“Algunos autores venezolanos, tan particulares como el propio Lovecraft, tampoco escaparon al embrujo del ghostwriter de Harry Houdini, y Carlos Sandoval tuvo la genial idea de reunirlos a todos en una joya de libro titulado El rastro de Lovecraft”
Por Mariana Antúnez.
Cuando pienso en el padre del horror cósmico, lo imagino pensativo, sentado en su escritorio para nada rudimentario, donde reposa una criatura babosa, parecida a un pulpo de más de ocho tentáculos y en la grata compañía de un orate del oriente medio de mirada perturbadora. Y es que Howard Phillips Lovecraft nos acostumbró a un imaginario poco común en el que el terror y los elementos de ciencia ficción se concatenan en un maelström sin fin. Nos dejó amasando historias sobre entierros prematuros al mejor estilo de su predecesor, Edgar Allan Poe, de espantos y aparecidos, como los que una vez soñó uno de sus ídolos, Arthur Machen; nos enamoró de un libro maldito e hizo que visitáramos la casa de una bruja muy peculiar, hasta que en 1937 se desvaneciera felizmente detrás del rastro viscoso de su bien amado Cthulhu.
Mucho se ha escrito luego de que el cáncer intestinal nos lo arrebatara para siempre. El rey del terror, Stephen King, Richard Matheson, Ray Bradbury y hasta Dan Simmons sintieron la influencia del escritor de Rhode Island para inspirarse en sus mejores creaciones. Algunos autores venezolanos, tan particulares como el propio Lovecraft, tampoco escaparon al embrujo del ghostwriter de Harry Houdini, y Carlos Sandoval tuvo la genial idea de reunirlos a todos en una joya de libro titulado El rastro de Lovecraft. Mercedes Franco nos incita a visitar un ascensor de las torres de Parque Central en el que años antes una bailarina clásica encontró su trágico final, historia esta que podría trasladarse perfectamente al estudio de The Shining bajo la dirección de Kubrik; Gabriel Jiménez Emán nos muestra el Misterio de Monte Claro y de su mano visitamos una casa espeluznante, cuyos ocupantes viajan a través del tiempo y el espacio. En el Monstruo de la Hermana Tábata, Iliana Gómez Berbesí describe el drama de una mujer con fijaciones en objetos inanimados, en una especia de evocación a los espejos de Lewis Carroll.
El maestro de las letras venezolanas, Israel Centeno, tampoco podía faltar en esta compilación. Con Maple, la tragedia de sus personajes se enmarca en una secuencia fílmica, por demás pesadillesca, cuya bestia protagonista hace alusión a su obra del año 2000, Criaturas de la noche. La contribución de Juan Carlos Chirinos destaca con la historia de un espantapájaros mutilado que haría delirar a cualquier amante de Los niños del maíz de King y de las hazañas de desmembramientos. Ronald Delgado también nos embelesa con un cuento prístino en todos los sentidos: El ritual del infante muerto es un guiño extraordinario al Pedro Páramo de Rulfo y le regala un toque de sensibilidad a este homenaje a Lovecraft.
Sin embargo, hay varios relatos que destacan esa pócima de ciencia ficción y ocultismo tan propia del creador del Necronomicón. En La noche de Prometeo de Wilfredo Machado, un androide tiene la misión de rescatar libros perdidos en un mundo postapocalíptico; una virgen es sacrificada una y otra vez en La fiesta de la castaña de Les Quintero y se aferra a una nuez como quien se aferra a la vida misma. Eloi Yagüe Jarque relata la travesía del Profesor Otranto (vaya referencia a la primera novela gótica de la historia) en su búsqueda de Las ruinas sumergidas lovecraftianas, nada más y nada menos que en las islas de Coche y Cubagua. Pero no es solo Venezuela la tierra que guarda vestigios del escritor de Providence. Berlín, específicamente el Tiergarten, exhibe una piedra de poderes inconmensurables, de halos rojizos y naranjas, con inscripciones ininteligibles según el relato Kueka de luz y tinieblas de Ricardo Riera.
Luis Britto García, Mariano Nava, Fedosy Santaella, Alana Tusell y Roberto Martínez Bachrich también ocupan su lugar de honor en este homenaje al que una vez se creyó, como el mismo Sandoval afirma en el epitafio introductorio, “un don nadie literario”. En Venezuela, Alemania, el Medio Oriente y en el mismísimo suelo americano que lo vio nacer, la herencia lovecraftiana ha tenido una resonancia contundente e innegable en todos los sentidos: en el cine, las artes plásticas, el mundo de la música e incluso en los videojuegos, Howard Phillips Lovecraft se ha hecho omnipresente y su legado ha alcanzado incluso a los jóvenes que hoy vemos crecer, tal cual si fueran las ventosas tentaculares de su majestuoso Cthulhu.
Carlos Sandoval es crítico literario, narrador, licenciado en Letras por la Universidad Central de Venezuela, Magíster en Literatura Venezolana por la misma alma mater y Magíster en Literatura Latinoamericana por la Universidad Simón Bolívar. Ha recibido numerosos premios, entre ellos, el Premio del I Concurso de Crónicas de la Revista Climax 2006 y el Premio I Bienal de Literatura «Julián Padrón», mención novela corta en 2010.
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Postgrado en Literatura Latinoamericana. Traductora y lectora voraz.
Columnista en The Wynwood Times:
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