubiertas de hojas secas y metras olvidadas. El Paraíso era mi país. En ese entonces (años 60 y 70), Caracas era una victoria. Todo estaba por hacerse y se estaba haciendo. No había mayores sobresaltos políticos ni sociales. Los únicos terremotos fueron los propios de la infancia y adolescencia y el sismo del año 1967 que me hizo conocer la intemperie nocturna de mi plaza preferida.
¿Cómo llegó a ti la convicción de que las letras serían tus compañeras de vida y de batalla? También nos gustaría saber cuál fue el primer libro que leíste y tu primer escrito no profesional.
Pudiera hablarte de la temprana adicción que tuve por los suplementos (así se le llamaba a lo que ahora conocemos como comics). Los compraba sin descanso. Luego intercambiaba con el “kioskero” de la esquina un lote de viejos ejemplares por algunos recién llegados. Ese kiosko –donde a veces se estrellaban carros con conductores borrachos en la madrugada– fue mi primera librería. Ya comenzaba a sumergirme en la piel de la ficción. A su vez, mi mamá alimentaba mi vocación lectora comprándome los clásicos juveniles. Y llegaron La Isla del Tesoro, Viaje al Centro de la Tierra, Los Tres Mosqueteros, Las Aventuras de Huckleberry Finn, en fin, Verne, Stevenson, Dumas, Mark Twain y más adelante, sentado en un pupitre, entré en el Romancero Gitano de Lorca, en los cuentos de Horacio Quiroga, en el Lobo Estepario de Hesse, en los paisajes minuciosos de Rómulo Gallegos, en Sábato. Pero no olvido el día en que el vendedor de libros a domicilio del Círculo de Lectores trajo a la puerta de mi casa una edición de Cien años de soledad, de García Márquez, con un dibujo en la portada de una mujer vestida de negro profundo, atascada en el rincón de una casa inmemorial: era Úrsula Iguarán, la recia madre de los Buendía. Ese libro inauguró una fiesta personal en mi sensibilidad como lector.
Mi primer texto no profesional fue en un género que más nunca intenté: el cuento. Escribí dos cuentos y solo se los mostré a Lito, mi primo más cercano, y su enjambre de amigos, todos 5 o 6 años mayores que yo, que pasaban los días escuchando las guitarras rabiosas de Ritchie Blackmore, Alvin Lee y Eric Clapton. Ellos me llamaban Frank Zappa. Y recuerdo que celebraron mucho esos ingenuos textos de un adolescente de 14 años. De allí, vino un largo silencio, hasta que apareció la poesía.
“La vida en pareja posee unas exigencias que implican toda la trascendencia de un compromiso emocional de alto vuelo”
Aunque Leonardo Padrón tiene una extensa producción literaria que incluye poesía, cuentos infantiles, crónicas, ensayos, artículos de prensa, guiones cinematográficos, unitarios para televisión y hasta audiolibros; sin duda su mayor fama se la debe a las telenovelas, donde la mujer tiene una importancia sustantiva.
¿Entre todos los personajes femeninos que has escrito, pudieras nombrarnos tres por los que guardas un especial cariño?
Te digo cinco.
Lejana San Miguel, en Amores de Fin de Siglo, interpretado por Ruddy Rodríguez. Era un personaje ungido de aliento poético y dimensionado por la belleza de Ruddy. Una prostituta que cuando hacía el amor olía a durazno.
Patria Mía, en Cosita Rica, magistralmente interpretado por Gledys Ibarra. Ese personaje era una metáfora descarada del país: una mujer maltratada, herida, sola, pero corajuda, guerrera, y madre perpetua.
María Suspiro, la morocha díscola de Cosita Rica, encarnada por Marisa Román, que hizo un memorable trabajo.
Micaela, la protagonista con síndrome de Asperger de La Mujer Perfecta, rol desempeñado por la inolvidable Mónica Spear.
La Popular Shirley, un volcán tropical de encanto y humor que tan estupendamente encarnó Mariaca Semprún en La Mujer Perfecta.
Pero me cuesta ignorar a Chocolate y La Vikinga (AnaKarina Manco y Fabiola Colmenares, en Amantes de Luna Llena), o a Mamasanta (Tania Sarabia en Cosita Rica). En fin, decir solo tres es imposible.
Y hablando de mujeres, en enero de este año te lanzaste al agua con tu compañera, la actriz y cantante venezolana Mariaca Semprun. Luego de once años degustando verdes y maduras juntos, ¿qué los llevó a decidir que era el momento de darle firma legal al amor?
Para mis efectos, ya yo estaba casado con Mariaca. La vida en pareja posee unas exigencias que implican toda la trascendencia de un compromiso emocional de alto vuelo. El papelito siempre me ha parecido accesorio. Pero quisimos renovar votos, hacerle un contrapeso al extraño 2020 y comenzar el 2021 con un ritual que fuera otro nudo más en la fuerza de nuestro vínculo. Amén de la practicidad que entraña en un país como Estados Unidos.
