Por Florángel Quintana.
Para el momento que escribo esto la pandemia está de baja en las estadísticas, las revueltas por el asesinato de un hombre están desplegándose por todo el mundo, la violencia ha despertado de un letargo y el más de lo mismo político sigue como el dinosaurio en el microcuento de Monterroso.
He conversado mucho con amigos y con mi hijo milénico sobre la esperanza de ver tras un vidrio de optimismo, la manera de hacer un mundo más vivible. Ha resultado en reflexiones muy poderosas para mí.
Mientras mis amigos de la GenX ven empañado ese vidrio del entusiasmo mundial por lo aprendido durante la crisis del covid-19, mi Millennial lo ve tras sus lentes de VR y pareciera captar todos los ángulos de una problemática social a distancia, pero con más intensidad. Por otro lado, mi madre perteneciente a los Baby Boomers todo lo ve insalvable: hay que tirar a la basura esos lentes, no hay nada bueno para ver.
Una epidemia que rompió con una manera de vivir, con una forma de compartir la vida junto a otros, con la forma como disfrutábamos de los espacios de encuentro, solo ha traído, al parecer, la percepción de una pausa. Solamente fue una detención en la marcha. Quizá para algunos haya significado manchar los vidrios de su realidad y pensar en cómo andar ahora con varios adminículos entorpeciéndole la vista.
Tal vez para otros fue un castigo y no saben cómo drenar su decepción, su frustración. No saben cómo lidiar con la incertidumbre mientras están sin trabajo, con su rutina guardada en el clóset junto a tacones y corbatas.
Para mucha gente ha sido un confinamiento, una cárcel en la comodidad de su hogar. Otros han aprendido a ver las situaciones con ojos renovados, con lentes de precisión y se han maquillado para dormir y se han engalanado de la cintura para arriba, con tal de mantenerse activados en su mercado, en sus pequeños reinos de bienestar.
En este momento de escritura se avecina una tormenta, empieza la temporada de huracanes, los ciudadanos armados apelan a la Segunda Enmienda y los memes que se burlan de las situaciones que vivimos sacan risas en las redes sociales.
En este mundo desteñido sigue el odio, la confrontación, la intolerancia y la muerte haciendo su trabajo imparable.
¿Quiénes se encargarán de llenar de luz esta sociedad y estos tiempos?
¿Podrán restituirse los tonos alegres, coloridos y brillantes en este hermoso planeta verdiazul?
Deseo no sean preguntas retóricas de una inmigrante digital que ama internet tanto como una caminata por el bosque.
Escritora y cronista.
Columnista en The Wynwood Times:
Vicisitudes de una madre millennial / Manifiesto de una Gen X