Solveig Hoogesteijn.
Entrevista realizada por Richard Rey y Rafael Baralt.
Cuando hablamos de personajes referentes de la cultura en Venezuela, aparece el nombre de Solveig Hoogesteijn. De raíces europeas y educación caribeña, no solo gerencia de forma exitosa uno de los centros culturales más importantes del país –el Trasnocho Cultural–, también estuvo a cargo de la dirección de la película más taquillera del cine venezolano. Promotora cultural, directora, productora y guionista de cine; en esta entrevista exclusiva para The Wynwood Times, conoceremos un poco más de esta exitosa mujer que sigue apostando por un país aún por construir.
«Mis vivencias y experiencias siempre estuvieron marcadas por la contraposición de dos mundos»
RB – Tienes raíces holandesas y alemanas. Naciste en Suecia pero te criaste en Venezuela. ¿Háblanos un poco de esos orígenes familiares y de cómo fue la adaptación a este nuevo mundo tropical?
SH – Mis orígenes familiares son bastante complejos. Mi abuelo materno nació en un pueblo que era belga y después fue alemán, mi abuela materna –cantante de ópera– tiene un apellido francés. Hoogesteijn, mi apellido paterno, sí es totalmente holandés. Mi padre holandés se casa con mi madre alemana en el año 1943 y Hoogesteijn hace pensar en raíces judías, por lo que tiene que demostrar que es ario.
Adquirí la nacionalidad alemana por mérito, no por herencia. En realidad quien debería darme el pasaporte es la Unión Europea, porque ahí está Francia, Alemania, Bélgica, Holanda y nací en Suecia. Me trajeron a este trópico a la edad de un año. A los 18 años tuve una beca, en ese entonces trabajaba como locutora de radio. Fue allí cuando, por primera vez, viví la experiencia de lo que es ser una persona muy europea por fuera, pero con una educación muy caribeña.
Mis vivencias y experiencias siempre estuvieron marcadas por la contraposición de dos mundos: de la casa para adentro era Europa, estrictamente, y de la calle para afuera era el desordenado Caribe. Dos mundos muy opuestos, lo cual me causó muchísimo conflicto en mi juventud y adolescencia. Yo quería pertenecer. Esa es una etapa en la que uno busca cuál es la manada a la que uno pertenece. Y como yo siempre era extraña en cualquier lado donde me pusieran, yo me sentia muy infeliz.
Pero a los 21, cuando voy por voluntad propia para estudiar arte, voy descubriendo que, a pesar de mi educación caribeña, me puedo defender muy bien en Alemania. Empecé a comprender la enorme ventaja que significa pertenecer a dos culturas distintas, y hasta opuestas en muchos sentidos. Para el europeo, domar la emoción es parte de la educación. Es decir, subordinas tus emociones a tu inteligencia, a tu racionalidad. Mientras que para un latinoamericano, la exaltación de las emociones por encima de la racionalidad es un culto. Para mí ha sido de enorme provecho beber de ambas fuentes.
Solveig Hoogesteijn.
Por los años setenta viví nueve años en Alemania. Fui a estudiar arte y luego cine. Logré una beca. Me casé, estudié, trabajé, me divorcié y regresé. O sea, ya yo sé lo que es el exilio, vivir en otro país.
RR – En los setenta te fuiste a Alemania para estudiar cine. Cuéntanos sobre esa experiencia y cómo influyó en la línea de tu posterior producción cinematográfica.
SH – Mi primer largometraje de ficción, “El mar del tiempo perdido”, que es una adaptación de un cuento de Gabriel García Márquez, se nota mucho esa academia que yo tuve. En el sentido de que teorizas y no solamente entras por la vía de la praxis en los medios audiovisuales, como es la educación de la mayoría de los directores venezolanos. Nosotros fuimos una generación, ahí está Marilda Vera, Fina Torres, Miguel Curiel, una cantidad de gente de mi generación donde no habían opciones para estudiar cine en Venezuela. La opción para ser un profesional de verdad y tener todas las herramientas era lograr estudiar afuera. Eso para mí fue un aprendizaje maravilloso. Esa escuela llevaba solo tres años de fundada, es decir todavía experimentaban mucho.
