Por Rafael Baralt Lovera.
Mientras conducía por Caracas para mi encuentro con Carlos Urbaneja, hice un recorrido mental de mi propia experiencia con el piano. Desde mi niñez sentí fascinación por ese gran instrumento, la delicadeza de la madera pulida y brillante, la elegancia de esas teclas blanco y negro, dispuestas como si se tratara de un código secreto y cuyo misterio solo le era revelado a algunos pocos afortunados, tocados por la magia de ese algo desconocido. Claro, era un niño, y con el pasar del tiempo comprendí que el sonido de ese instrumento maravilloso también podía cautivarme, pero a través de otras manos, no las mías. Y justamente estaba a punto de estrechar las de uno de los mejores pianistas de nuestro país. No en vano, Carlos Urbaneja se ha presentado con las principales orquestas de Venezuela, a la vez que ha construido una prolífica carrera como solista que le ha permitido llevar su arte a distintas ciudades del mundo.
Y así, luego de presentarnos y conversar un rato sobre música, un tema que a ambos nos apasiona, ya estábamos metidos de lleno en la entrevista.
¿Llegaste al piano por voluntad propia o fue algo planificado?
Mi madre fue la que me introdujo a la música. Sin embargo recuerdo que siempre me sentí muy a gusto en mis clases de música. Digamos que no fui obligado a estudiar, como le ha sucedido a muchos otros niños. Yo sentí una conexión con la música desde siempre. Tendría unos seis años. Tuve, además, la fortuna de que se diera una coincidencia afortunada. María Luisa de Stopello, que era una gran amiga de mi mamá, acababa de llegar de Suiza donde había estudiado el método Dalcroze de enseñanza musical. Cabe decir que este es un método extraordinario y en esa época era bastante novedoso. Mi madre que era psicóloga y pedagoga tenía en esa época un colegio, que por cierto funcionaba en mi casa. Le ofreció a María Luisa las instalaciones del mismo para que en las tardes funcionara allí su escuela de música, por lo que fue todo muy natural para mí. En las mañanas tenía el kinder que funcionaba en mi casa, y luego, ahí mismo, las clases de música. María Luisa era una pedagoga fuera de serie. Por sus manos pasaron muchos músicos que hoy son profesionales reconocidos aquí en Venezuela. Y así pues, se inició mi relación con la música.
Fotografía de Carlos Alberto García @Argencucho
Fotografía de Carlos Alberto García @Argencucho
¿En qué momento supiste que querías ser pianista?, ¿tuviste alguna revelación de tu talento para interpretar el piano?
No recuerdo el momento preciso. Lo que sí recuerdo es que desde niño siempre me sentí a gusto con ese instrumento. No quisiera hablar si tenía talento o no, lo que sí tenía era una verdadera conexión con la música. Una conexión, digamos, emocional. Talento o no eso era lo que yo quería hacer. Y si tenía poco talento iba a trabajar para superarlo y si tenía mucho, pues también.
Entiendo que estudiaste fuera del país y pasaste un buen tiempo fuera, ¿cómo fueron esos días lejos de tu familia y amigos?
Sí, estudié primero aquí y luego estudié diez años en Inglaterra. En ese entonces tenía 21 años. Yo fui feliz allá, desde el día que puse un pie en Londres. Me identifiqué profundamente con ese país, con esa idiosincrasia, con esa manera de ser; fui realmente muy feliz allá. Entre mis planes no estaba vivir en Londres diez años, pero yo los prolongué porque me sentía muy a gusto allá. Hasta que ya fue evidente que no tenía sentido seguir siendo un eterno estudiante y me regresé a Venezuela.
¿Extrañas Londres?
Londres es una ciudad fabulosa y me encantaría poder ir con frecuencia. Lamentablemente las circunstancias no lo permiten. Extraño mucho a mis amigos, eso sí. Yo hice muy buenos amigos en Londres, de distintas nacionalidades y los extraño tremendamente. Una de las cosas más duras de nuestra situación actual es el sentirme aislado de esas personas que para mí significan mucho. Eso es muy doloroso para mí.
Eres capaz de pasearte con gran virtuosismo por piezas clásicas de Beethoven, Chopin y Debussy, por nombrar algunos. ¿Cuál de estos, o algún otro de los grandes compositores, representa para ti el mayor reto interpretativo?
