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Entrevista por Rafael Baralt L.

Honrar la vida es su premisa, aunque también siente atracción por la muerte. En realidad es su espíritu de justicia el motor de sus obras artísticas. Crear belleza desde la tragedia, convertir la desgracia en reflexión, sustituir el término indiferencia por dignidad. A simple vista, las creaciones de Dianora atraen por la ingenuidad de sus formas, pero basta con acercarse, detallarlas, sentirlas para percibir la crudeza y así entender la fuerza del mensaje que esconden. No es fácil ser contundente con sutileza; ella lo logra. El arte de Dianora Pérez recorre inevitablemente terrenos de horror, de violencia e injusticia. Ella lo digiere y lo procesa hasta convertirlo en obras que no admiten vagas interpretaciones. Descifrar el código que encierran es una forma de conectar con lo trascendente.

“Es grato observar la conexión del público con cada uno de esos libros y con cada una de las obras que he presentado durante todo este tiempo”

En el 2003 se comenzó a conocer de su arte. Su preparación ha consistido en cursos y talleres tan variados como pintura, fotografía, dibujo técnico, ebanistería, incluso taxidermia.

En lo académico comenzó estudiando Diseño Gráfico para luego licenciarse en Artes Plásticas en el Pedagógico de Caracas, donde también obtuvo la Maestría en Artes Plásticas. En esta institución también ejerce como docente desde hace más de diez años. Actualmente está cursando un Doctorado en Cultura y Arte por América Latina y el Caribe.

También se le ha visto en acciones de calle, dejando claro que también apuesta por el performance. Por si fuera poco, su fascinación por el mundo editorial encontró asidero al cursar un Diplomado de Edición en la UCV. Desde entonces, el libro como entidad ha venido formando parte importante de sus obras.

Y ya puedes descargar el PDF con catálogo de la exposición titulada Crónica[s]. Esta tuvo lugar en la Sala Mendoza, a propósito de la distinción Artista Emergente Embajada de España otorgada en Edición Premio Mendoza #15. Caracas, 2019. ⇒

Crónicas de Dianora Pérez

¿Cómo fueron tus inicios con los libros?

Estando en la universidad no solo das clases sino que también tienes horas administrativas, o sea, debes dividir tu tiempo. Así llegué a gestionar la imprenta de la universidad. Siempre he tenido amor por los libros, realmente me encantan. A los diseñadores no les gusta diseñar libros, es algo que odian, a mí de verdad me fascinan. Entonces, trabajando en la imprenta conocí todo el proceso, tal vez por eso es que las obras que más impactan son los libros. Son cinco, cinco obras.

Cuando expones esos libros allí ¿se pueden abrir, manipular, pasar sus páginas?

Sí, aunque no siempre es posible. Son pequeños, formato clásico, fáciles de manipular.

¿Cómo los diste a conocer?

Yo siempre los sometí a concursos en pequeños salones y así se fueron conociendo poco a poco. Luego de que ya tenía ese monstruo armado, decidí completarlo en una serie y hablar con la gente de la Sala Mendoza. Les dije que tenía la idea de presentarlos como una serie completa. Y así fue, la Sra. Patricia Velazco aceptó hacer la exposición donde, por primera vez, se presentaron los cinco libros juntos y que se tituló Per_versiones. La gente podía manipularlos, interactuar con ellos. En otros lugares donde fueron presentados no se podían tocar porque estaban protegidos por una cúpula de acrílico. Fue terrible porque no lo aprecias bien, pero entiendo que en algunos casos es importante para que no se dañen.

Sobre esa serie de cinco libros, Per_versiones, ¿qué puedes contarnos de ella?

