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Camilo Pino – Foto por Andres Manner

Qué haría usted para ganarse veinte mil euros, una suma nada despreciable por la cual viajarán a Europa padre e hijo, Alfonso Dubuc y Emiliano, dos seres absolutamente distintos: el primero adorador de la poesía y más aún de los libros; el segundo, un empedernido fanático de Candy Crush que odia con todo su ser a los libros.

 Así comienza la historia de «Crema Paraíso» de Camilo Pino, a quien leo por primera vez. De su libro «Valle zamuro» recuerdo comentarios que se paseaban por los extremos, jamás en las mitades, pero no sabría opinar en este sentido porque, insisto, no lo leí, pero eso es lo bueno de los libros y las lecturas, cada quien puede formarse su opinión. En cuanto a «Crema Paraíso» me decanto por el lado positivo, pues sin duda es una novela simpática, dinámica y muy entretenida. Cuando me acerco a un libro trato siempre de contradecir lo que dice la contratapa, la sobrecubierta, el cintillo o el hablador. En este caso en la propia portada el escritor Alberto Barrera Tyszka dice: «un relato veloz que sabotea todo lo que toca…» y estuve de acuerdo con esa idea, no pude contradecirlo, pues en «Crema Paraíso» las cosas suceden más rápido de lo que uno se espera.

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Asistimos así a la juventud del poeta Alfonso Dubuc, admirador declarado del Chino Valera Mora, cuando estalla el reconocimiento de su obra, al punto de merecer el Premio Reina Sofía. Parte de su consagración se lo debe al poema «Instituto Postal Telegráfico», sin dejar de lado «Tormenta en Crema Paraíso» y menos aún «la fuerza irrebatible» de «»!@#$%&!»» poema con el cual reventó el rating del reality show donde participó en compañía de su hijo, Emiliano, junto a dos despampanantes alemanas, Beata y Ulrika (madre e hija respectivamente).

Con el correr del tiempo se pone en duda si la fama del poeta Dubuc se debe a su talento o a todo un complot bien orquestado por la Stasi alemana y las argucias de Beata (de ella guarda, dice, «el material erótico más preciado de mi vida») quien coincidió con Dubuc en su viaje a Casa de las Américas en Cuba a principios de los ochenta. Allí pudo haberse codeado con grandes poetas como Benedetti, Ernesto Cardenal y Nicolás Guillén, pero fue expulsado de la isla por razones que usted, estimado lector, deberá descubrir. 

«Crema Paraíso» presenta también como temas paralelos pero igual de importantes, la relación padre-hijo, sus contradicciones pero también el amor que es capaz de resurgir en medio del caos y el declive del hombre cuando llega a la vejez y merma la salud. De aquí nace entonces otro subtema: la locura. El poeta Dubuc empieza a desvariar y para controlarlo es necesario que Emiliano le dé sus «mandarinas» para que no pierda la cordura, más aún si están en la búsqueda de esos veinte mil euros.

Camilo Pino – Foto por Roberto Mata

El texto también rinde una suerte de pequeño homenaje a la poesía venezolana y a varios de sus poetas emblemáticos, así como a grupos, peñas o talleres literarios que marcaron una época y que aún resuenan en la memoria colectiva de la literatura nacional: el grupo Tráfico, el taller Calicanto, el Techo de la ballena, entre otros. La estructura de la novela se divide en tres partes, quizás un tanto desequilibradas en extensión, siendo para mí la segunda parte la mejor lograda o la que más me atrapó: por un lado, el personaje Alfonso Dubuc, el poeta, goza de un humor muy especial; por el otro, es capaz de burlarse de algunas personalidades de las letras venezolanas, bien por envidia, bien por la arrogancia naciente de su supuesto éxito literario, situación que lleva a preguntarme cuánto de razón tendrá o no Alfonso Dubuc (¿o Camilo Pino?).

Los invito a leer «Crema Paraíso» y a ver Die Kreuzung, el reality show de donde surgirá un video muy comprometedor para el poeta Dubuc, un hombre que tiene «el don de la seducción infalible», pero que pudiera estar perdiendo la cabeza, quién sabe si por demencia o por aquellas limonadas frappé tan heladas que le agujerearon el cerebro y que tanto le gustaban.

 

Fun facts:

  1. Inevitable no recordar las merengadas, los perros calientes y las limonadas frappé de Crema Paraíso. Allí me llevaba mi padre, al de Santa Mónica o Colinas de Bello Monte, Caracas.
  2. Tendría dos años mi primer hijo. Fue en el Crema Paraíso de Santa Mónica en donde tuve que asearlo pues el pañal no contuvo todo su potencial estomacal. Allá quedaron todas las prenditas de vestir.
  3. El episodio del hotel cubano de la novela me recordó mi anécdota personal en el antiguo Hotel del Lago en Maracaibo bajo la administración chavista (me dijeron que ahora se llama Tibisay Hotel, no sé): Habitaciones sin aire acondicionado (¡En Maracaibo!), alfombras y paredes enmohecidas, entre otras desgracias que no quiero recordar.
  4. Mi agradecimiento a Camilo Pino por hacerme llegar el libro. Si en tiempos normales es de una amabilidad tremenda, en tiempos de Covid es de una desbordante generosidad. ¡Danke!

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Jason Maldonado
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Licenciado en Letras y escritor.

Columnista en The Wynwood Times:
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