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«Hay muchísimas personas que se confunden y creen que el arte es cualquier cosa. Pues no, pero me preguntas si el arte está en todos lados, y te respondo que sí. Por ejemplo, el arte puede estar en el aire, en el mar, en la tierra, en el viento, en el fuego. El arte también puede ser un objeto cotidiano, pero hay que saber manejar eso para que realmente sea arte. Y no cualquiera puede hacer arte, igual que no cualquiera puede ser pianista o peluquero. Mientras uno logre las cosas por dedicación y estudio, va trascendiendo y luego puede que haya una evolución en ti, aún si la evolución sea que dibujes, colorees o pintes menos. Pero eso hace que esa evolución tuya vaya por un camino hacia donde tú decidiste avanzar como artista, que te acerque más a tu discurso».

Así comienza esta conversación con un ser sumamente perceptivo, audaz y tenaz. Hoy tengo el gusto de escuchar a Iván Salgrero, artista plástico y diseñador industrial, un hombre profundamente humano y por demás muy perseverante, de grandes talentos, pero de un solo don, el don de saber esperar. Salgrero corre a la velocidad de la luz, pero cuando se le pide hacer una pausa se detiene, respira, exhala y escucha con paciencia. Definitivamente supo y sabe esperar.

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Entonces, Iván, se puede seguir hablando de una “evolución en el arte” ¿Se puede afirmar que el arte evoluciona?

Yo creo que sí y además se puede notar que desde los tiempos del academicismo, los grandes maestros del Renacimiento marcaron una gran evolución a través de los estudios de las cosas, como con Leonardo Da Vinci y sus estudios de la anatomía, medicina y demás cosas. Pero sucede que la evolución llega a un punto en que puede ser muy delicada. Pondré como ejemplo la tecnología, ella nos ha hecho evolucionar como seres humanos, pero a la vez puede estar causando una involución, a veces involuntaria.

En el caso del arte hoy en día se han visto casos tan numerosos de personas que ven que algo funcionó en la calle y dicen “No, yo también soy artista y quiero hacer lo que me da la gana. No sé dibujar, no sé pintar, pero sé que si lanzo unos manchones y tiro unas bombas llenas de pintura y quedan bonitas, van a decir que soy artista”. En ese sentido, para mí hay una involución del arte, porque para ser un artista no solo tienes que estar al corriente de la moda. No critico a quien tiró un chorreado con estudio, critico a quien tira un chorreado sin estudio porque cree saber imitar a otro. Entonces puede haber una corriente como hoy en día la vemos después del posmodernismo, de la modernidad y de la contemporaneidad.

El Ávila

 

¿Cuál ha sido ese punto cumbre en el arte y en el diseño industrial desarrollado hasta ahora por ti?

Quiero hacer alusión al Ávila que hice de la fachada de la quinta de la señora Silvia Rodríguez Feo, presidenta de Seguros Mercantil, que fue un punto de evolución bastante notable en mi obra, porque antes de desarrollar esta pieza físicamente en hierro, ya yo venía haciendo un estudio del Ávila a nivel pictórico, donde trascendí del Ávila panorámico que la gente quiere, que es un Ávila parecido al de Cabré o al de Pedro Ángel González. Hubo quienes tuvieron incluso la osadía de decirle a un artista de trayectoria, que ya tenía 20 años pintando el Ávila, algo como esto: “Yo quiero que me hagas un Ávila, Iván, pero como Cabré”. Y yo como soy difícil y de tendencia marcada, a veces, le decía a la persona “Bueno, pues reviva a Cabré, porque el Ávila que va a hacer Iván Salgrero no tiene techitos rojos ni haciendas, porque esa época yo no la viví”, que te quiero decir con todo esto, que tiene que haber un respeto hacia el artista.

Yo considero que sí ha habido una evolución entre diseño y arte, porque una vez que empecé a mutar, a no hacer ese Ávila tal cual como la foto que me presentan esos grandes avilistas que no tienen en cuenta más que la visión actual o moderna del cerro, ni el crecimiento de la ciudad; o como el Ávila, con el ambiente y la contaminación, ha podido cambiar sus tonalidades a nivel visual. Yo empecé a ir más allá de eso y mostré unos Ávilas surrealistas, picados, rotos, rasgados, hasta que descubrí la fórmula de rebanarlo en pedazos. Y planteé la similitud con un pan de sándwich rebanado; como si el pan fuera el Ávila y yo lo rebanara y pudiera separar sus piezas un poco, para dejar ver lo que está detrás de aquello, porque soy el único avilista que ha logrado tener la visión de que detrás del Ávila hay un mar, un océano, hay una ventana hacia el futuro, hacia el mundo; hay un puerto de entrada para que haya todo tipo de cosas. A eso lo llamé “Ávila seccionado», y después se dio la oportunidad de hacerlo en una reja física. Entonces el arte como tal pictórico lo muté hacia la tridimensionalidad y allí involucré la escultura, pero esa parte necesitaba diseño porque había que resolver anclaje, cómo se iba a transportar, cómo se iba hacer el módulo para poder sacarlo del taller que queda en un piso dos, cómo iba a ser el mecanismo de apertura de la puerta. Así es como involucro esa dualidad de arte con diseño.

