… la evolución del cine LGBTI en estas cinco décadas.
(Primera parte)
Por Richard Rey.
El pasado jueves 6 de junio, el comisionado de la policía de la ciudad de Nueva York, James O’Neill, pidió disculpas por la represión policial que se produjo en junio de 1969 durante una redada en el bar de ambiente “Stonewall” (más vale tarde que nunca). Sin duda era una deuda que se tenía con la historia a pesar de todas las reivindicaciones y reconocimientos que durante estas cinco décadas ha obtenido el famoso bar del Village, incluida la distinción que el expresidente de los Estados Unidos, Barack Obama, le concediera en 2016 al nombrarlo “Monumento Nacional” (primer monumento gay de carácter federal). “Las acciones que realizaron los agentes de la NYPD fueron erróneas”, afirmó O’Neill, “esas acciones y las leyes eran discriminatorias y opresivas, por eso pido disculpas”. El comisionado también felicitó a la comunidad LGBTI por su lucha y aseguró que esto nunca ocurriría en la Nueva York del 2019; y ciertamente mucho ha llovido desde entonces y son innegables los logros alcanzados por la comunidad LGBTI en todos los ámbitos de la sociedad a lo largo de estos años.
Del mismo modo el cine ha ido evolucionando en lo que respecta a la forma de abordar el tema de la diversidad sexual dentro de sus contenidos. Por ello quisimos hacer un pequeño ejercicio de memoria y recordar algunos de los momentos más relevantes del séptimo arte en este aspecto y cómo ha influido en la sociedad durante estos últimos 50 años para alcanzar mayor visibilidad en la gran pantalla y en la vida de todos.
1969-1979:
Luego de la resistencia a las agresiones policiales ocurrida en el bar Stonewall de Nueva York, al año siguiente se comienzan a celebrar en diversas ciudades de EE.UU. las primeras marchas de liberación o de “orgullo gay”. En 1973 la Asociación Estadounidense de Psiquiatría elimina a la homosexualidad de su manual de diagnósticos como un trastorno mental. Harvey Milk es elegido en 1977 como supervisor de la ciudad y el condado de San Francisco, siendo el tercer homosexual —abiertamente declarado— en ostentar un cargo público; un año más tarde sería asesinado por el exsupervisor Dan White, convirtiendo a Milk en un mártir Gay. Ese mismo año la bandera arcoíris se convierte en el símbolo popular del orgullo homosexual.
Apenas en 1968 terminó de aplicarse el código de censura “Hays” sobre las producciones fílmicas en Hollywood, el cual había entrado en vigencia en 1934 y desde entonces era casi imposible que se vieran escenas con contenido sexual en las películas y mucho menos que se abordaran temas sobre homosexualidad. Las contadas películas que presentaban personajes abiertamente homosexuales venían generalmente del cine europeo como el caso de la británica “The Victim” (1961), del resto los personajes con una condición “gay” solo eran aceptados en el cine si se presentaban bajo el estereotipo del “mariquita” que causaba risas en el público o que generaran lástima o temor como el personaje de Shirley MacLaine en “The Children’s hour” (1961) quien se encuentra devastada a causa del amor que siente por su amiga (interpretada por Audrey Hepburn) o la enfermiza pasión que siente la señora Danvers (Judith Anderson) por su difunta patrona en el film de Hitchcock “Rebecca” (1940).
Durante los setenta el cine se atrevió a contar historias con personajes homosexuales de manera más abierta y con mayor recurrencia, sin embargo la mayoría de las historias que nos llegaron en esta década nos presentaban personajes estereotipados de lo que supuestamente era ser “gay”. Por ejemplo tenemos: Un pervertido según el film “Muerte en Venecia” (1971) o “Los placeres ocultos” (1977); una «loca» según la propuesta francesa de “La Jaula de las locas” (1978); un travesti como en “The rocky horror picture show” (1975) o un sádico como en la película de Pasolini “Los 120 días de Sodoma” (1976).
La excepción a todos estos lugares comunes fue la película “Los chicos de la banda” (1970), donde por primera vez podemos ver a un grupo de hombres abiertamente homosexuales, exponiendo sus problemas y conflictos cotidianos y que —al fin— logran sobrevivir todos hasta el final de la película; pues lo común es que los gays en el cine siempre debían morir, bien sea mediante suicidio, por una enfermedad o en un accidente para “expiar sus pecados” o eran asesinados para que “saldaran su deuda con la sociedad”. Sin embargo y afortunadamente, el cine de los setenta logró celebrar el incipiente orgullo gay y el mejor ejemplo de ello fue la extraordinaria película de Bob Fosse “Cabaret” ganadora de 8 premios Oscar incluyendo a la estupenda Liza Minelli como mejor actriz.
1980-1989:
Los setenta fueron, sin lugar a dudas, años con una fuerte carga reivindicativa para el nuevo movimiento gay. Todos los pertenecientes a esta iniciativa estaban dispuestos a seguir luchando por una igualdad irrenunciable. Sin embargo los años ochenta fueron una década conflictiva para la comunidad LGBTI especialmente por el surgimiento de una enfermedad que cobró decenas de miles de vidas en el mundo.