Otro suceso exitoso en la carrera de este gran escritor fue, sin duda, el programa radial “Los Imposibles” donde ha entrevistado a importantes personalidades de distintos ámbitos sociales y todos exitosos en sus áreas. Este formato luego se convirtió en una colección de 7 libros e incluso se produjo una versión para la televisión.
¿Cómo surgió la idea de hacer “Los Imposibles”? y ¿Cuál fue la entrevista más “imposible” que tuviste que enfrentar?
Un día Jaime Ross, gerente de Unión Radio, me llamó a su oficina y me dijo que querían que yo hiciera un programa de radio. La propuesta me sorprendió porque la radio no estaba en mi radar de intereses. Le pedí una semana para pensarlo. Si lo hacía, quería que fuera algo distinto a lo habitual, y algo que yo realmente disfrutara. Pensé entonces en un programa de entrevistas, que es un género que me gusta mucho, pero quise darle un carácter atemporal, distendido, más parecido a una conversación, ajeno a coyunturas noticiosas. En definitiva, diseñar un programa que no envejeciera. Así nació Los Imposibles.
¿La entrevista más “imposible”? Quizás la que efectivamente nunca ocurrió. Fue con Juan Gabriel, la gran estrella de la canción mexicana. A pesar de que estuve toda una tarde con él, acompañándolo a una visita a la nueva sede del Sistema de Orquestas Juveniles e Infantiles, donde el propio Gustavo Dudamel nos llevó a recorrer las instalaciones, y luego lo acompañé al Poliedro, donde iba a realizar su concierto, finalmente la entrevista no se dio. Pero toda la jornada da como para una crónica que aún me debo.
“El exilio es una montaña muy empinada,
donde a veces te falta el oxígeno”
Dicen que la realidad supera la ficción y esto seguro aplica en el caso de Leonardo Padrón. Su posición crítica y sin concesiones ante la situación política de Venezuela es ampliamente conocida, lo que lo llevó a convertirse en una persona “molesta” para el régimen. Tal fue la incomodidad que los artículos y crónicas de Padrón causaron a las altas cúpulas del poder que en 2017, durante un viaje a Miami para concretar llevar a esa ciudad el espectáculo teatral “Piaf, voz y delirio” que protagoniza Mariaca Semprun; Padrón recibe una llamada telefónica donde le alertaron que funcionarios del SEBIN (Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional) estaban indagando sobre la fecha de su retorno a Venezuela. Esa llamada cambiaría la vida de Leonardo Padrón, empujándolo hacia un exilio no planificado.
¿Cuéntanos un poco cómo fue ese momento y cómo llegaste a la decisión de exiliarte? ¿En ese instante pensaste que se trataría de una situación temporal o sentiste que había que cambiar la ruta, sin saber cuándo volverías a pisar el pasillo de Cruz Diez?
Esa llamada de alerta me cambió la vida. Apenas colgué le dije a Mariaca que debíamos quedarnos en Miami. Por supuesto, siempre pensé que sería una situación temporal. Y hoy, cuatro años después, hay una parte de mi fuero interno que sigue pensando que es temporal. Fue como un hacha que rompió en dos mi talante anímico. Nunca he sido un tipo depresivo ni mucho menos. Pero mi proverbial optimismo empezó a crujir por todos sus rincones. Acababan de levantar un muro que me separaba de mis hijos, mi madre, mi ciudad, mi biblioteca, mi computadora, mis amigos, en fin, mi casa toda. Se inauguraba el exilio dentro de mí. Nada menos.
¿Qué ha sido lo más difícil durante estos años de exilio?
Transitar la complejidad emocional que entraña esa palabra. El exilio es una montaña muy empinada, donde a veces te falta el oxígeno. Te toca lidiar con la sensación de desarraigo, que puede ser demoledora. Se te astilla el sentido de pertenencia. Tienes que replantearte tu rutina, tus fuentes de trabajo, asimilar las reglas de juego del nuevo entorno que ahora habitas. Es una faena que no sabes cuándo termina. Y si acaso alguna vez termina.
En 2015 lanzaste un libro de crónicas titulado “Se busca un país”. Recuerdo que durante una feria de libros en Chacao, donde estuviste invitado para la firma de ejemplares, me acerqué al stand con tu libro y el volumen 6 de “Los Imposibles” y aunque todos te pedían que firmaras tu nuevo lanzamiento, yo te pedí que me firmaras el otro libro y te dije que cuando hallásemos el país que buscábamos, te encontraría para que lo firmaras. Han pasado siete años de eso, quizás los siete años más complejos de nuestra reciente historia y seguimos buscando al país.
Según Leonardo Padrón, ¿Qué necesitamos para finalmente encontrarlo? ¿O acaso estamos empeñados en buscar donde no es?