Beethoven es siempre un gran reto interpretativo para todo músico. Es un compositor que ofrece, digamos, obras tan inmensas desde todo punto de vista que es uno de esos autores que nunca vienen naturalmente. Hay que realmente trabajar, ahondar en cada una de las obras que uno aborda de él para hacer un intento de llegar al fondo. Y realmente uno puede pasar la vida entera sin nunca llegar al fondo. No por nada esos grandes intérpretes de Beethoven, en el caso del piano como Claudio Arrau o Daniel Barenboim, pasan la vida entera interpretándolo. Inclusive graban sus obras, las mismas, una y otra vez porque es una música que nunca se agota. Nunca realmente llegarás al fondo de lo que significa ese misterio y de ese enorme reto que hay en las obras de Beethoven.
¿Existe algún compositor que quizá por la complejidad de sus obras, lo hayas intentado y luego desistido? Rachmaninoff, por citar un ejemplo.
El repertorio ruso, que me encanta, siempre lo he sentido como que no es para mí. He estudiado, por supuesto, varias piezas del Rachmaninoff, pero nunca me siento tan a gusto. Hay otros autores rusos como Alexander Scriabin, con él me siento más cercano. Pero hay algo en general con el repertorio ruso con lo que no me siento tan íntimamente ligado.
¿En cuál situación te sientes más cómodo, más suelto y pleno; cuando tocas como solista con una orquesta o sin ella?
Yo me siento más a gusto en el ámbito del recital, piano solo. También me encanta acompañar cantantes. El canto es una gran pasión. Me habría encantado ser cantante, sin embargo, por las razones que fueran no fue para mí. Pero tengo la opción de acompañar cantantes desde el piano. En pocos momentos de mi vida soy tan feliz como en un escenario acompañando a un buen cantante. Pocas cosas me dan más placer que eso. He tenido la fortuna de acompañar muy buenos cantantes. Sigo haciéndolo y siempre lo seguiré haciendo.
Sobre este punto, ¿tienes alguna experiencia que recuerdes de forma especial?
Como te digo, he acompañado a muchos buenos cantantes. Hay una en particular, que además es una persona muy conocida: Isabel palacios. Tuve la fortuna, el privilegio de ser su pianista por muchos años. Ahora Isabel no canta pero sigo conectado con ella. Ayer estuve en su casa porque ahora yo acompaño a sus alumnos. Con Isabel hice cosas absolutamente maravillosas. Como sabes, ella es una artista excepcional, una de las grandes que ha habido en el mundo de la música aquí en Venezuela. Una mujer de una creatividad impresionante, de un carisma y de una presencia escénica increíble. Juntos, durante casi 15 años que duró nuestra relación pianista-cantante, exploramos todo tipo de repertorio. Desde repertorio clásico de Schubert y canciones de los compositores alemanes Schumann, Bramns, etc., pasando por música española, mucha música francesa, hasta música de corte más popular. Teníamos un espectáculo que era de repertorio francés, de clásicos populares franceses, canciones de la Piaf, de Aznavour, etc. Hicimos gran cantidad de conciertos con ese repertorio durante varios años, a la gente le fascinaba y tuvo muchísimo éxito. Hicimos también un espectáculo con música de Kurt Weill que también tenía un corte popular; con sabor, un poquito, de cabaret. La experiencia con Isabel fue realmente especial. Además, por la naturaleza de las cosas que hicimos, por la naturaleza de ella misma como artista, quizá yo deba destacarla especialmente como una de las grandes experiencias de mi vida como pianista.
Si tuvieses una varita mágica y se te diera la oportunidad de tocar y acompañar a un artista, vivo o muerto, ¿quién seria?
¡Guao! En la época en que yo viví en Inglaterra, que tuve oportunidad de ver tantas veces los cantantes que para entonces estaban en su momento de gloria, había un grupo de cantantes que yo adoraba, casi todas mujeres, debo decir. Hay dos que, quizás, yo habría dado la vida por acompañar. La primera es una soprano checa ya fallecida que yo adoraba, se llamaba Lucia Popp; la otra es una mezzo norteamericana que se llama Frederica Von Stade, ella todavía vive, aunque ya está retirada. Ellas tenían una fascinación especial para mí, en parte por su personalidad como artistas, su voz, pero también por el tipo de repertorio que cantaban. Habría dado cualquier cosa por acompañarlas. Aunque, claro, hay otras.
Entrando ahora en otros ámbitos. Sabemos que también eres docente, ¿cómo es esa faceta de Carlos Urbaneja?