La era del SIDA comenzó oficialmente el 5 de junio de 1981 cuando los CDC (centros para el control de enfermedades), de los Estados Unidos convocaron a una conferencia de prensa donde se habló de cinco casos de neumonía. El asunto se agravó al mes siguiente cuando comenzaron a aparecer más pacientes a los cuales se les sumaba en sus síntomas la aparición del sarcoma de Kaposi lo cual llamó la atención a lo que se sumó que la mayoría de los pacientes eran hombres homosexuales.
Producto de la presencia de manchas rosáceas en la piel de los pacientes —causadas por el sarcoma de Kaposi— la prensa le puso a la enfermedad el nombre de “Peste Rosa” lo que causó gran confusión en la sociedad ya que se le comenzó a atribuir a los homosexuales, exclusivamente, la causa y propagación de dicha “peste” a pesar de que se conocían casos en inmigrantes haitianos heterosexuales, usuarios de drogas inyectables y personas que requerían transfusiones de sangre.
Fue en 1982 cuando la nueva enfermedad se bautizó como SIDA (Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida) pero las causas y formas de contagio aún seguían siendo un misterio. En 1983 el Reverendo Jerry Falwell emite un muy desafortunado comentario al asegurar que el SIDA es una “peste gay” enviada por Dios. Lo que contribuyó a agregar más oscuridad y temor sobre el asunto, en especial en aquellos fanáticos religiosos. Es en 1984 cuando dos científicos franceses (Françoise Barré-Sinoussi y Luc Montagnier del Instituto Pasteur), lograron aislar al virus que producía el SIDA y en 1986 fue denominado como VIH (Virus de Inmunodeficiencia Humana).
Fueron años de profundo pánico producto de mucha desinformación, oscurantismo y de un cómplice desinterés por parte de los líderes políticos de ese entonces, hasta que un hombre decidió alzar la voz por toda una comunidad a la que se estaba sometiendo a un nuevo genocidio, nos referimos a Larry Kramer, un guionista, dramaturgo, productor de Hollywood y gran alborotador, quien en 1987 funda el movimiento “ACT-UP” el cual sirve de estímulo y rejuvenecimiento del activismo por los derechos LGBTI, específicamente por lograr llevar a los enfermos de VIH los medicamentos necesarios para su tratamiento y alcanzar un trato digno para estos pacientes por parte del estado. Los inicios de la enfermedad y parte de la lucha posterior emprendida el propio Kramer la plasmó en su obra teatral “The Normal Heart” la cual en 2014 se convirtió en una película para la TV producida por HBO y la FOX bajo la dirección de Ryan Murphy.
En todo este contexto histórico-social el cine LGBTI no podía quedarse atrás a pesar de iniciar la década con una cinta como “Cruising” (1980) que generó protestas y peticiones de que fuera sacada de las salas por parte de la comunidad gay pues presentaba una imagen bastante turbia de dicho grupo.
El tema del SIDA obviamente no tardó en ser trasladado a la gran pantalla, en especial cuando comenzaron a surgir las primeras víctimas de la enfermedad pertenecientes a la industria del entretenimiento como el actor Rock Hudson, el pianista Liberace o el escritor Isaac Asimov, lo cual ayudó a sensibilizar un poco más a una sociedad que prefería no hablar del tema (especialmente si existía algún familiar cercano padeciendo dicha enfermedad).
Incluso muchas grandes figuras del espectáculo prefirieron mantener sus padecimientos ocultos por el temor a perder sus carreras, pues como dijo el actor Brad Davis (“Querelle”, “Expreso de Medianoche”): “Me gano la vida en una industria que aparenta preocuparse mucho por la lucha contra el Sida. Da innumerables funciones a beneficio y hace obras de caridad, pero de hecho, el mero rumor de que un actor tiene VIH basta para que no se le dé trabajo ni se le preste ayuda individual”. Davis falleció a causa del SIDA en 1991.
La mayoría de las películas que comenzaron a surgir donde se hablaba de la enfermedad, no profundizaban mucho en el problema sino, más bien, resaltaban el aspecto melodramático del asunto; lo que generó una mayoría de cintas bastante mediocres, lacrimógenas y sin mayor trascendencia. De este estilo de filmes podríamos rescatar títulos como: “Longtime Companion” (1989), o “Parting Glances” (1986). Pero afortunadamente los ochenta también nos dejaron algunas joyas inolvidables del cine LGBTI como: “Muerte en Venecia” y “Pixote” (1981); “Querelle” (1982); “The Dresser” (1983); “El beso de la mujer araña”, “Caravaggio” (1985) y “Maurice” (1987); sin olvidar a un joven director que comenzaba a despuntar en el cine español con títulos como: “Laberintos de pasión” (1982) o “La ley del deseo” (1987), de nombre Pedro Almodóvar.
En resumen, los años ochenta estuvieron marcados por lo sombrío. La imagen del homosexual acababa de salir de la marginalidad, pero hasta 1990 ser homo seguiría siendo considerado una enfermedad, con toda la carga negativa que eso conllevaría y obviamente el cine con contenido LGBTI seguiría evolucionando y teniendo cada vez más presencia en los cicloramas del mundo, (continuará).
Actor y cronista teatral
Columnista en The Wynwood Times:
Textos y guiones