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(Esta noche llueve sobre Uruguay y en la oscuridad lo visible se entrega al silencio. Me debo esta única confesión, que debo pronunciar calladamente: en la lluvia nunca he sido capaz de encontrar el camino de vuelta a la realidad. El agua me diluye y derrama lo que soy sobre los caminos de tierra fértil aunque áspera. Arde la noche profunda. Perdura, ciega, sobre el campo. En la distancia y en la oscuridad vivimos todos a la espera del deseo. Bienvenida es la rebelión).

Por Jan Queretz

Desde que comencé a escribir no he dormido un solo segundo. Durante ocho años exactos he mantenido los ojos abiertos y la atención erizada. En esta larga vigilia que ha sido la literatura perdí mi capacidad para conversar de otras cosas, mi humano interés por todo lo demás, solté la necesidad de las amistades, de los amantes, de las contradicciones del día a día, del trabajo agotador. La literatura y sus laberintos catalizaron en mí una transformación de humano a bestia. Y por ello soy afortunado. Todo sucedió en las necesarias noches caraqueñas, en las melancólicas montevideanas, en las profundas noches del campo donde comparto mi vida con la tierra y con un amor solar. Todo lo aprendí adentro de la noche y ahora entiendo que escribo para ella y que cada palabra es un homenaje vivo a sus rincones oscuros.

Al caer la tarde el tiempo se guarda en sí mismo. El mundo también necesita cerrar los ojos. Afuera, las pocas luces de la calle languidecen, las penumbras entran por debajo de las puertas, invaden y derrumban la claridad arraigada en las paredes. Tiembla la luz. La entrada de la oscuridad tranquiliza a quienes tenemos secretos guardados en zonas vulnerables de la imaginación. Entonces cenamos, vemos un poco de televisión, a pesar del tedio absoluto lavamos los platos, hacemos la cama para deshacerla luego al acostarnos. Ha terminado el día. Las luces de las casas son apagadas, una a una, en el click de su final resolución.

Para ese momento la casa está en silencio y sé que debo comenzar el sacrificio que me exige cada noche de escritura: la concentración total, la imaginación río exaltada como un maremoto, excitada; las horas que nunca son suficientes para escribir la novela o el ensayo o el poema. Cualquier tipo de negación necesariamente tiene que desaparecer ante él. El sacrificio es la culminación total, la sumisión.

La noche continuará hasta que el texto lo decida.

Hablo con él. Solo en su ámbito puedo conversar.

Sigo sus órdenes.

El texto es un organismo vivo del cual todos los escritores somos esclavos. Piensa, siente, llora, se nutre, hace el amor, a menudo huye, se esconde, muerde, hace sangrar, llueve, sangra, se masturba, es egoísta, enferma, muere, cambia de parecer, resucita, se quiebra, ama con una profundidad inaudita, abre los ojos y canta. Lo reverenciamos en su sabiduría, le decimos, lo sabes todo, le pedimos, enséñame cada palabra, a la voluntad de sus mecanismos rogamos, soy tuyo y de nadie más. Decidirás qué hacer con mi tiempo. Y yo sonreiré a partir de tus intenciones. Seré lo que decidas para mí. Moriré por ti si es necesario. Me entregaré a la depreciación del mundo si así quieres que sea. Amaré a quien tú quieras que ame.  

El sol no saldrá hasta que el texto decida ser terminado. Escritores del mundo, ha llegado la hora de la noche eterna. Esa es la máxima ley de la literatura. Entregar la vida al texto, todas las horas, sin pedir nada a cambio. Conceder la vida completa así duela la salud, arda la espalda, los ojos, así al día siguiente la productividad laboral sea nula y estemos siempre al borde del despido, así no sean lavados los platos o atendidos los irritantes mensajes de todos.  

Estamos aquí para escuchar lo que las palabras tienen para decirnos. Es nuestra misión. Por eso lo que sucede en la luz, durante todos nuestros largos días sociales, terminará, tarde o temprano, escrito en la oscuridad de una casa en el medio del campo, como la mía, o en Montevideo, o en París, o en alguna isla africana o en la actual Caracas sin trópico. Fuera de la luz el escritor solo tiene su corazón para encontrar el camino de vuelta a la realidad. El peligro propuesto por la noche y la rendición ante la voluntad del texto, esa combinación, es fundamental para la existencia de una literatura única y poderosa.

Tengo un secreto y ha llegado hora de su revelación. Voy a hablar bajo para que él no pueda escucharme. El mundo cambió. La literatura ha caído en un profundo pozo del cual necesita salir. Su luz arde en el fondo. Es visible para todos. Pide ayuda. Espera su rescate. Pero no es momento para hablar de la caída. Ahora que el texto no puede escucharme es el momento preciso para que los escritores comencemos la gran rebelión en su contra. Soy su esclavo, sí. Pero no importa. Hoy comenzaré a buscar la libertad.

Pero hay un problema.

Esta noche llueve sobre Uruguay y en la oscuridad lo visible se entrega al silencio.

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an Queretz | The Wynwood Times
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Escritor y poeta venezolano.

Columnista en The Wynwood Times:
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