Es una respuesta muy compleja, que necesitaría más tiempo del que tolera este espacio. Pero sin duda, necesitamos un liderazgo opositor más asertivo, lúcido e imaginativo en sus ideas. Necesitamos refrescar las estrategias. Reunir a las mejores mentes de nuestra generación (parafraseando equivocadamente a Ginsberg), que trasciendan la comarca política. Necesitamos la unidad real, total, envolvente, inequívoca, de todos los millones de venezolanos que hemos padecido los estragos del chavismo. Necesitamos resolver puertas adentro las crónicas diferencias que hay en una oposición que recela de la espalda del otro. Necesitamos no seguir destruyéndonos entre nosotros mismos, pero para eso debemos restituir la confianza perdida. Necesitamos entender en toda su magnitud el carácter criminal del adversario. Necesitamos vencer la desesperanza, aprender de la historia, renovar los liderazgos. Pero, eso sí, nunca dejar de intentarlo.
“Me pidieron una historia original mía. La pensé. La encontré. Se las envié. Y el resto es historia”
Pero a pesar de todo Leonardo Padrón ha sido afortunado y pudo volver a triunfar con su oficio en otras latitudes. La telenovela de Univisión–Televisa “Amar a Muerte” se convirtió en un éxito de audiencia desde el primer capítulo, arrasando en los premios TVyNovelas. Luego fue convocado para realizar la versión de la telenovela mexicana “Rubí” en formato de serie con 25 episodios, y en estos momentos nuevamente Televisa y Univisión ponen en pantalla “Si nos dejan”.
¿Sientes que finalmente eres profeta en cualquier tierra?
No puedo negar que mi travesía laboral en el exilio arrancó con muy buen pie. Tuve la suerte de seguir haciendo lo que sé hacer para ganarme la vida. Y eso es un privilegio escaso. Por supuesto, está en mí no defraudar la confianza de quienes han apostado por mi historial. Y además seguir descifrando, día a día, los retos de la actual narrativa audiovisual. En todo caso, no soy el único venezolano que está triunfando fronteras afuera. La lista es interminable y valdría la pena hacerla un día para atenuar un poco esa sensación de país fallido.
Y por si fuera poco, una de las plataformas de contenido en streaming más importante del mundo llamó a Leonardo Padrón para que les escribiera una nueva serie.
¿Tuviste alguna vez el “Pálpito” de que crearías una serie para Netflix?
No. Era un deseo lógico, natural, pero ni siquiera lo manifestaba abiertamente. Cualquier escritor de TV va a querer escribir para una plataforma como Netflix, por todo lo que implica, obviamente. Pero no había hecho la más mínima diligencia al respecto. Estaba totalmente sumergido en un proyecto para Televisa y Univisión, cuando ocurrió la llamada de un alto ejecutivo de Netflix. Vino la reunión en persona. Me explicaron la forma de trabajar de Netflix (donde se celebra y rescata la figura del escritor como el real creador de la historia). Me pidieron una historia original mía. La pensé. La encontré. Se las envié. Y el resto es historia, para cerrar con una frase original.
Profesionalmente hablando, ¿qué le falta por hacer a Leonardo Padrón?
Muchísimo. Por definición, un creador no piensa en el momento del vacío. No se trata de llenar una planilla con proyectos cumplidos. La pulsión creativa sigue intacta en mí. La necesidad de seguir explorando los límites de la poesía, de la ficción, del idioma. La búsqueda de algún nuevo lenguaje. La imaginación no tiene fecha de vencimiento.
Cerramos esta entrevista con nuestro acostumbrado cuestionario de respuestas cortas:
¿La Playa o la Montaña?
La montaña. Ya hay un pacto firmado entre ella y yo.
¿Una Canción?
“With or without you”, de U2.
¿Amores de Fin de Siglo o La Mujer Perfecta?
Cosita Rica. Pero con la compañía inseparable de las que nombraste.
¿Una Comida?
La pasta, en todas sus posibilidades.
¿Ocasos o amaneceres?
He aprendido a coleccionar ambos. El espectáculo es gratis e interminable.
¿Una Película?
Muerte en Venecia, de Luchino Visconti. O El Último Tango en París, de Bertolucci.
¿RCTV o VV?
A RCTV le debo mis inicios. A VV la consolidación de mi carrera. Elegir sería un acto de ingratitud total.
¿Un Recuerdo?
La vista entera del Ávila desde la proa de mi apartamento en Chulavista.
¿Diálogo o Desobediencia?
Un diálogo que reniegue de las intenciones torcidas de sus miembros.
¿Una grosería?
¡Mierda!
¿El Cine o el Teatro?
El Cine. En él están la música, el teatro, la poesía, la novela.
Finalmente, te encomiendan escribir el guion para una película que hable sobre la situación actual de Venezuela, ¿Qué título le pondrías?
Mi más reciente libro de crónicas, que justamente intenta retratar la situación del país, se llama “Tiempos Feroces”. Creo que en estos momentos me vería tentado a usar ese título, por razones obvias.
Entrevista realizada por Richard Rey
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