Graduarse de manera presencial en tiempos de COVID-19 es un logro, luego de haber invertido cinco años de esfuerzo y dedicación a una carrera que me cambió la vida para siempre.

El 2020 será recordado como el año del Coronavirus, una pandemia que logró paralizar al mundo por meses y que ha causado estragos en la economía. Sin embargo, para mí es el año en que el me gradué de Licenciada de Comunicación Social de la Universidad Monteávila (UMA).
Cada graduando tiene su historia, los motivos que lo empujaron a escoger esa carrera. En mi caso, fue volver a empezar desde cero en el 2015 a los 23 años de edad.
En aquel entonces, era estudiante de Medicina de la Escuela de Medicina “José María Vargas” de la Universidad Central de Venezuela, elegí esa carrera a los 17 años, pensando que podría ser buena para mí y que me haría feliz. Tardé dos años en entrar, comencé a estudiar esta carrera en una de las universidades más prestigiosas del país, pero algo en mí decía que no pertenecía a ese lugar, sin embargo, el miedo me impedía hablar de eso.
El miedo a defraudar a mis padres, a ser rechazada por “abandonar la mejor carrera del mundo” me paralizó por mucho tiempo. Mientras los años iban transcurriendo, mi alma se tornaba gris, la tristeza me pesaba, nada me apasionaba, lo único que me empujaba era aprobar las materias para tranquilizar a mis papás.
El 2015 fue mi punto de quiebre, mis amigos se comenzaron a graduar y los veía con mucha alegría e ilusión alzando sus títulos y yo me encontraba estancada en mi tristeza. Un año antes, comencé a ir a terapia por depresión y mi falta de concentración en los estudios.
Uno de los ejercicios que me mandó mi psicóloga fue responder varias preguntas que se concentraban sobre cómo podía mejorar mi vida, todas las respuestas apuntaban a cambiarme de carrera y estudiar Comunicación Social.
Esa licenciatura había estado presente en mi vida, pero no veía las señales con claridad: me gustaba escribir, las artes escénicas, el cine y la música estaban presentes en mi cotidianidad, era buena contando historias, la curiosidad de indagar sobre los hechos noticiosos eran más importantes que un quiz de Fisiología o de Salud Pública.
Cinco años me tomó dar el paso, cerrar una etapa y lanzarme al vacío de lo que sentía que me haría feliz. La decisión fue radical, no miré atrás, dejé todo lo conocido y me retiré de la carrera en junio de 2015.
Cuando fui a hacer el retiro formal del cupo, la coordinadora de Control de Estudios de la escuela me dijo: “Te vas a arrepentir. Además, ¿ya tienes cupo en otra universidad?”.
Mi respuesta fue concisa: “Sí, ya tengo cupo y me voy de este lugar”. En ese momento no tenía nada pero su arrogancia no me iba a doblegar.
Luego de revisar y comparar el pensum de cada universidad, la Universidad Monteávila resultó ganadora con su oferta académica. En septiembre de ese año tenían su último proceso de admisión y me preparé, tanto para la prueba como para la entrevista.
Quedé seleccionada en el cuarto proceso de admisión, a los 23 años de edad y el 5 de octubre de 2015 comencé a estudiar Comunicación Social.

Cinco años de constante transformación
Desde entonces, muchas cosas han cambiado. Mi esencia volvió a su cauce, una llama se encendió y ahora cada meta que me propongo la cumplo. La academia se volvió una parte importante en mi vida, estudiar es un placer y no una obligación.
A medida que transcurrió la carrera, el periodismo me susurraba y transitaba el camino que me señalaba. Formé parte de la primera generación de Pluma, el periódico universitario digital de la UMA. En 2017 trabajé junto con 44 estudiantes universitarios en El Tambor Ve para cubrir las protestas civiles en Venezuela.
Estudiar y trabajar es un reto pero no fue imposible. Trabajé en El Estímulo y en UB Magazine (revista perteneciente a El Estímulo), donde tuve la oportunidad de formarme como periodista mientras cumplía con las asignaciones de la universidad.
El coronavirus pisó oficialmente Venezuela el 13 de marzo del 2020. Como a muchos les cambió la vida, también me pasó. De estar en un medio de comunicación fija, me convertí en periodista freelance y gracias a eso, me encuentro en The Wynwood Times cuyo bastión es la cultura que busca trascender las barreras universales.
Gracias a ese cambio que me propuse, he conocido periodistas extraordinarios que me inspiran a dar lo mejor de mí, así como contar con el privilegio de tener profesores universitarios que con su mística cultivaron mi mente para ser una profesional ejemplar.
El 26 de noviembre del 2020 llegó mi graduación, cuatro meses después de la fecha prevista. Se logró hacer bajo el protocolo de bioseguridad para evitar contagios de COVID-19, los 169 graduandos de la promoción XVII nos dividieron en tres grupos para garantizar el acto.
Recibir mi título fue la materialización de un sueño, de sentirme orgullosa de cada paso que tomé y que nada es imposible, los límites solo están en la mente.
¡Habemus Licenciada!
Qué nada y nadie te diga que tus sueños son imposibles, porque solo tú eres capaz de materializarlos.

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