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Las armas en EE.UU, estúpido, es cuestión de cultura

Oct 6, 2016 | Una mirada según…

por María Teresa Romero

 

Cualquier evento electoral y de violencia en los Estados Unidos es propicio para incendiar el eterno debate sobre la tenencia y control de armas de fuego en una sociedad donde hay más armas que individuos según el propio Congreso de ese país, y que sólo durante los  casi ocho años que Barack Obama lleva en el poder se han vendido unos 80 millones de armas de fuego,  según estimaciones de la organización  Michigan Open Carry.  La actual campaña electoral entre la demócrata Hillary Clinton y el republicano Donald Trump, junto al peor tiroteo masivo de los EE.UU  ocurrido recientemente  en un club gay en Orlando, Florida que dejó 50 fallecidos, ha hecho de la controversia uno de los asuntos de más presencia mediática de la actualidad.

Pero, en el mundo globalizado de hoy en día, también cualquier suceso o ataque terrorista en el mundo, en particular de terrorismo islámico, le da fuelle al debate sobre la derogación o limitación del derecho a la posesión de armas que reconoce la segunda enmienda de la constitución estadounidense, en particular su Carta de Derechos del 3 de noviembre de 1791.  No importa que el suceso de violencia masiva no se haya realizado dentro de las fronteras nacionales; de igual forma los políticos y los ciudadanos estadounidenses lo vinculan con lo que pasa y podría pasar en su país si se tuvieran más o menos armas en sus manos.

Cierto, en varias ocasiones los congresistas y funcionarios del ejecutivo de los EE.UU han logrado ponerse de acuerdo en varias ocasiones para mejorar la ley federal nacional de armas de 1934 y asimismo se han realizado varias  reformas en las leyes estatales sobre el tema. Incluso, este enero de 2016 el presidente Obama anunció una serie de  acciones ejecutivas para prevenir la violencia por armas ante la inacción de un Congreso dominado por republicanos. Sin embargo, la sacrosanta segunda enmienda sigue muy vigente, aún más después que en 2010 la Corte Suprema de los EE.UU.  sentenció que ninguna ley estatal o local podía restringir el derecho a poseer o portar arma.

Y esta situación –lamentablemente- es poco probable que cambie. Por el contrario, lo más probable es que en el futuro previsible los Estados Unidos continuará  siendo el nº1 de la lista de países con la mayor tasa de armas de fuego particulares. Y esto será así no tanto porque los políticos estadounidenses en especial los del partido Republicano  no quieren que cambie  –como en la actualidad aseguran muchos dentro y fuera del país siguiendo la moda de la “anti -política” que también ha calado con fuerza en esa nación, sino porque las armas y la violencia han sido, son y serán parte fundamental de la cultura y la identidad estadounidense, a pesar de que el apoyo a las armas no es generalizado en todo el país.

Lo primero que hay que entender es que la tenencia y porte de armas está conectada con los derechos del individuo,  de propiedad y de libertad tan arraigados en la historia y la idiosincrasia del americano desde antes de su independencia,  desde la llegada de los primeros colonos ingleses. Precisamente por ello ese derecho está consagrado constitucionalmente y, pese a que la época de los “cowboys” y del “salvaje oeste” ya pasó, se mantiene con fuerza. De modo que, más allá de la necesidad de autodefensa, para el ciudadano estadounidense la tenencia de armas significa sentirse parte de la tradición histórica de su nación y otorga al individuo orgullo y un distintivo patrio.

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Pero las armas también están ligadas a la violencia endémica, racial y de todo tipo, que sufre los Estados Unidos desde su independencia,  especialmente en el sur y oeste del país. De hecho, el índice de muertes violentas entre los estadounidenses es superior al de los europeos. Es el país occidental más violento del mundo. De acuerdo con cifras de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE),  en Estados Unidos el promedio es  unas 5 muertes violentas por cada 100.000 habitantes.

Lo peor es que a estos rasgos culturales han sido explotados al máximo  por la industria de comunicación de masas encabezada por la televisión y por la poderosa industria de armas del país, tales como la Sturm Ruger & Company y la Smith & Wesson, que cuentan con uno de los mayores grupos de presión más fuerte de los EE.UU, la Asociación Nacional del Rifle (NRA) y  que supone unos 10 mil millones de dólares anuales de ganancia.

¿Quién puede con eso?

 

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