Aldous Huxley
En una distopía, el escritor escribe acerca de una sociedad futura con características generadas por la alienación humana de la sociedad donde habita el escritor. Se podría decir que una distopía se sirve de la ficción para denunciar fallas sociales y también, premoniciones del futuro.
Aldous Huxley fue un escritor inglés y filósofo. Era extremadamente prolífico: llegó a escribir 50 libros de ficción y no ficción, así como también ensayos y poemas. Huxley fue un escritor visionario, era de aquellos que escribía de realidades distantes y distintas donde ciertos elementos terminaban por materializarse.
El escritor inglés era un ciudadano privilegiado y de una gran familia: tenía una plataforma para contar grandes y controvertidas historias como lo fue su novela “Un mundo feliz”. Huxley fue nominado siete veces al Nobel, pero nunca resultó victorioso.
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En “Un mundo feliz”, los peores vaticinios del mundo se han cumplido. Triunfa el consumismo, la comodidad y el mundo se organiza en diez zonas seguras y estables. La estabilidad, sin embargo, ha cobrado un precio elevado, pues el mundo ha sacrificado valores humanos esenciales y la figura de la familia. Sus habitantes son procreados in vitro a imagen y semejanza de una cadena de montaje. Esta novela fue publicada en el año 1932.
“Las palabras pueden ser como los rayos X si se emplean adecuadamente: pasan a través de todo. Las lees y te traspasan. Ésta es una de las cosas que intento enseñar a mis alumnos: a escribir de manera penetrante.”
Aldous Huxley
¿Un mundo feliz?
Habrá que situarse en la época para lograr entender el peso de esta historia: El mundo se encontraba en el medio de dos guerras mundiales, el avance tecnológico y científico empezaba a escalar exponencialmente y las ciudades industrializadas inyectaban el consumismo en la sociedad. Huxley buscaba denunciar todo esto y llegó a emitir juicios de criterio y decir que, aquellos escritores que no se atrevieran a impregnar sus textos de denuncias traídas por la evolución tecnológica, eran unos cobardes. En sus publicaciones, Huxley buscaba resaltar las amenazas traídas por dicha evolución, el consumo masivo, los sistemas de gobierno y la estructura social tradicional.
Quizá lo que más hace ruido de todo esto es encontrarse con un texto que, hasta el año 2021, predice el desarrollo del mundo.
¿Antidepresivos? Son el soma de Huxley. ¿Ingeniería genética? La reproducción in vitro en “Un mundo feliz”. ¿Sociedad consumista? La extrapolación a la realidad de esta novela, sin duda, nos deja una lista larga.
Para un escritor, la palabra trascendencia, aquella lograda cuando se logra alargar la vida útil de un libro, se extrapola, con esta novela, a un concepto abstracto en donde un libro se sirve como una lectura de la vida para narrar el presente.
Como escritores, nos lleva a cuestionarnos: ¿Desde dónde se narra mejor nuestra historia? ¿Será desde la historia que contempla a nuestras generaciones o nuestros antepasados? ¿Será desde la vida que sucede y, también termina, frente a nuestros ojos? ¿O será desde una interpretación alternativa al mundo como lo conocemos, quizá uno de los posibles finales que acontecen en la mente del escritor y que proponen un final destructivo a toda nuestra historia?
Claro que, las distopías no hacen más que proponernos lo último: Interpretaciones futuras y fallidas causadas por la alineación social. “1984” de George Orwell narra una sociedad totalitaria donde todo es controlado. Se ha llegado a decir que el mundo vive un actual paralelismo con la sociedad orwelliana.
La narrativa distópica
Entonces, ¿valdrá preguntarnos desde dónde narramos la historia? ¿o habrá que cambiar la pregunta?
“Quizá la más grande lección de la historia es que nadie aprendió las lecciones de la historia”
Aldous Huxley
Para construir la pregunta, hay que dividir a una distopía en dos partes. La primera relata el componente real de una sociedad rota por el segundo componente: la naturaleza ficticia de la historia. Esta parte denota necesariamente una sociedad con elementos que rompan la realidad y propongan un desarrollo alternativo. Las distopías se caracterizan por presentar sistemas políticos totalitarios que dictaminan el pensamiento colectivo. Una distopía no implica necesariamente el fin del mundo o una sociedad en trizas, sino más bien representa una sociedad estable dirigida y formada por el régimen.
El corazón de una distopía puede muy bien conseguirse en el presente. Valdrá profundizar en aquellos aspectos sociales que hagan ruido en la mente del escritor donde habita una necesidad creciente por denunciar alineaciones sociales que, si bien no son producto irreversible, tienen el poder de transformar a la sociedad y alinearla.
Si bien el escritor denuncia a una sociedad que habita, es víctima también de las alineaciones que se viven en el presente y perpetrador de prácticas irrevocables, ambas acciones responsables de construir dicha sociedad. Sumados estos elementos, se podría proponer la construcción de una sociedad donde el escritor no quiera formar parte y el colectivo comulgue con la forma de vivir, aún sin darse cuenta de que ese destino está prefabricado. El escritor será el alienado, el distinto, el fuera de serie y sufrirá las consecuencias propias de habitar una sociedad a la cual no pertenece. Será en “un mundo feliz”, el salvaje. Esto nos lleva a escribir bajo una premisa como Agatha Christie lo sugería: Desde el final. La pregunta se transformaría a:
¿Qué finales alternativos deseamos evadir?
El escritor, entonces, tendrá que escribir una premonición del futuro a partir del final de su presente que, ojalá, no se cumpla.
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Escritora, educadora, catadora de mares.
Columnista en The Wynwood Times:
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