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Por Rafael Baralt Lovera.

¿Puede hallarse sensibilidad en lo virtual? Plantearse esta posibilidad nos sugiere expandir los límites del pensamiento, de nuestra capacidad para interpretar la evolución humana. Creer en algo cuya existencia es más aparente que tangible se asemeja a un acto de fe. Nos valemos entonces de las sensaciones para describir lo que sentimos hacia algo que nunca hemos tocado o visto, asociamos atributos físicos a un ente desconocido o superior para poder comprenderlo y usarlo mejor. La combinación de palabras “sensibilidad virtual” pareciera un oxímoron. Sin embargo, el mundo virtual tecnológico sostiene la mayor parte de nuestra cotidianidad social; incluso en países poco desarrollados la población interactúa con él a diario y de manera automática. El escepticismo no tiene cabida porque no se trata de una creencia. El mundo virtual es una realidad con un solo creador: el hombre. Por tanto, al adentrarnos en esa nube de dígitos, códigos y algoritmos –transparentes para nosotros– estamos en realidad estableciendo una comunicación. En ese camino cuyo destino es el encuentro con una contraparte podemos hallar belleza, ya sea durante el transitar o en el punto de llegada. Y, en algunos casos, esa coincidencia con lo inesperado puede producir arte.

Para dar testimonio sobre cómo la tecnología que sostiene el mundo virtual se relaciona con lo humano, se dieron cita prestigiosos intelectuales, pensadores y artistas en un seminario llamado “Sensibilidad virtual y Eros electrónico”, el cual contó con la curaduría de Lorena Rojas Parma (filósofo/curadora cultura digital/UCAB) y Humberto Valdivieso (curador/investigador cultura digital/UCAB), quienes comparten una línea de investigación sobre cultura digital y estéticas contemporáneas. Durante dos días la Mega Sala Digital Cultural Telefónica en Caracas llenó sus espacios con un público que fue partícipe de ese importante trabajo investigativo, gracias al patrocinio de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), Fundación Telefónica, Arts Connection Foundation y Fundación Telema.

Desde distintos puntos del planeta, Madrid, Berlín, Budapest, Perú, Nueva York, Caracas, por mencionar algunos, conectados entre sí y con la nutrida asistencia a dicha sala, se fueron exponiendo diversos planteamientos relacionados con la influencia de las nuevas tecnologías en las diversas formas de la comunicación actual, a las que esta interacción a distancia sirvió de ejemplo.

Lena Yau (escritora/gastrónomo/social media influencer // Ponencia: Mesa flotante para un banquete perpetuo) describió cómo una frase lanzada al viento, en nuestro mundo virtual, puede tener repercusiones inesperadas. El poder de la palabra se hace evidente como nunca antes en las redes sociales. Un mensaje, con o sin intención, puede afectar a otro ser humano en cualquier parte del mundo que lo reciba. La responsabilidad, la reputación y el grado de influencia dependen del tipo, la intención y la calidad del material literario expuesto por los emisores del respectivo contenido.

Arturo Serrano (filósofo/crítico de cine // Ponencia: Deshojando la margarita digital: lo digital como origen de nuevos medios y nuevas sensibilidades) planteó, desde su área de experticia, que hace unos años pensar en hacer una película era un acto intimidante. Sin duda lo sigue siendo, si se trata de una súper producción cinematográfica. No obstante, hoy en día cualquier persona podría realizar una filmación y colgarla en una red social o de distribución virtual. Esto entraría en la categoría de “cine bajo tierra”. Sin importar el nombre que se le otorgue, de igual manera se estaría cumpliendo el cometido: hacer una película que llegará a un público en cualquier ubicación geográfica.