«Yo creo que en la medida que uno tiene más consciencia de su individualidad, más sensibilidad tiene hacia la manera de ser distinta del otro»
La ventaja fue que cada medio año realizábamos una película, un documental o una de ficción, o una película en estudio; en todo caso teníamos la posibilidad de producir, de ya expresarnos a través del medio. Nos turnábamos en las funciones: yo hice desde guion, pasando por montaje, edición, dirección de fotografía, cámara, sonido, actuación, dirección y asistencia de dirección. Pasar por todas esas disciplinas te da el inmeso poder de resolver problemas que tuve después en mi carrera, donde tuve enfrentamientos también por ser mujer. En la academia tuve una educación muy intensa y completa, sobre todo –yo diría– fue una educación en la cual el acento estaba puesto en encontrar tu propia voz, tu propio estilo. Teníamos plena libertad de escogencia de temas, pero había una crítica más de parte de los propios compañeros estudiantes que de los profesores por encontrar tu propio estilo. Eso es una gran escuela y es algo de lo cual adolescemos aquí en Venezuela.
Estando hoy en día dirigiendo este centro cultural cada día estoy más consciente de la necesidad de alimentar al individuo, no porque ese individuo sea un ególatra o no tenga capacidad de ver al otro, todo lo contrario. Yo creo que en la medida que uno tiene más consciencia de su individualidad, más sensibilidad tiene hacia la manera de ser distinta del otro. Y esa es una tarea enorme que tenemos en Venezuela viviendo en un sistema totalitario que no importa que sea nazismo o comunismo, son las mismas estructuras. En esos sistemas tú eres una pequeña rueda de un gran engranaje mientras que los que dominan, los que están en el poder, ellos sí son individuos, ellos sí son tan extremadamente ególatras que pueden ser felices a pesar de la infelicidad de la mayoría. Eso no es válido para un artista. Un artista suele ser el primero que detecta los bemoles, las incongruencias, lo que anda mal, y reacciona a ello, o critica, o le da una solución, o lo trabaja con el humor o lo trabaja con la metáfora cuando hay censura, pero siempre encuentra una manera de manifestarlo y eso no es porque no le importa el otro, eso no significa que uno no tenga un compromiso con la sociedad y con su momento histórico.
RR – Al margen de lo que estás comentando. Si hemos caído en estas condiciones por algo de inocencia, de esa idiosincrasia caribeña, ahora que ya estamos pasando por esto, que ya son veinte años ¿Crees que hemos aprendido?
SH – Bueno, tengo mis dudas, porque yo me muevo de una clase alta hasta la baja, porque yo no le he temido entrar al barrio a conocerlo de cerca, eso después de mi experiencia europea, antes a mí me estaba prohibido ir a un barrio, catirita y demás, ni pensarlo. Es muy interesante porque yo siento que hay mucho sufrimiento y el sufrimiento permite aprender, pero hay también mucho resentimiento que fue el principal aderezo que utilizó Chávez por darle nombre y apellido para capturar a las masas. Hasta que nosotros como sociedad, y eso incluye a la clase media que somos de los pocos ilustrados que hay en el país, no reconozcamos que tenemos una gran deuda para con esa gran masa y que debemos hacer un trabajo social todos y cada uno de nosotros, esto no se salva, porque el resentimiento sigue estando allí, el resentimiento con el sufrimiento no forzosamente se redime.
Debemos vencer el miedo que le tenemos a la clase pobre y vencer el rechazo que le tenemos a su cultura, que yo he descubierto es muy rica y hay gente brillante tan dispuesta a aprender, con tanta creatividad que lo que da es dolor de que se pierda ese potencial. Así pienso yo, mucha gente me dice caramba usted parece… bueno, si no se hace algo entonces ese resentimiento se va a seguir acumulando. Y no vamos a lograr una sociedad democrática que está basada no solo en derechos sino también en deberes, y eso va desde el maltrato que da el patrón a los empleados.