En los actuales momentos, ¿se encuentra Iván Salgrero en su área de confort?

Iván Salgrero está en su área de confort en cierto grado y en otro, no tanto. El área de confort hace que un artista se pueda quedar cómodo con algo que funciona y que le da dividendos, pero no puede ser sólo eso. Él está cómodo ahora, en el sentido de que sigue creando. Sigo sacando ideas que son importantes, que se están desarrollando en mi taller, no solo por mí, sino que están quedando asentadas en libros de bocetos, en carpetas para futuras obras que se puedan hacer cuando se requieran, ya sea que yo esté aquí o no. Y no está en el área de confort en el sentido de que estamos en una posición incómoda, sobre todo por la situación país, porque los materiales ya no se consiguen con la misma facilidad, no hay la misma gama de materiales de antes, no hay colaboración de parte del gobierno, etc.

Sin embargo, seguimos trabajando y tratando de hacer que nuestra realidad cambie por nosotros mismos para tratar de seguir teniendo cierta comodidad. Yo soy un artista que se reinventa semanal o mensualmente dentro de su misma tendencia. Estoy buscando pequeños cambios que se evidencian en la obra y que ella tenga algo nuevo que ofrecer. Ojo, no considero que esté haciendo una innovación en el arte como que nunca se había pintado en colores e Iván Salgrero introdujo el color. No, mi Ávila igual es un Ávila, es una forma de la vida. Mis figuras humanas son eso, figuras humanas, no extraterrestres con cabezas raras y cosas así, pero sí buscan demostrar un sentimiento y que sea adoptado por las pocas personas a las que pueda hacerles latir duro ese corazón y que el alma haga sonar la alarma del efecto ¡Wow!. Eso sí hace que uno diga “voy por buen camino”.

 

Sobre el tiempo y la trascendencia

 

¿Qué significa el tiempo en el arte para Iván Salgrero? El tiempo se puede recuperar, el tiempo avanza, se guarda. ¿Cómo han sido tus tiempos en el arte y en el diseño?

El tiempo puede ser una bendición, como puede ser un problema; hace que uno consolide cosas. En el tiempo está el aprendizaje, asentar nuestras bases como artistas, como personas, como seres humanos. En el tiempo está la sabiduría. Mi ejemplo particular es que yo empecé desde muy niño a ser dibujante, pintor, de manera autodidacta. Cuando llegué al diseño me fui por el lado industrial porque ya dominaba muchas cosas gráficas y quise extender más ese aprendizaje sobre cosas manuales: maquetas, mecanismos, volúmenes, cosas tridimensionales. Entonces decidí seguir mi carrera de artista y abordar la carrera de diseño industrial porque iba a tener más aprendizaje.

El tiempo hace que uno pueda dejar huella, que pueda hacer historia. Creo que he hecho historia en el arte porque he dejado testimonios de cosas relevantes. He formado muchísimos alumnos, en el tiempo se va desarrollando ese nexo o esa figura de respeto de la que pueden decir “mi profesor Iván Salgrero me enseñó hace 30 años todo lo que sé de dibujo”.

El tiempo se puede recuperar, lo digo porque tengo un caso particular en que empecé siendo autodidacta y luego estudié, luego trabajé con un maestro nacional, y después con otro y con otro, hasta que llegué a ser profesional. Pero por motivos emocionales y personales desvié mi camino, la vida me mostró cosas que tenía que resolver y caí en un mal camino del cual gracias a Dios y a mi voluntad pude recuperarme. Y empecé de nuevo hace veinte años, cuando ya tenía otros veinte años como artista. Empecé de cero, sin nada, sin casa, ni herramientas, ni colores, sin lienzo, ni pintura, ni pincel, pero con ganas. Y volví a trabajar. Volví a crear otro taller, y otro, y otro. Pude rescatar mi imagen, mi nombre y por eso mi lucha en el tiempo está en seguir trabajando para dejar un aspecto positivo siempre.

Para que un artista plástico trascienda, ¿debe tener éxito?

Mira, para que un artista plástico trascienda, no es necesario que tenga éxito. El arte de Van Gogh fue trascendental a nivel histórico, su pincelada, su enfoque, su punto de vista, su técnica, sus vivencias fueron maravillosas. Pero él en vida solo vendió un cuadro y se lo compró un hermano por una cantidad irrisoria de dinero; pero la trascendencia de Van Gogh en el arte fue increíble. Ocurre en la vida de un artista, por ejemplo, que no se muestra, que no se da a conocer en galerías o en museos, pero es un gran artista y trabaja como una máquina, tiene cientos y miles de obras en su casa, ha trascendido desde su interioridad porque quizá superó las primeras obras que hace veinte años no le gustaban y logró conseguir su camino, trascendió dentro de su carrera personal. Pero eso no lo hace necesariamente exitoso, porque el éxito puede ser personal o puede ser proyectado a nivel económico. También hay artistas que se venden carísimo, pero a nivel artístico realmente no han trascendido. O sea que es una pregunta sumamente compleja, porque puede haber trascendencia con éxito y puede haber trascendencia sin éxito, dependiendo de cómo se vean la trascendencia y el éxito, y con qué se coteje cada uno.