Per_versiones es una serie que trata temas de índole político-social. Abarca distintos años. Por ejemplo, El Libro Rojo cuenta la historia de los presos que estaban en el Sebin, o que aún están; ese fue el primero. Estos libros tienen una particularidad y es la manera en que están hechos, sobre papeles muy nobles, papeles vegetales, un papel cebolla; papeles que si los tocas el punto de braille se podría ir, pero son bastante resistentes pues suelen usarse para envolver, para cubrir, para cuidar. Si este papel sirve para cubrir, puede servir para muchas otras cosas. Así comencé a trabajar con papeles más nobles y aparte que me encanta ese papel por el color, no son blancos puros, sino que son papeles con tonalidad más beige.

¿Qué tipo información contienen los libros? Es decir, textos, fotografías, ¿dibujos tal vez?

Hay una combinación de códigos, porque me interesan los códigos. Todos tienen braille. Hay algunos que están trabajados con sellos de goma, el color de la tinta también influye, si el libro es rojo entonces la tinta es roja, en libro dorado la tipografía es negra, pero no conservan un diseño único.

Yo estudié fotografía con Nelson Garrido, y llegó un momento que fue tan obsesiva la imagen, que me dije “esto tiene que parar”. Con él desarrollé mucha serie fotográfica y entre tanta investigación entendí que lo que me interesa no es lo agradable, no es la belleza común, sino la belleza en otro sentido. Comenzó a interesarme la muerte, principalmente. Comencé fotografiando animales muertos encontrados, todos encontrados. Luego aprendí la taxidermia. Entendí, gracias a Miguel Von Dangel, al objeto, al cadáver ya convertido en objeto. Trabajé taxidermia con animales pequeños porque son más fáciles de manipular. Normalmente me encantan los roedores, las aves. De hecho aprendí inyectando patas de gallina. Tenía toda una gama cromática allí.

Fotografia fragmentada por Dianora Pérez

Fotografia por Dianora Pérez

Pero un día Nelson me dijo: “Muy bien todo lo que vienes haciendo, pero hay que pensar en la trascendencia”. En mi caso, crecí viendo a la Madre María de San José en una urna de cristal, que como beata mantenía su cuerpo incorrupto. ”Los santos para que sean santos tienen que estar muertos”, me dijo Nelson en otra ocasión. Entonces empecé a estudiar la muerte desde otros aspectos. A ello se suma la violencia, hasta que encuentro una palabra clave que es la estética del deterioro, gracias a una investigadora, Consuelo Hernández, que revisa toda la obra de Álvaro Mutis a través de esta perspectiva. Lo que hice en mi tesis de maestría es apropiarme de sus categorías y traerlas a la plástica venezolana y ver si era posible presentar una obra bajo esta temática. Así fui conceptualizando obras, hasta que dije: “necesito suprimir el horror al que la gente está sometida”. Creo que puedo sustituir la imagen por la palabra porque a través de ella logro que el espectador genere la imagen.

Entonces comencé a escribir algunos textos en papel aluminio escritos en braille, en una caja negra solemne, pero les colocaba vidrio. Alguien una vez me cuestionó: “Pero esto es una cosa loca, utilizas braille pero le pones un vidrio”. Yo le digo sí, porque así son las noticias en este país: están, tú sabes que pasan, o no sabes que pasan, pero acceder al código, ya queda de ti si lo quieres intentar, si te conectas, si no te conectas. Eso lo llevo a los libros, pero simplifico muchísimo más el trabajo: son palabras, son nombres, son cosas puntuales, donde no hay traducción, que es lo interesante.

Libro de vida – Año 2018

EL ALEPH de Borges Grabado -Escritura Braille- Impresión tipográfica

Yo tengo que valerme de la noticia para poder desarrollar toda una investigación. Para El Libro Dorado fueron dos años, en los cuales tuve que trabajar con geógrafos, con periodistas; entender una cantidad de cosas, decantarlo y poder presentar una obra. Son procesos bastante largos, sobre todo la etapa de investigación. El Libro Azul que es hecho en papel de carbón azul, trata sobre la explosión de Amuay en 2012. Entonces, es cómo confrontas el hecho noticioso público con lo que normalmente se publica. Es grato observar la conexión del público con cada uno de esos libros y con cada una de las obras que he presentado durante todo este tiempo.

