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Por: Richard Rey

El cine venezolano estuvo de plácemes el pasado 19 de junio, al efectuarse la primera entrega de los premios ACACV.

Las siglas, cuya cacofónica pronunciación confundió a más de un asistente a la velada, significan: Academia de Ciencias y Artes Cinematográficas de Venezuela.

Si bien esta primera entrega tuvo que sortear algunos inconvenientes, más que todo de origen técnico (motivo por el cual no fue televisada en directo), hay que reconocer el esfuerzo realizado por los organizadores para lograr convocar en un solo recinto a un gremio tan diverso y así otorgar un merecido reconocimiento al talento de nuestra industria cinematográfica.

La Academia nos llega con una demora de 120 años, como lo expresaron varios de los presentes en el acto. Aunque si queremos apegarnos a la estricta trayectoria de cronos debemos hablar de 121 años, desde que el 28 de enero de 1897 se proyectaron las primeras cintas venezolanas en el Teatro Baralt de Maracaibo.

Pero sin duda llegó también de manera muy oportuna “en los momentos más cataclismáticos de nuestra historia republicana”, parafraseando a uno de sus miembros académicos, el reconocido actor Javier Vidal; pues la fuerte crisis económica por la que transita el país ha afectado a todos los sectores y el cine no podía ser la excepción.

En lo que va de año esta crisis se ha profundizado de manera alarmante y por ende han surgido marcadas prioridades en la golpeada economía del venezolano. Esto se viene traduciendo en una disminución paulatina de la afluencia de espectadores a las salas de cine con respecto a años anteriores.

Si tomamos en cuenta los incrementos en el costo de boletos de entrada y caramelería en un país donde el sueldo mínimo mensual escasamente alcanza para comprar un cartón de huevos, no es de extrañar que los números de asistencia al cine vayan en picada.

Por ejemplo: En la primera semana de junio del presente año la asistencia a los cines fue tan solo de 100.000 espectadores a nivel nacional, de los cuales el 60% fue para “Avengers, Infinity War”. El 20% para “Han Solo, una historia de Star Wars” y el restante 20% se repartió entre más de veinte cintas que conformaban el total de la oferta cinematográfica en el país (incluidas las películas venezolanas). Ya para la segunda semana la cifra había descendido a 80.000 espectadores.

Estos números afectan al negocio cinematográfico en general pero mucho más a la producción de cintas nacionales en particular, pues nuestro cine además debe enfrentarse a una gran paradoja llamada PELVEN.

El PELVEN es una figura legal creada para proteger a los films venezolanos a la hora de exhibirse y enfrentarse a los grandes “blockbusters” del cine internacional. Pero esa “protección” solo le garantiza dos semanas en las salas de cine y luego (según se haya comportado el promedio de asistencia de público) pudiera salir de cartelera si no cumple con los números mínimos requeridos por el famoso PELVEN y lamentablemente son muy escasos los ejemplos de películas venezolanas que logran superar la “protección pelveníaca”.

Si bien es cierto que son pocos los títulos nacionales que han logrado permanecer meses en cartelera, no lo es menos que excelentes films venezolanos no consiguieron tener un importante espaldarazo de público a pesar de estar pensados para atraer gente y con una cuidada calidad de producción.

Por ello tanto para Caupolicán Ovalles, presidente de la ACACV, como para sus vicepresidentes Carlos Malavé y Sergio Curiel, los objetivos de esta en ciernes academia son muchos y urgentes.

Mejorar los convenios con el Estado. Revisar aspectos legales. Incentivar las coproducciones con otros países. Incrementar las estrategias de publicidad y difusión de nuestras películas. Son solo algunos de los puntos que esperamos ver desarrollados por la ACACV para que en algunos años disfrutemos de una industria cinematográfica sólida y competitiva, a la altura de las mejores del mundo y que todo no “acacv-be” en sueños sino en realidades como la de esta primera ceremonia de premiación.

Queremos leer la noticia de que nuestras películas logran convocar al 60% de los espectadores a nivel nacional y que de esa manera, en la oscuridad del cine, mientras comemos cotufas, PAPITA, MANI Y TOSTÓN, podamos identificarnos con los personajes de nuestras historias.

Que nos maravillemos al descubrir un PEZ QUE FUMA, una CASA DE AGUA, dos CANGREJOS con pistolas y un VAMPIRO DEL LAGO.

Que entendamos las ventajas de tener el PELO MALO y un HERMANO llamado CYRANO FERNÁNDEZ.

Que prestemos atención a los chismes de CARMEN, ORIANA, MACU, LIZ y TAMARA.

Que seamos cómplices de un SECUESTRO EXPRESS y comamos en LOS PLATOS DEL DIABLO pero sin convertirnos en un ESCLAVO DE DIOS.

Que paseemos por ARAYA y hagamos poses para un DESNUDO CON NARANJAS mientras recorremos la DISTANCIA MAS LARGA.

Que nos adentremos en nuestra propia CASA DEL FIN DE LOS TIEMPOS y descubramos, DESDE ALLÁ, que somos diversos.

Que debemos encontrar el balance entre AZUL Y NO TAN ROSA.

Y así, cuando la magia se apague y las luces vuelvan a encenderse, sintamos que tanto nosotros como nuestro cine, estamos MÁS VIVOS QUE NUNCA.

Richard Rey - Columnista The Wynwood Times
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