Ángela de Castro (comunicadora/gerente de producto de videogames // Ponencia: Videojuegos y nuevas relaciones: estar en el mundo juntos) trajo una interesante visión sobre el mundo de los videojuegos y cómo, a través de estos, es posible establecer nuevos tipos de relaciones humanas. Los juegos en línea permiten crear alianzas para formar un equipo de personas y entrar en una lucha virtual con uno o más equipos conformados por otros individuos. Lo interesante es que estos grupos no precisan de un lenguaje específico. La comunicación se va construyendo a medida que se siguen las reglas del mismo videojuego. A su vez, mientras se libra una batalla dentro de un campo virtual entre equipos, existen miles de espectadores que viven la experiencia como si se tratara de un juego deportivo. Pero un stadium tiene una capacidad finita de personas, mientras que en este caso la capacidad para albergar espectadores en línea es prácticamente ilimitada.

Lili(ana) (artista interdisciplinaria) y Atreyu’s Horse (compositor) // Ponencia: Epístolas Virtuális.  Demostraron cómo dos lenguajes distintos pueden comunicarse hasta el punto de fusionarse en una forma de arte. Ella genera imágenes digitales; Él, inspirado en esas imágenes, crea música con sus manos a través de un artefacto electrónico. El resultado es una novedosa obra de arte compuesto. Lo curioso es que ninguno conocía al otro, proceden de distintos países. Una vez más la tecnología intercedió para hacer una maravillosa conexión.

Elizabeth Cemborain (artista digital // Ponencia: Paisajes del error) logró asombrar a todos con una propuesta netamente visual, a través de varias piezas gráficas que, sin ninguna intención narrativa, mostraron una suerte de radiografía paisajística formada por una secuencia de errores en la edición misma de los videos. Cada error se manifiesta en texturas rítmicas y coloridas de una inusual belleza que cautiva sin necesidad de justificativos.

Vanessa Vargas (bailarina/performer // Ponencia: El cuerpo es el mensaje: reflexiones a propósito de la danza en internet) dio cuenta de cómo las prácticas colaborativas encuentran en los medios digitales un espacio para la creación artística. Tres artistas de la danza, desde tres regiones distantes del planeta, lograron unificar sus trabajos basados en el lenguaje corporal utilizando las tecnologías digitales de la comunicación, demostrando que en algunos casos la social media acerca y no aleja.

José Luis Da Silva (filósofo/UCAB // Ponencia: Recorridos de la mirada) y Victor J. Krebs (filósofo/Pontificia Universidad Católica Perú // Ponencia: El amor en tiempos virtuales) compartieron interesantes disertaciones sobre el cambio producido en la humanidad por el advenimiento de las nuevas formas de comunicación tecnológica. Durante su discurso filosófico, el profesor Da Silva destacó la asociación que hiciera de dos imponentes fotografías: una mostrando una biblioteca repleta de libros y otra con grandes espacios y estanterías vacías, la forma tradicional de conseguir información versus los vacíos del intelecto por llenar, el aprendizaje faltante. Aludió así a esa Wikipedia que se erige y nutre de la inmediatez del infinito caudal de nuevos conocimientos: estantes vacíos o un mundo por colonizar. Por su parte, el profesor Krebs identificó cuatro tipos amor digital. Basado en la relación del uno con el otro, siendo este “otro” un ente no necesariamente conocido, el comportamiento humano frente a los nuevos medios para comunicarse puede encontrar semejanza en imágenes arquetípicas: Endimión y Selene, Eros y Psique, Pigmalión y Afrodita, Narciso y Eco. Eros: hijo del caos, del vacío. Eros digital: visión de la nada que subyace en todas las imágenes. Si bien es cierto que la Internet nos brinda información acerca de prácticamente todo, también nos abre las puertas de un infierno de hedonismo. Aun así, la exacerbación del narcisismo, inteligentemente dosificada, abre posibilidades nunca antes exploradas para entender el amor.

Corina Lipavsky (media art // Ponencia: Interfaces activas: arte, cuerpo y tecnología) encontró en la tecnología una aliada para hacer una reflexión crítica de su arte. Investigadora en teoría de la imagen y estéticas [post] digitales, considera que la presencia e interacción física es necesaria para que la obra tenga sentido. Una muestra de sus proyectos transmedia fue proyectada para la audiencia del seminario.