Yo adoro mi trabajo en la docencia. Creo que tengo una auténtica vocación para eso, así como también tengo claro de dónde me viene: de mi madre. Como te conté, ella era psicóloga y también pedagoga, esta era su verdadera vocación. Eso lo heredé de ella. Yo tengo recuerdos, desde inclusive temprano en mi adolescencia, de mi temprana adultez, de ya sentir placer por enseñar. Comencé a explorar en esa faceta a mi regreso de Inglaterra. Es una actividad que fue cobrando cada vez más importancia. Tuve también la suerte de encontrarme con personas que me enseñaron mucho sobre el arte de la docencia, porque la docencia es un verdadero arte. Yo tenía la vocación y luego fui aprendiendo las técnicas, el oficio en sí de la docencia. Tengo alumnos desde niños hasta pianistas ya formados, cada uno es una experiencia diferente. Además, debo decir, es la mejor manera de aprender, aunque suene casi como un cliché, pero es absolutamente cierto.
¿Cómo se compagina tu vida como músico con las vicisitudes de vivir en Venezuela?
Por supuesto que no es fácil, y sin embargo debo decir que nunca he estado tan agradecido de ser músico como ahora, porque la música ha sido realmente un salvavidas para mí. Nunca había estado tan profundamente conectado con la música como ahora. Es mi refugio, es mi salvación, una manera sana y maravillosa de evadir; así, sin ningún temor a exagerar. Yo creo que sin la música tal vez ya no estaría viviendo en Venezuela. Es lo que me ha permitido sobrevivir aquí, a pesar de que, obviamente, vivir de la música desde el punto de vista económico no es fácil en Venezuela, para nada. Por eso se hace cada vez más imperativo conseguir las posibilidades de trabajar fuera de Venezuela, conseguir conciertos, etc., poder regresar y continuar viviendo aquí. Pero, en medio de todo, por esas paradojas de la vida, en el peor momento de mi país es cuando yo más he florecido como músico. Llevo varios años en que no paro de tener presentaciones. Nunca antes en mi vida había tenido tantos conciertos como tengo desde hace tres años para acá. Esto obviamente me ha permitido conectarme con algo positivo, con algo creativo que me ha permitido seguir aquí sin caer en la absoluta desesperanza. Además, es una de las cosas que me mantiene viviendo en este país.
¿Qué artista de la escena musical actual te gusta escuchar?, ¿qué música oye Carlos Urbaneja?
Yo escucho de todo, debo decir. De nuevo, tengo una especial debilidad por el canto, los cantantes en general. Por ser un músico clásico, no me voy a engañar, el repertorio clásico del canto ocupa una gran sección de mi discoteca y del tiempo que le dedico a escuchar música. Sin embargo, yo escucho de todo, o casi de todo. De la buena música puedo apreciar casi cualquier estilo. Una cantante como Ella Fitzgerald, por mencionar un nombre muy conocido, me produce tanto placer como cualquier otro. Por supuesto, también están los grandes artistas del piano, inevitablemente. La verdad no soy cerrado, mis gustos son bastante eclécticos. Pero no hay duda de que la música clásica ocupa un lugar preferencial en mi vida.
¿Qué le dirías a un joven con inquietudes para aprender a tocar piano, ya sea en Venezuela o en otro país?
Le diría: si es tu deseo explorar con ese instrumento, procura conseguir un buen maestro y dale todo lo que tienes. Sólo así podrás darte una oportunidad en el mundo del piano. Es un mundo fascinante, lleno de experiencias gratificantes. La música y el piano en particular, que es mi instrumento, es una compañía extraordinaria que nunca te va abandonar. Explóralo a fondo y luego ya verás si le quieres dedicar tu vida o no a eso. De cualquier manera, seguro que no te vas a arrepentir. Si no eres pianista, si luego no te dedicas a ello como profesión, seguro vas a haber aprendido muchísimas cosas de tu experiencia con el instrumento, de disciplina, reconocer tu capacidad para enfrentar retos, para resolver problemas, y desde luego tendrás un compañero de por vida.
Al terminar la entrevista quedé con una inmensa satisfacción, y por partida doble. Por una parte, siempre es gratificante saber que hay gente talentosa como Carlos Urbaneja que aún cree en el país. No solo lucha con las armas que mejor conoce: la docencia y la excelencia, sino que también nos regala momentos de merecido deleite, de estados sublimes originados por la majestuosidad de sus interpretaciones al piano. Por otro lado, mi niño interior –que algunas veces reaparece– también se vio complacido, ya que finalmente pudo conocer y hablar con un verdadero mago.
Fotografía de Carlos Alberto García @Argencucho
Por The Wynwood Times