Por Richard Rey.
Si, lo admito, siempre he sido adicto a la televisión.
Cuando de niño me enviaban a dormir mientras mamá y papá se quedaban viendo tele. Yo actuaba todo el proceso de acostarme y luego en la oscuridad me levantaba despacio y me sentaba en el piso, debajo del marco de la puerta de mi habitación, que estratégicamente daba justo a las espaldas de mis padres y –convenientemente– frente a la pequeña pantalla en blanco y negro. Así pude disfrutar en muchas noches de unos minutos más de programación.
En otras ocasiones mi madre interrumpía mi serie favorita para que fuera a buscar pan –y como ella no era de las que decían las cosas dos veces– yo calculaba los minutos que duraba el bloque de comerciales para salir corriendo hasta la panadería y regresar a tiempo antes de que reiniciara el programa (y sí, me daba chance; porque en Venezuela hubo una época donde no había que hacer cola en las panaderías y siempre encontrabas pan).
Todo ello me llevó a soñar, no pocas veces, con la invención de algún aparato que me permitiera poder detener los capítulos mientras hacía algo. O quizás poder grabarlos en un cassette, como la música, para poder verlos todas las veces que se me antojara.
Por fortuna hubo otros con esos mismos sueños y de pronto un tipo de magia llamada tecnología comenzó a hacer aparecer el control remoto, la TV a color, el Betamax, el VHS, el cable, los televisores de gran formato, HBO, el DVD, el plasma, el led, el home theatre, el HD, las plataformas digitales, la pantalla Zeus de 370’’, Netflix y por supuesto el Streaming.
Y como era lógico, si la tecnología evolucionaba, los contenidos de la TV debían hacerlo. Y poco a poco fuimos recorriendo de El Chavo del 8 a Ben 10, de El Observador a CNN en español, de Deportivas Venevisión a ESPN, de Cuánto vale el show a The Voice, o desde Yo, Claudio hasta Juego de Tronos.
Pero sin duda, hoy en día, el producto más visto en toda la parrilla televisiva son las series.
Son realizadas en diversos países alrededor del mundo, aunque las estadounidenses son las más vistas. Allí se producen más de 50 series al año sin contar las temporadas ya iniciadas anteriormente.
Toda esta “revolución” tecnológica y televisiva ha generado un fenómeno de consumo mundial tan grande o incluso mayor que la droga y ha condenando al sepulcro aquella pedante frase de Jan-Luc Godard: “Cuando vamos al cine llevamos la cabeza alta, cuando vemos televisión la agachamos”.
Esta adicción a las series televisivas ha creado toda una nueva cultura con características muy propias. Cuenta con sus hábitos, personalidades, lenguaje, sintomatología y por supuesto nombre: “Binge Watching”.
¿Pero acaso no estaremos exagerando un poco?
Lo cierto es que la gente pasa horas frente a la pantalla y cada vez que un capítulo termina ya queremos ver otro y así estar día y noche. Hoy en día no pasa lo de hace años atrás donde la familia se reunía a la hora en que empezaba el episodio y al finalizar lo discutía y se esperaba con ansias la siguiente semana para ver el próximo. No, ahora tenemos la posibilidad de ver una temporada completa de trece capítulos en una sola asentada. Incluso existen distintas app que te permiten organizar tus series por fechas, días en que las quieras ver, capítulos y hasta te indican la sumatoria en horas, semanas o meses que has perdido mientras veías tus series favoritas.
Existen familias donde cada integrante puede que esté viendo una serie diferente a la vez; dejando casi nulas las posibilidades de compartir y creando hábitos individuales que solo serán comunicados, vía redes sociales, a aquellos que estén viendo la misma historia, ah y muy importante, en la misma temporada.
Pero en verdad, ¿cuánto demora un espectador en ver la temporada completa de una serie?
Según un estudio realizado por Netflix, el tiempo de consumo de una serie está relacionado con el género de la misma.
Las series de terror, suspenso o ciencia ficción se consumen más rápido. Según Netflix: “Una temporada completa de Breaking Bad, The Walking Dead, American Horror Story u Orphan Black puede verse en cuatro días máximo. Las comedias dramáticas, el drama, crimen y superhéroes pueden ser vistas en cinco días; mientras que series enmarcadas en dramas históricos, comedias irreverentes y dramas políticos como Arrested Development, House of Cards, Homeland, The West Wing o Mad Men pueden tardar hasta seis días o más para culminar de ver una temporada”.