Elvira Blanco (investigadora de medios/editora // Ponencia: Vibraciones afectivas del error digital) dejó una sugestiva reflexión: ¿puede haber belleza en el error digital? Nos ha pasado, en muchas ocasiones, que interactuando con nuestra computadora aparece un error, ya sea por una falla en el algoritmo del programa o por una fortuita intervención humana. Una falla de este tipo representa lo incierto, lo ambiguo.  En todo caso, esas imágenes que nos alertan sobre algo que no funciona bien pueden a su vez producir un goce estético bajo un ojo sensibilizado por la belleza.

Merecen mención especial los curadores de este seminario, quienes ofrecieron y deleitaron a los asistentes con dos grandes ponencias. En ellas pudimos apreciar interesantes razonamientos sobre el impacto de la cultura digital. Sería una osadía tratar de resumir ambos tratados filosóficos, ya que cada uno necesita de todas sus partes para conformar el todo de su idea.

“La sensibilidad de Máyá, lo virtual y lo real” fue el título de la ponencia de Lorena Rojas Parma, que abundó en ricas reflexiones. ¿Podríamos diferenciar entre lo real y lo virtual? La cotidianidad arropa ambos mundos, ya que la línea que los separa es casi invisible. No se distingue entre conectarse y desconectarse de lo virtual. Sabemos que el hombre creó el mundo digital para facilitar la comunicación. Por lo tanto, asomarnos a ese mundo es como ver un espejismo, a la vez que somos espejismo de otro. Cabe preguntarse, ¿qué nos distingue de un holograma? En lo virtual encontramos belleza y Eros, mientras somos sensibles a todas sus posibilidades.

“Vida 4.0: el espacio de los pequeños gestos”. Así tituló su ponencia Humberto Valdivieso. Comparó a la cultura digital como una glándula semiótica. Habló del avatar y de la necesidad de exhibirse, de promiscuidad electrónica. Una parte de su discurso es reproducida como sigue: ¿Puede haber amor sin ansiedad? Esta pregunta lanza un reto al Eros electrónico: ¿es posible amar sin límites si el amor emerge en un lugar distinto a la disconformidad, al estrés, a la ansiedad? Existen senderos poéticos desde los cuales es posible hacerse el planteamiento. Para ello, cita a Octavio Paz: “Podría definirse al poema como un organismo verbal productor de silencios”. Los silencios son gestos alternativos. Emanan de la serenidad. En ese estado de consciencia es posible reconocerse y amar a quien está en la misma frecuencia, dos vibraciones que se encuentran. A través del silencio, Eros digital permite tomar distancia y amar fuera de los ciclos, los patrones, las tendencias y la ansiedad. El dios electrónico le revela a quien permanece en semejante estado de gracia una verdad. La belleza y el placer se bastan a sí mismos para existir. Por lo tanto, una sensibilidad alternativa indiferente al estrés contemporáneo puede reconocerse en otros silencios. Vuelve entonces a citar a Octavio Paz: “El mundo cambia si dos se miran y se reconocen”.  Y esto es posible, inclusive, en el mundo digital.

Estos dos días facilitaron a los asistentes al evento la apertura necesaria para alcanzar una mirada más profunda y comprensiva sobre el tema, reduciendo la resistencia ante lo novedoso. No hay ruptura ni distancia entre lo humano y lo digital. En lugar de seguir con voces críticas, ¿por qué no dejarnos maravillar por la infinita gama de posibilidades que nos ofrece la tecnología? Lo mejor que podemos hacer con algo que está transcurriendo es mostrarlo, hacerlo evidente para la mayoría. Y eso, precisamente, fue lo que hicieron los organizadores y sus patrocinadores al sumar recursos y talentos a través de esta propuesta hecha seminario.

Lo digital ya es parte del ser humano. Es nuestra tarea entender cómo esa realidad nos está transformando en una humanidad más rica, en tanto más interactiva y compleja.

Rafael Baralt Lovera
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Escritor venezolano y editor principal de The Wynwood Times