Por Ari Silva.
Desde hace algún tiempo se han estado poniendo de moda ciertas dietas o “estilos de vida”, que han hecho que la opinión médica y público en general se debata entre qué es realmente saludable y qué es simplemente una “moda”.
No soy médico, ni tengo ningún estudio en nutrición, pero mi cuerpo ha experimentado todas las dietas existentes desde 1983 hasta ahora.
Incluyendo medicinas, pastillas, homeopatía, plomitos en las orejas, una dolorosísima “acupuntura coreana”(de manos de un pseudo médico en Caracas), electroterapia, hipnosis, Herbalife, inyecciones de alcachofa, medicina ayurvédica, vegetarianismo y hasta las peligrosas “Reduce FaT Fast” que casi me matan a mí y a mi familia, no han servido sino para aumentar mi desaliento.
En este post voy a hablar de las dos “estilos de vida” que he intentado últimamente y de las que puedo hablar solo con la responsabilidad de quien las ha vivido.
PALEO DIET
Comencé a ser “paleolítica” cuando me di cuenta de que necesitaba una dieta que me resultara real y se adaptara a mis gustos. Ya había intentado la dieta Atkins hacía tiempo y adelgacé 16 kg (35 lbs). ¡Amaba ese régimen! Podía comer toda la carne del mundo y Dios sabe que amo las carnes, pollos en brasa, chorizos y morcillas, pero la falta de vegetales hizo que me fuera imposible digerir aquella cantidad de proteínas. Por eso (y por mi lacto intolerancia) la dieta Paleo me pareció la mejor opción.
¿De qué va?: Básicamente y según los científicos que la trajeron a la luz pública, los humanos casi no hemos evolucionado biológicamente desde el periodo paleolítico, básicamente nuestro aparato digestivo es el mismo desde que nuestros ancestros habitaban las cavernas.
Según esta teoría, la alimentación moderna ha hecho que nuestra digestión, llena de alimentos elaborados, produzca la mayoría de las enfermedades que nos están matando en la actualidad: obesidad, diabetes, Alzheimer, cáncer, trastornos hormonales, enfermedades autoinmunes, alergias, intolerancias alimentarias, depresión, inflamaciones, infertilidad, etc.
La dieta Paleo nos devuelve a lo básico de la alimentación: Carnes de caza, vegetales, frutas silvestres de temporada, pescados de mar y rio (no de piscifactorías), huevos de gallinas felices que crecen en libertad, aceites naturales (coco y oliva), frutos secos, especies y hierbas.
Solo algunos tubérculos en pequeñas cantidades. No están permitidos los alimentos que producen inflamación: lácteos, azúcar (solo de coco), grasas modificadas, almidones (papas), embutidos, alcohol, cereales y granos procesados como las harinas.
Es una dieta alta en proteínas y grasas, porque la grasa (sí, no se horroricen) fue la causante de que nuestro cerebro evolucionara y se redujera nuestro intestino.
Nuestro cerebro, esa máquina perfecta que nos distingue de otras especies vivas, está compuesto (entre otras cosas) de 60 % de grasa. Según los científicos, nuestro cerebro se triplicó en tamaño con respecto al de los monos, gracias a la ingesta de proteína animal.
Para resumir: Nuestros antepasados, los cavernícolas, no comían alimentos procesados y nosotros tampoco debemos, así que tira ya mismo ese sándwich de jamón y queso que estás mordisqueando mientras lees este post.
Mi experiencia: Me encantó hacerla. En esa época fui muy creativa en la cocina, me inventaba mil formas de hacer parecer a la harina de almendras como un carbohidrato. Hice arepas de batata a diario, comí parrilla hasta morir y aunque las ensaladas me gustaban mucho, comer carne sin yuca o pan o papas fritas me parecía aberrante. Nada más triste que una hamburguesa envuelta en lechugas.
¿Adelgacé? No. Me bajé unas libras nada significantes, pero mi problema de dolor en los músculos y en las rodillas desapareció. Mi fibromialgia también desapareció en esa época así como mi retención de líquido.