Aquí en este centro cultural yo siempre le digo a todo mi equipo que esto se maneja muy horizontal, esa puerta siempre está abierta, a mí no me gusta cerrarla. Si la tengo que cerrar es por una cuestión personal, un chisme que no debe escuchar nadie, pero le digo a mi gente: Miren, nosotros vamos a vivir aquí el futuro de lo que se desea en Venezuela ahora, porque nuestro presente es el futuro de Venezuela.
Aquí viene mucha gente de la cultura, muchos intelectuales con propuestas y los acogemos. Esa dinámica de continuo diálogo con el público es uno de los pilares de este centro cultural. Yo creo que el éxito que tiene está motivado por ello. Primero por una excelente programación, muy abierta, segundo por ese diálogo continuo con el público, tercero por la seguridad que nosotros dentro de una ciudad criminal hasta ahora hemos logrado ofrecer, y cuarto por una estética y una pulcritud y buen servicio, es muy duro mantenerlo, en Venezuela no hay una cultura de mantenimiento. Ahí vengo yo con mi raíz alemana holandesa y me pongo militarista y me pongo dura y desagradable para los demás, pero yo no permito la ranchificación, porque aquí tenemos la gran costumbre de inaugurar con bombos y platillos y todo brilla y cristal y metales que refulgen y a los tres años aquello es un desastre. Y Europa da ejemplo, toda Europa vive económicamente del turismo, ¿y qué es el turismo sino la preservación del patrimonio arquitectónico y artístico?
Y cuando el venezolano piensa con nostalgia, sobre todo esos que están afuera, ¿qué es lo que te presentan con los celulares? El Salto Ángel, los caballos corriendo por los llanos, nuestras playas de Los Roques, las garzas levantando vuelo, el Ávila, ¿y la gente qué? ¿Y lo que hizo el hombre dónde está? Y este régimen sigue destruyendo eso con lo que se identifica el venezolano. Es su naturaleza. ¡Es que vivimos en una contradicción, en una locura, en un caos de discernimiento tan bravo! Somos un país extraviado, históricamente extraviado. Estamos viviendo un experimento que tiene cien años comprobadamente fracasados, es una locura, yo soy la última Hoogesteijn que queda en Venezuela aparte de un primo que vive en Puerto Ordaz. Todos los demás se fueron, y éramos una tribu.
“Cuando yo trabajé como directora de cine en Alemania encontré más resistencia de parte de los hombres que en Venezuela”
RB – Hay muchas mujeres dirigiendo cine, pero pareciera que los que se destacan son los hombres. ¿A qué crees tú que se debe esa percepción?
SH – Yo no diría eso. En Venezuela, por ejemplo, ¿quién tiene más premios? Margot Benacerraf, Fina Torres, yo, Marilda Vera, Mariana Rondón, Patricia Ortega. Tal vez en esta última generación haya más premiados hombres, pero eso no fue así tradicionalmente, al contrario, nos llamaba la atención y vinieron aquí de afuera periodistas, estudiosos del cine latinoamericano, sobre todo de los Estados Unidos, porque fue una norteamericana de nombre Karen Swartzman que tenía un novio aquí y ella era una estudiosa de los medios y también del teatro, de las artes en general, y a ella le llama la atención, estoy hablando de los inicios de los 80, que hay más de ochenta mujeres cineastas en Venezuela, a diferencia de otros países como Colombia, Perú, pues Ecuador y Bolivia ni tenían cine, Chile, Argentina, México sí eran puros hombres, una que otra mujer como Marcela Fernández Violante, entonces, ¿qué sucede? Que en Venezuela, y eso no es casual, yo creo que Venezuela tiene muchas características de un matriarcado
Solveig Hoogesteijn.
Cuando yo trabajé como directora de cine en Alemania encontré más resistencia de parte de los hombres que en Venezuela. ¿Por qué? Porque la competencia de los géneros en Europa se da mucho más en el plano profesional que en el personal. En el personal ya hay establecido un juego de igualdades y cuido de los hijos, responsabilidades en el hogar, la vida en pareja si o no, eso ya tiene respuestas maduras, pero en la vida profesional es muy duro para las mujeres. Estamos sub pagadas, tenemos que demostrar que sabemos mucho más que los hombres para lograr las mismas posiciones. Esto no es así en el trópico. Primero aqui es muy fácil tener éxito porque no hay mucha competencia, porque no hay mucha educación. Número dos, venimos todavía de un matriarcado, hay más respeto por las mujeres y eso se extiende a la vida profesional.