¿Con cuál de los libros obtuviste el premio Jóvenes con FIA?

Habían dos, estaba El Libro Blanco y estaba El Narcolibro, ese libro es diferente a los demás porque a pesar de que conservan el dieciseisavo está construido como carpeta, independiente. Tiene algunos detalles con rolling papers, porque el material es importante en cada uno. La artista Gabriela Sacco decía que la técnica no es ajena a la obra, todo lo que utilices habla de la obra, entonces pensando en eso trato de cuidar cada detalle que hay en cada una. La isla de los pinos, entonces tienen que ser pinos; detalles que te van construyendo también todo un discurso. Por eso paso tanto tiempo pensando una obra para poder luego ejecutar. En Jóvenes con FIA decían, ¿pero cómo vas a premiar un libro? No estás premiando un libro, estás premiando una obra en forma de libro.

Hay una obra tuya que, en lo particular, me impresiona mucho por el mensaje implícito, esa súplica no escuchada de aquellas madres. Háblanos un poco sobre “La Carbonera”.

La Carbonera es una obra hecha para el salón del BOD. Hubo una convocatoria y yo me dije ¿qué obra puede contextualizar esta temática? El tema era arte y sociedad. Sabes que hay noticias que son impactantes por el momento, pero yo busco todas las páginas que pueden haber impresas o en digital, hago un registro de eso para luego procesarlo, porque luego puede desaparecer. Eso pasó con esta obra.

Ese fue un hecho muy importante: un reclusorio en el estado Carabobo, donde habían varios presos sin ser procesados, cosa que no debía ser. Tomo el caso, investigo todo cuánto puedo, conozco las familias. Por su parte, el Observatorio Venezolano de Prisiones, que es una institución que se encarga de estudiar todos los hechos carcelarios, sacó una publicación de todo el caso, incluso el testimonio de las madres. Asistí a una rueda de prensa donde estuvieron todas las madres de los reclusos fallecidos. Ahí constaté que lo común era que les permitieran darle sepultura a sus hijos, que les entregaran sus cuerpos. Esa obra la hice primero en código morse, pero luego lo cambié a braille pero violando la norma. El braille se escribe de izquierda a derecha, en este caso está escrito de arriba hacia abajo; como si fuese árabe, un caracter bajo el otro. Consideré que el papel carbón era prudente, porque todos los presos murieron incinerados.

La Carbonera – Detalle de tiras y puntas

La Carbonera – Montaje año 2018

La Carbonera – Detalle Braille

La Carbonera – Foto frontal

Por eso son tiras, y son 71, por cada persona fallecida. Están enumeradas porque es algo típico del asunto carcelario: te conocen por un número. Al final quedó una obra muy bella que cuando se expuso era algo maravilloso. Esas obras son para curiosos, de hecho se quedaron con algunas de esas tiras y yo dije “me gustaría saber cuáles son, yo tengo los nombres de cada difunto”. Esa obra cuando se desmonta es una cajita, la parte interna es de bolsa negra forense, se enrolla y se guarda. Así también son los libros, cada uno se guarda en una caja particular donde el libro se cierra y quien lo recibe comienza desde cero, incluso con el uso de los guantes.

Viene un museo o una galería y te ofrece un espacio. En ese momento ¿creas la obra o tienes algo preparado?

Depende, en el caso de Cerquone pasó así. Yo tenía la idea del material, el mismo con el que estaba trabajando en el momento. Esa obra fue desarrollada con batería de celulares, que contiene además papel de cobre, bastante difícil de encontrar; material plástico recubierto con algunos minerales. El hecho es que veo el espacio, desarrollo la obra en el sitio y luego de entender el espacio, pienso la obra en función de ese espacio. Procuro también jugar con las luces. Ahí pienso en mis obras como monumentos. Normalmente cuando escuchas esa palabra te imaginas cosas gigantescas. En este caso, es un monumento pero por lo que contiene, más allá del tamaño o el volumen que te pueda generar, juego con eso.