KETO DIET
En este estilo de vida es en el que estoy en este momento. La dieta cetogénica o “ketogenic” en inglés, no se basa en nuestra evolución sino en nuestra manera de generar energía y en reeducar nuestro cuerpo para que utilice su propia grasa como fuente de energía.
¿De qué va?: La ketosis es el estado donde nuestro organismo permite que usemos parta de la grasa almacenada en nuestro cuerpo para generar energía, produciendo así una notable pérdida de peso en corto tiempo.
Coincide con la paleo diet en que -no-podemos-consumir-alimentos-procesados-ni-refinados-, con algunas excepciones: Adiós, azúcar, welcome stevia. Puedes comer embutido solo si son no curados y sin carbohidratos ni químicos. Están permitidos los lácteos (hago una pausa aquí para sonreír porque la vida sin quesos es triste, aunque yo sea intolerante) y las grasas.
Eso no quiere decir que te debas comer una bolsa completa de chicharrones con mayonesa y queso derretido, quiere decir que el componente de tu dieta debería ser algo así como: 75 % de grasa, 20 % de proteínas y apenas 5 % de carbohidratos.
Las grasas saludables que puedes comerte ese 75 % son más aburridas de lo que crees: aguacates, aceite de coco y de oliva extra virgen y las ricas en omega 3 que contienen algunos pescados azules, aceitunas, frutos secos y semillas oleaginosas.
Si tomamos en cuenta que hasta la lechuga tiene carbohidratos (ni hablar del engordante tomate) nos encontramos con la triste realidad de que solo son permitidos carbohidratos de origen vegetal: coliflor, calabacín, brócoli, y todas las hojas verdes del campo.
Esta dieta se utilizó por primera vez en los años 20 con mucho éxito en el tratamiento de epilepsia en niños.
Mi experiencia: Hasta ahora ha sido fantástica solo si la hago acompañada de días de “intermittent fasting” (ayuno intermitente), eso quiere decir que cada semana hago de dos a tres días de hambre. No, no me muero de inanición, solo que tengo una ventana de comidas de 10 horas y no como en 14 horas. Debería ser de más horas; pero estoy comenzando.
Dejo de comer a las 7 pm y desayuno a las 9 am. ¿Nada mal, verdad?
¿Recuerdan cuando nuestros abuelos o padres decían?: “Yo no como después de las 6 de la tarde”, o “Me quité la cena y adelgacé”. En esas horas de hambre que incluyen las horas de sueño, el cuerpo consume sus propias grasas. Recuerden que nuestros antepasados pasaban días sin comer porque cazaban a un animal, se lo comían todo y no volvían a ver alimentos hasta que atrapaban a otro animal.
Nuestro cuerpo, ese gran sabio, almacena energía para los días malos pero como en la actualidad estamos saturados de comidas por doquier, no le damos chance de quemar el excedente y por eso las almacena en forma de grasa. Gracias a este estilo de vida he podido volver a comer quesos madurados por lo menos. No me causan intolerancia. Algunas de mis alergias cesaron y los dolores musculares también, además la energía que siento ha hecho que me den ganas de hacer ejercicios, cosa que es casi un milagro.
Para concluir les puedo decir que cada cuerpo es distinto, no solo por nuestra carga genética, sino por donde nacemos y qué alimentos se cultivan o crecen en nuestro entorno. La coherencia entre tierra y cuerpo es importante, por eso un italiano puede comer pasta y pan y no engordar y nosotros con un grissini nos inflamos como globo. Ellos tienen una tierra, un pasto donde comen los animales y un clima diferente a una persona que nació en Fort Lauderdale o en Cúpira.
Debemos irnos a lo básico y comenzar a comer cosa locales y hechas en casa o por lo menos sin tantos conservantes y químicos que nos enferman cada día.
No hagan dietas sin antes ir a un médico, por favor.
No exageren, que esté permitido en un régimen comer tocineta no curada de vez en cuando no significa que se coman el paquete completo. Y por encima de todo: Coman comida. Tomarse los alimentos en batidos no es comer, los humanos necesitamos masticar, de lo contrario no tendríamos dientes.
Se les quiere.
Ari
Por The Wynwood Times