Pero tienes que demostrar que sabes dirigir, que sabes ser líder y que tienes claridad en lo que tú quieres. Y en el cine es el director el único que tiene la película preconcebida en su mente, completa en todos sus detalles, sus posiciones de cámara, sus momentos de silencio, su ritmo, su fotografía, el porqué de los diálogos, un guion se piensa durante uno o dos años, el actor no puede venir y cambiártelo así no más porque viene de televisión y está acostumbrado a robar cámara. Yo ahí soy muy estricta, esto está pensado, ni una palabra más ni una menos. Entonces, es más fácil trabajar como mujer en una posición de liderazgo en Latinoamérica que en Europa. Esa es mi experiencia personal. Habrá mujeres que tengan otra, no lo sé, la mía es esa.
RR – Vamos a hablar justamente de la que ha sido tu película icono, incluso hoy en día sigue siendo la película más taquillera del cine venezolano. ¿Qué fue lo que te llamó la atención de ese caso del Monstruo de Mamera para llevarlo a la pantalla?
SH – En el caso de La Chena que fue un caso de la vida real, yo descubrí un patrón: Niña hembra, cero educación, dada en matrimonio, entre comillas dada a un hombre, en este caso un hombre de poder, porque un policía a cuenta de que tiene un arma es un macho alfa, en el barrio tiene poder, es una protección, la niña madre de dos a los quince años, la maternidad precoz uno de nuestros enormes problemas, callejón sin salida, y además el marido le resulta ser un psicópata, pero yo no quería subrayar la psicopatía del personaje real del Distinguido Ledezma. Yo quería traer a ese hombre a la normalidad lo más posible, para que los hombres se pudieran identificar con ese personaje, porque si no dirían “¡ah no!, ese es un psicópata, ese es un loco”.
Esa fue una experiencia maravillosa porque en realidad es el único, el primer guion que yo escribo a cuatro manos, pues yo siempre escribí mis propios guiones sola, y lo escribo con Milagros Rodríguez que lamentablemente falleció hace poco demasiado joven, y, este, tenemos un gran trabajo de introspección. La introspección, cuando tú tratas de imaginar tus personajes, y además es un caso real, consiste en que tú te pones en el lugar de ese personaje y tratas de sentir y de ver el mundo y de ver tus oportunidades y tus limitaciones desde el personaje. Y nos preguntamos: ¿Dónde conoció al policía? Llegamos a la conclusión de que solamente podía ser amante de la madre.
“Ya el CNAC no es ese lugar donde democráticamente se decidía qué película se hacía y cuál no por un criterio de calidad”
yproAños después de la película, como diez años después, una periodista de nombre Sandra Guerrero va a la cárcel y le hace una entrevista al Distinguido Ledezma y le pregunta si él fue amante de la madre de La Chena como dijimos más o menos en la película y él contestó que si. Esas son las cosas que uno descubre, lo que es la mente humana, la imaginación tiene un poder, bueno, para un artista, claro. En Macu yo pienso que ella todavía es actual, porque la problemática de la adolescente en el barrio hoy en día está peor, hay más criminalidad, menos respeto, menos evidencias de las que teníamos entonces desde el 86.
RR – ¿Cómo ves tú la situación del cine nacional con respecto a la situación país?
SH – Nosotros logramos construir una institución importante que se llama CNAC, Centro Nacional Autónomo de Cinematografía, el cual se alimenta no del gobierno, como todo el mundo cree, el gobierno no pone un centavo, ese es un impuesto fiscal que pagamos los distribuidores, los exhibidores, la televisión abierta y por cable, la industria y los productores. Ese dinero cae en un fondo que se llama Fonprocine, que es administrado por el estado. Como todo en este país eso ha sido desvirtuado en los últimos años, es decir, ya el CNAC no es ese lugar donde democráticamente se decidía qué película se hacía y cuál no por un criterio de calidad, porque ahí están presentes, en esas comisiones que estudian los proyectos, los autores, es decir, los guionistas, los directores, los productores, un representante de la distribución y exhibición y de la industria y el estado, por supuesto, y el estado fue creciendo con los años en su representatividad dentro de esos comités, lo cual por supuesto hacía más difícil el trabajo, pero como los profesionales somos nosotros nuestra argumentación siempre termina batiendo la ideología gubernamental.
