Por Carlos Enrique Márquez.
Los grandes clásicos nunca mueren. Si hay un estudio que eleva esta frase hasta el infinito, es la todopoderosa Disney. El padre del ratón Mickey ha sabido rescatar sus obras maestras de antaño y reestrenarlas en versiones live action que han tenido, a partes iguales, sus detractores y defensores.
La nostalgia es un elemento que, de explotarlo con inteligencia, puede generar una gran rentabilidad. Sin embargo, las críticas llegan desde aquellos que piden a gritos ideas frescas y originales; pero seamos realistas ¿Quién no se ha emocionado al ver el tráiler de El Rey León, película que se estrena el próximo mes de julio?
La moda de los live action arrancó en 2015 con la adaptación de La Cenicienta, película dirigida por el cineasta inglés Kenneth Branagh. La propuesta resultó efectiva para público y crítica, logrando recaudar más de 500 millones de dólares. Ante este éxito, Disney no se quedó de brazos cruzados y preparó la maquinaria.
Se anunciaron los live action de El Libro de la Selva (2016), La Bella y la Bestia (2017), Aladdin (2019) El Rey León (2019), Mulán (2020) y La Sirenita (Sin fecha de estreno).
El casting interminable de posibles intérpretes para estos venideros films no cesaba y sorprendió la elección de Emma Watson como la joven y empoderada Bella, en la cinta dirigida por Bill Condon, que se estrenó en 2017.
Personalmente y siendo La Bella y la Bestia mi película favorita de Disney (por múltiples razones, pero especialmente el factor sentimental y la música), asistí con gran interés a ver el live action en aquel año y, de cierto modo, me llevé un sabor agridulce.
La cinta original de 1991, nominada a Mejor Película en los Oscar –en una época en la que no existía la categoría a Mejor Película Animada– funcionaba como un reloj en sus 80 y pocos minutos de duración. En la nueva versión, la inclusión de algunas sub-tramas, como la historia de la madre de la protagonista o ciertas canciones de cuestionable calidad, empañaron un poco el producto final.
Por su parte, El Libro de la Selva resaltó por sus efectos visuales, pero resultó ser un poco fría y descafeinada en su argumento. La cinta de John Favreau careció de épica y de carisma en sus icónicos personajes, como el oso Baloo o la pantera Bagheera.
Pero, sin dudas, el Live Action de Disney que ha recibido más elogios y aceptación de público y crítica es la recién estrenada Aladdin. Dirigida por Guy Ritchie, un cineasta habitualmente alejado de propuestas familiares y más enfocado en cine negro, resultó entrañable, divertida y con un genial Will Smith interpretando al Genio de la lámpara.
Su puesta en escena, el colorido, la música y su humor; han calado en el público. En Bogotá, ciudad donde resido, las salas han estado abarrotadas las dos veces que vi la cinta en el cine.
Lo criticable: El mensaje de empoderamiento femenino forzado
Si hay un factor criticable que tienen estas películas live action de Disney es que (probablemente por órdenes de los ejecutivos) siempre quieren meter a la fuerza el mensaje forzado de la inclusión, tan de moda en la sociedad actual.
Un ejemplo evidente es el deseo de la princesa Jazmín, interés romántico de Aladdin, por ser la sultana de Agrabah, reino en el que se desarrolla la trama. En la cinta original no se hacía en ningún momento referencia a esta temática y, en Aladdin de 2019, se recrea a partir de la inclusión de nuevas canciones que llegan en momentos equivocados, restando ritmo a la película.
Personalmente, no estoy en contra de las ideologías de género que buscan medir con un mismo rasero a hombres y mujeres, lo que sí critico es que se modifiquen obras maestras como Aladdin, con el objetivo de calar este mensaje en las nuevas generaciones.
La polémica racial
La reciente elección de la actriz y cantante afroamericana Halle Bailey para interpretar a Ariel, la pelirroja y caucásica protagonista del cuento infantil La Sirenita de Hans Christian Andersen, cuyo live action será llevado a la gran pantalla en una fecha aún por confirmar, ha generado una enorme polémica en todo el planeta; una vez se supo la decisión del estudio, las redes sociales ardieron, en su mayoría gente rechazando el cast.
Los memes en los que, por medio de ingeniosos montajes, convertían a Ryan Gosling en Black Phanter o a un tigre en El Rey León, aparecieron inesperadamente en la red y es que, esta noticia, sorprendió a todo el mundo.
Está claro que Disney decidió meter mano y destruir un clásico que todos amamos para contentar a todos los públicos. Una decisión que seguramente le pasará factura en taquilla ya que, para ser honesto, ¿Quién se animará a pagar una entrada para ver esta película, que se ha profanado en su concepción más básica que es, en sí, la sirena?
No quiero juzgar a Halle antes de tiempo, quizás la chica se coma la pantalla y nos haga tragarnos nuestras palabras, pero será algo muy difícil de que ocurra ya que la gente, a años aún de que se estrene, ya le tiene tirria al film.
El rumbo de complacencia experimental que está tomando Disney va en contra del sentimiento de los fans más acérrimos, porque están jugando con sus sentimientos e ilusión. La Sirenita será, probablemente, la obra más controvertida del estudio en esta década.
En el futuro ¿Veremos a un James Bond femenino, o a un Superman asiático?
Lo ambivalente: Usted decide si es bueno o malo
Hace relativamente poco, Pixar la sacó del estadio con una joya de cine de animación como lo es Coco (2017), creando una historia original que se robó el corazón y las lágrimas de los espectadores y que fue acreedora de un Oscar a Mejor Película de Animación.
Esto es un ejemplo de que, todavía, existen artistas y profesionales que están por la labor de contarnos nuevas historias sin necesidad de recurrir a la nostalgia fácil. Disney debe aprovechar el momento, tanto a nivel económico como sentimental, pero no debe abusar. El público también clama por nuevas historias.
Ahora bien, para aquellas personas que están llegando a los 30 (como es mi caso), ver en acción real y en pantalla grande personajes como Mowgli, La Bestia, Lumiere, Aladdin, Jafar, Bella o Mufasa, sencillamente no tiene precio.
2019 se viene cargado de live actions y estaremos al pie del cañón para enternecernos con la nostalgia que nos propone Disney.
Por The Wynwood Times