Por Ari Silva.
Amo la cocina tanto como amo al cine. Estudié cinematografía y en un momento de mi vida cuando ya había terminado la carrera y comenzaba a tener pequeños trabajos como asistente de montaje de películas, se me presentó una oportunidad única en la vida: ser aprendiz de un gran chef.
Estando de vacaciones en Mérida, Venezuela, en casa de mi amiga Yamila cuya madre es la compositora venezolana Modesta Bor, me invitó a comer al restaurante de la entonces nueva estrella de la cocina nacional: Sumito Esteves. En ese entonces, el chef tenía su (creo) primer restaurante llamado “Sumito” en la localidad turística de Los Chorros de Milla. Ya conocía su cocina por las revistas y estar en sus dominios me impactó tanto que Modesta, quien era muy amiga de Sumito y su padre, lo mandó a llamar a la mesa para saludarlo.
Recuerdo vagamente cuando nos presentaron y ella le dijo: Ella es Ari, es una amiga de la familia y cocina muy rico. No había terminado de darle la mano y ver su maravillosa sonrisa cuando mi amiga terminó diciendo: Ella quiere ser tu aprendiz de cocina. Mi cara palideció como el arroz del contorno y el carismático cocinero me dijo: ¿Quieres ver la cocina? Para mi era Disneylandia. Yo lo admiraba tanto que cuando salió en la portada de Cocina y vino, casi pego su foto en mi cuarto como si fuera una estrella de rock.
Sumito me llevó a su reino, que era una cocina más pequeña de lo que me imaginaba, y me enseñó todos los perolitos que tenía. No recuerdo si le hice preguntas, en ese entonces yo era supertímida y seguramente veía todo boquiabierta: ¡Era la cocina de Sumito Estévez! Al terminar el recorrido, me dijo:
—Si quieres ser la aprendiz del restaurante, tienes que estar aquí a las 7 de la mañana y quedarte hasta el cierre, la temperatura es muy alta y el espacio reducido, y no te puedo pagar hasta que tenga una vacante. Empezarás picando cosas, aseando y todo lo que hace un aprendiz.
Luego me acompañó a la mesa y se despidió amablemente.
Esa noche no pude dormir. Yo tendría unos 23 años, y tomando en cuenta la producción nacional en esa época, el futuro se veía tan oscuro como mi mente tratando de decidir entre dejar la carrera que tanto me había costado que aceptara mi padre, y emprender una nueva como cocinera, pasando de nuevo a ser una estudiante cuando ya ganaba mi propio dinero.
Mi mayor pesadilla aquellos días que restaban de mis vacaciones en Mérida, era tener que decirle a mi padre:
—Papá, ¿tú recuerdas cuando dejé la carrera de administración por el teatro y luego dejé la escuela de derecho por el cine?… ¡Pues, ahora quiero ser chef!
Decliné apenada la oferta de mi chef favorito y volví a Caracas a entrompar varias películas. Terminé dejando el cine por la publicidad y luego sería la televisión la que pagaría mis cuentas, hasta el día de hoy.
Muchas veces me arrepiento de esa decisión, pero luego recuerdo que me he divertido tanto en la televisión y he hecho tan buenos amigos que se me pasa la culpa. Comparo el estrés que se vive en las cocinas de los restaurantes y siempre será mejor volverse loco en una oficina con aire acondicionado y oliendo rico que en una cocina salpicada de salsas, con calor y a gritos.
Sin embargo, una de las cosas que más disfruto es aquella que ensambla a la perfección mis dos grandes pasiones: El cine gastronómico.
Esas películas que cuentan historias deliciosamente devorables y cálidas como pan recién horneado. Esas crónicas repletas de personajes que aman embadurnarse en mantequilla, hacen que mi corazón salte de alegría infinita. Así que para comenzar este año y aunque estén a dieta, les dejo mi Top 15 de películas suculentas, disfrútenlas:
8- Haute cuisine (Les saveurs du palais) 2012 – Christian Vincent
Basada en parte en la historia real de Danièle Mazet-Delpeuch, la primera mujer que desempeñó el cargo de cocinera personal de un presidente en Francia (Francois Mitterand). Hortense (su nombre en la ficción), se enfrenta un personal en extremo celoso de la tradicional cocina francesa, pero pronto su carácter fuerte logra sorprender el paladar del presidente, ganándose así el respeto de sus subalternos y del personal de palacio.
La interpretación de Catherine Frot es tan buena, que de verdad nos hace creer que es una verdadera chef. Las escenas de comida son estupendas.
Y pendientes, seguimos en la cuenta regresiva hasta el número 1 en el próximo artículo…