Urbano Arboreto

¿Es el proyecto Urbano Arboreto el plan más importante ahora de Iván Salgrero? Háblame de esta intención.

Qué bonito. Sí, el proyecto Urbano Arboreto es hasta ahora el proyecto de mayor envergadura que estamos emprendiendo. Sobre todo mi jefe de taller y socio, que es mi hijo, porque aunque yo fui el que le di la forma y el concepto que tiene, él ha sido mi maestro de vida y la persona fundamental con quien he podido proyectar este árbol para que trascienda en la vida de los venezolanos, y especialmente en los caraqueños. El proyecto es hermosísimo porque, en primer lugar, no hay ningún otro artista que pretenda arborizar la ciudad con árboles de hierro o árboles escultóricos, que tengan como fin varias cosas: 1. Mejorar espacios públicos con arte. 2. Integrar a las comunidades. Que sin importar que seas negro, blanco, religioso, político o apolítico, todos puedan disfrutar de mi obra y del espacio recuperado. 3. Mostrar, con este ejemplo, que sí se puede, con paciencia, con pasión, entrega y perseverancia, lograr algo importante para el bien nacional. Aún más allá de la pandemia, es menester de un artista tratar de darle momentos de felicidad a la ciudadanía para poder aliviar la agonía que estamos viviendo en un país como este, que tiene múltiples problemas.

Urbano Arboreto es como si planteara que cada edificio tuviera que terminar arriba de su azotea con un área verde, con árboles, para que siga produciendo oxígeno, para que sigan dándonos aire y sombra, a la vez que nos invita a ser garantes de poder ayudar al planeta, ya que se ha planteado que algunos árboles tendrán elementos de reciclaje, como botellas plásticas que serán estratégicamente colocadas en algunas ramas para que cuando el sol ilumine esas hojas, se traduzca en algunas manchas de colores en el piso como si fueran vitrales.

Eso es parte de la investigación y de la trascendencia del propio proyecto. Ya existe un árbol que da fe de que se puede lograr algo hermoso, no lo puedo titular como Urbano Arboreto aunque haya dado origen a pensar en el proyecto. Se colocó en Los Palos Grandes, en principio ofrecí esta escultura y hubo que vender el proyecto a la comunidad, tocó sacar permiso en la alcaldía y hacer diversos trámites, al momento de instalarlo llegó la pandemia y retrasó diez meses mi proyecto, finalmente fue inaugurado en diciembre de 2020 y ha sido un éxito.

 

Debemos finalizar, Iván, has hecho proyectos de gran relevancia, desde la realización de Dummies hasta labores de restauración de maquetas, serigrafía y ensamblaje de piezas en el taller del maestro Carlos Cruz Diez. Cuéntame un poco cómo fueron esas experiencias.

Yo empecé haciendo mi vida profesional, y como artista tenía que comer. Así que fundé un taller creativo que tenía mucho de diseño de letras y letreros luminosos para Banesco, Citibank, Mercantil. Ahí ponía mi parte de diseño industrial a trabajar, para lo que es creación de piezas volumétricas, letras corpóreas, instalaciones, mientras me formé como un empresario a nivel de taller, para poder satisfacer la necesidad de merchandising, como se llama realmente a nivel publicitario a ese tipo de diseño que tienen que ser atractivos, llamativos, funcionales. También hice helados para los comerciales de Tío Rico, hice galletas, hamburguesas. Incluso llegamos a hacer réplicas de armas de fuego para películas de cine. Y digo, logramos hacer, porque aunque yo terminaba realizando el ochenta por ciento de las cosas, contaba con mi hijo, que es mi socio y quien me asistía en otras labores de pintura para lograr los tiempos, que son sumamente cortos cuando te encargan trabajos de este tipo. En más de un caso vinieron a mí un lunes desde una productora de cine a encargar tres pistolas de un modelo específico para una película y resulta que esa toma se tenía que hacer un miércoles, y nadie más en Venezuela se las hacía en ese tiempo.

No puedo culminar esta entrevista sin antes contarles que Iván Salgrero Curiel egresó con honores por sus altas calificaciones de la primera promoción de diseñadores industriales del Instituto de Diseño Caracas. Presencié, además, su entrega apasionada en la construcción del mural Homenaje a Jesús Soto ubicado en el exterior del edificio Vista Hermosa, en la segunda transversal de Los Palos Grandes, en Caracas. Por si fuera poco, gracias a su ímpetu y vocación de servir al país logró posicionar su Ávila en el prestigioso y añorado Hotel Humboldt de Caracas.

 

¡Enhorabuena, Iván!

 

 

Contacto:

 

  • IG: @ivansalgrerocuriel

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Yelitza Méndez García
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Licenciada en Comunicación Social, locutora y cursante Doctorado en Educación UCAB.

Colaboradora y articulista de The Wynwood Times.