Entonces, ¿qué sucede? Que esos dineros están siendo utilizados para otras cosas, además ha bajado muchísimo la recaudación; la institución se ha desvirtuado, ha perdido calidad en el sentido de que ya no hay una supervisión verdadera de que los privados hagan los pagos, es todo una cantidad de factores que han hecho que a partir de este año 2019 sea casi imposible producir una película de la misma manera que se producía antes. ¿Por qué es imposible? Porque ya no está funcionando lo del CNAC. Es inoperante en estos momentos. Entonces los jóvenes cineastas muchos se han ido del país, muchos talentos, fugas terribles, consiguen dinero fuera y regresan a hacer sus películas aquí porque es más barato, segundo porque es más difícil echar un cuento en otro sitio que no sea el tuyo donde tú conoces todos los códigos, tercero porque nuestras historias son en este momento lo más interesante que te puedes imaginar, porque están llenas de conflictos y de situaciones extremas que vivimos, y yo diría cuarto por una cuestión de lealtad.
RR – Háblanos un poco sobre el Trasnocho Cultural que ya llegó a su mayoría de edad, 18 años ¿Cuál es el secreto para gerenciar, de manera exitosa, algo tan complejo como la Fundación Trasnocho Cultural, más aún con las circunstancias por las que pasa la política de cultura de este régimen, y no morir en el intento?
SH – Esto fue iniciativa de dos señoras muy mayores, que yo siempre digo esas son las verdaderas patriotas, los que arriesgan algo en este país, los que invierten, los que se atreven a nuevas ideas, esos son los emprendedores patrióticos, porque es muy fácil hablar de patriotismo.
Ellas son dueñas de este sótano en el cual funcionaban dos cines que estaban deteriorándose. Entonces les viene la idea de que quieren dos salas de arte y ensayo, que ellas quieren hacerle un regalo a la ciudad y que la gente pueda ir a ver buen cine. Casualmente aquí trabajó como técnico un ingeniero que era amigo de un hermano mío me llama por teléfono, mira que hay dos señoras que están buscando alguien que les haga el estudio sobre las salas de arte y ensayo, ¿te interesa? Yo le dije sí, me interesa. Yo acaba de dejar de trabajar en la fundación Fundavisual Latina, trabajé seis años y levanté esa fundación, y entonces le dije sí, chico, me interesa, y entonces las conocí.
Yo no tenía idea de las salas, todo era como secretivo, y ellas quieren saber cómo funcionan unas salas de arte y ensayo y yo los conocía a todos, a José Pisano que llevaba La Previsora, a Bernardo Rotundo que llevaba las salas del Ateneo de Caracas, a los Blanco que llevaban las tres salas de Los Palos Grandes, en el Centro Plaza, a Alirio Quiróz que llevaba el Cine Prensa, La Cinemateca por supuesto, que fue una de mis escuelas, entonces voy y busco mis estadísticas, hago mis entrevistas a cada uno de ellos y presento mi informe y me digo, bueno, ¿y dónde van a hacer esos cines?
Yo venía al cine Trasnocho y al cine Paseo y todo estaba cubierto por paredes, pero resulta que había unas puerticas que una habitualmente notaba y vamos por esas puertas y digo: Pero donde hay cine tenemos que poner un café, y donde hay un café tenemos que poner una librería y una de ellas que iba en silla de ruedas dijo: Yo quiero un teatro, y yo dije: No, porque un teatro depende del estado y yo no quiero depender de eso sino del autofinanciamiento, y me preguntaron: ¿Quieres ponerte al frente? Y les dije: Sí.