Foto Gedeón 2019 – Códigos sobre materiales de baterías de celulares

¿Qué tipo de sensaciones quieres tú que la gente experimente y se lleve cuando ve tu obra?

Normalmente no trabajo la estética de la recepción, el estar pendiente de la recepción o no del público, pero por lo menos con que se atrevan a verla, eso es mucho. Suelo hablar con las personas que asisten, porque ahí está tu obra, tienes una nueva lectura de lo que están percibiendo, de cómo la ven, cómo la sienten y eso es genial. A veces construyes la obra en el espacio donde la creas y cuando la tienes en el espacio público es otra cosa. Es una dimensión increíble. Considero que soy responsable con lo que hago porque se han generado sensaciones emocionales muy fuertes. Me pasó también en el museo, con la obra “El legado” (The Legacy, en inglés), nombre que tenía el sitio donde fallecieron varios adolescentes en una explosión en un club de El Paraíso, acá en Caracas.

¿Alguna vez pensaste que al hacerlo también estás honrando la memoria de quienes perdieron la vida y que fueron motivo para tu obra?

Es el primer pensamiento: honrar la vida. De hecho vengo de una formación católica. Yo pienso en el misticismo con que escribo cada obra; por ejemplo, el trabajo con lo sellos. Se debe construir cada uno, letra a letra. Debo marcar ese sello para luego montar otro y así poder sellar. Para mí es como rezar el rosario, es un tiempo que tienes con cada persona, escribir su nombre, escribir su historia aunque sea con una palabra. Como devota de la Virgen del Carmen voy a la iglesia de la Candelaria y le mando a oficiar misas a cada difunto, porque son seres humanos víctimas de una violencia profunda, de una cruel violencia. En función a eso es como darle una lucecita, es ponerle flores. Por eso digo que son monumentos, es un punto de honor para cada persona fallecida.

Foto: The Legacy – Instalación 2018

Tratando de catalogar tu obra, ¿la ves como arte conceptual?

Eso dicen (risas).

¿Podría decirse que es arte de protesta?

Yo creo que nosotros protestamos por todo, hasta sin querer. A veces tú ves la abstracción y como decoración es bellísima, pero profundizas en la obra del artista y te das cuenta de que también está protestando. Depende de la visión, yo lo hago porque siento que debo hacerlo.

¿Alguna vez has tenido problemas de censura por exponer este tipo de arte?

Pasa que el primer problema es que la gente se deja llevar no por la obra, sino por la temática. Entonces, si te vas por la temática, te deslumbras por otras cosas y te olvidas de la obra. Por tanto no hay crítica de arte.

¿Tienes influencia de algún artista?

Los maestros…Miguel Von Dangel para mí ha sido una referencia invaluable. Y Nelson Garrido, aquí en Caracas. Nancy Urosa, como investigadora. En Latinoamérica Doris Salcedo, y tantas otras mujeres latinoamericanas que han tocado también el tema de la violencia. Mi admiración y respeto.

Foto: Dianora Pérez – REPÚBLICA- Rompecabeza deslizable

¿Qué más podemos esperar de Dianora Pérez, la artista?

Un gran compromiso con lo que hago, con lo que sigo haciendo. Yo digo que las profesiones son peor que el matrimonio, porque tú decides lo que quieres hacer, y eso sí es para toda la vida. A la pareja la puedes cambiar, o te cambian. Pero lo que sí debes hacer es lo que te gusta, lo que te apasiona, lo que te mueve, lo que sin eso no puedas vivir. Y yo sin esto no puedo vivir. Aunque las temáticas a veces son tan fuertes, pero detrás de mí también hay un equipo de apoyo, la familia, amigos, porque no es fácil entrar en esas profundidades. Siento amor por lo que hago y siempre estoy disponible. Seguiré con la docencia, pues creo también en la educación y no necesariamente circunscrita a un aula de clases.

Rafael Baralt Lovera
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Escritor venezolano y editor principal de The Wynwood Times