Entonces armé mi equipo, pasaron dos años porque hubo que excavar, hubo que acondicionar y hubo que encontrar a la gente, inversionistas,¿y cuál era mi carta de triunfo? Que en un solo lugar se conjugaran todas las voces de la cultura. Y donde hay cine aumenta un 40% la afluencia de gente al centro comercial. El teatro es más difícil pero tiene sus asiduos, las artes plásticas tienen su sitio, la literatura gracias a Katyna Henriquez Consalvi, que fue la primera que fui a visitar. Ella llevaba su librería en el TTC y eso era lo que yo quería. María Fernanda Di Giacobbe, pilar fundamental de Kakao y Carlos Souki, un gran socio, él abrió aquí un gran supermercado del disco, lo que es actualmente Kakao hasta el fondo, eso incluyó el Espacio Plural y las tienda de música actual y Kakao eran una sola tienda de discos y de cuestiones de música, una gran idea, pero con la computación y el MP3 y bajan todo gratis yo no sé cómo se mantiene la tienda pero ahí está, ahora el área de música es mucho más pequeña.
“La cultura es un frente de resistencia, de una efectividad y de una fuerza que no la tiene ninguna otra, la industria no ha podido, el comercio se está cayendo, y la cultura sigue como un tren”
Y así fuimos. Fue un crecimiento continuo. Rafael Cadenas viene mínimo dos o tres veces a la semana, aquí están los mejores poetas, los mejores pensadores, todos los mejores coleccionistas, críticos de arte, curadores, artistas, y eso no soy yo, esa es la gente que trabaja conmigo, lo bueno atrae lo bueno, lo que tiene un nivel. Y ahora para los 18 años tuve una idea, invitar a todos los que hacen cultura en Caracas a exponer su trabajo aquí en el Trasnocho, todas las tardes a las cinco va a haber de Los Galpones, Hacienda La Trinidad, BOD, nadie me dijo que no.
La cultura es un frente de resistencia, de una efectividad y de una fuerza que no la tiene ninguna otra, la industria no ha podido, el comercio se está cayendo, y la cultura sigue como un tren. Claro que nos ha afectado muchísimo. El trabajo es triple del que yo trabajaba antes, porque no hay servicio público, no hay internet, no hay agua, no hay electricidad, o sea, un sótano, yo no estoy en un jardín. Cómo envidio a los que están en un jardín, con abrir ventanas tienen.
Entonces, este es un lugar muy democrático donde lo importante no son los héroes, lo importante es el Trasnocho, y eso lo ha comprendido cada una de las personas que trabajan aquí. Y yo soy la primera que da el ejemplo. Eso es lo bueno del éxito. Cuando tienes éxito es más fácil alimentar la mística, cuando no lo tienes es más duro.
RB – ¿Podríamos decir que la gerente sacrificó a la cineasta?
SH – Sí, totalmente. Los fines de semana ahora estoy escribiendo series, ya vendí la primera y acabo de entregar la segunda hace dos días a mi tutora, productora, manager, y estoy expectante a ver qué piensa ella, porque no puedo prescindir del todo del trabajo creativo porque si no me siento frustrada. Aunque esto requiere de muchísima creatividad. Pero el tiempo es cada día más valioso, más restringido, o sea, es una tarea muy ardua por el país que nos circunda. Da más trabajo hoy día que hace diez años por el deterioro del país.
RB – Un mensaje final para las personas que han decidido quedarse en Venezuela, creer en Venezuela
SH – Mira, yo hice un experimento el año pasado. Estuve viviendo dos meses en Madrid, escribiendo únicamente. Yo no tengo nada que ver allá, me parece un entorno ajeno, aquí la tarea es enorme, aquí mi vida tiene significado, allá soy una más que puede salir a la calle a caminar porque es el Día de la Constitución, aquí salgo a la calle arriesgando el pellejo porque salgo a pelear por la democracia. Es una vida muy distinta. Uno tiene que tener algo de aventurero para quedarse en un país como este. Para las personas que son más maduras, más conscientes, la vida hay que preservarla, uno no tiene por qué sufrir estos rigores, toman esa decisión, yo no lo critico para nada, es una tentación constante y llega un momento que uno dice: Ya no puedo más.
Pero hay tanto, el tejido de la cultura, por eso es que yo digo que lo interesante de lo que está pasando es tan denso, el compromiso de los que están aquí es tan grande que eso crea una red que te sostiene y que le da un gran significado al día a día. Y eso para mí es muy importante, el significado.