También esta adicción a las series ha generado sutiles sub-estratos sociales dentro de nuestra actual civilidad. Cuando hablamos en grupo, por supuesto que hay que decantarse por las series consideradas “serias”. Si es una comedia hablaremos del sarcasmo de Orange is the new Black; si tratamos de política no podemos estar neófitos sobre House of Cards, con permitidas reminiscencias a The West Wind; si hablamos de dramas médicos Dr. House y la referencia será siempre ER. Con respecto a la ciencia ficción las opciones serán Orphan Black, Sense8 o Westworld. Y si en verdad queremos destacar, la conversa debe girar en torno a Downton Abbey, The Crown o The Handmaid’s Tale. Y eventualmente nos permitiremos algunas licencias “de culto” como, American Horror Story, The Walking Dead o LOST. Pero en nuestro círculo más íntimo por supuesto que comenzarán a surgir: Grey’s Anathomy, Desperate Housewives, The Big Bang Theory o Friends. Y si hurgamos en nuestro oscuro pasado aparecerán Dexter, Ally McBeal, Expedientes X, Moonlighting, Sheena, Seinfeld, Charmed, Mad about you, Melrose Place, Beverly Hill 90210, The Nanny, Dinastía, El bote del Amor, Mi Bella Genio, Hechizada, La Familia Monster, Yo amo a Lucy y un interminable etc. De hecho si haces una sencilla encuesta y preguntas: ¿Cuál es tu serie favorita de todos los tiempos?, la mayoría de las personas tendrá serios problemas para decidirse por una sola.
Ahora bien, como toda tendencia que se respete, deben surgir sus expertos y por supuesto que con respecto a las series existen los seriólogos y como todos los “ólogos” estos también son muy serios en su asunto.
Un verdadero seriólogo sabe todo sobre las series. Las presentes, las del pasado y las que están por venir. Es capaz de explicar la trama más compleja –mejor que los propios guionistas– y hasta predecir lo que ocurrirá en las próximas temporadas. Conoce el nombre de los actores, de los capítulos, quienes dirigieron cada episodio y si se topa con alguien que posea conocimientos similares comienza a medirse con los nombres de los escritores y productores.
Pero sobre todo, un buen seriólogo debe conocer a la perfección el significado de términos como: Spoiler, Cold Opening, Crossover, Spin off, Hiatus, Cliffhanger, Season (Premiere y Finale), Series (Premiere y Finale), Sweeps, Teaser, Upfronts, Procedimental o Showrunner, entre otros.
Ok. Todo esto es muy interesante, pero llamar adicción o compararlo al consumo de alguna droga suena un tanto desproporcionado… ¿o no?
Más arriba mencionamos el Binge Watching. Se trata de una expresión británica que se puede definir como la “acción de ver varios capítulos de la misma serie de forma continua, generalmente vía streaming”.
El primer estudio realizado en Gran Bretaña sobre este tema arrojó que más de 40 millones de británicos han visto sus hábitos afectados por esta tendencia. Donde el 45% de personas por encima de 30 años han comenzado a aislarse del resto de la familia para ver sus series favoritas y una media del 90% de los millennials consume cinco horas seguidas de series.
En Francia ya se han realizado más de 30 tesis sobre el tema de la adicción a las series televisivas y el caso es tema de estudio y debate en las universidades.
El estudio de la empresa Neuromarketing Labs para Fox, confirma que: “Algunas series como The Walking Dead, Breaking Bad, The Big Bang Theory o Juego de Tronos pueden llegar a originar síntomas físicos de adicción en el espectador similares al de una droga; tales como sudoración, estados de euforia y depresión, variaciones en la presión cardíaca y además habrá una excesiva liberación de dopamina que al principio nos generará una búsqueda y deseo constante de ver las series, alterando la corteza frontal cíngulo anterior, que está vinculada a conductas adictivas relacionadas con la motivación de placer y recompensa”.
Además la “Seriefilia” –como ya se le está denominando a esta adicción en varios países– afecta directamente el descanso, siendo un creciente componente en las causas de insomnio, pues el horario más frecuente a nivel mundial para el consumo de series va desde la medianoche hasta las seis de la mañana lo cual conlleva, además, a problemas físicos por el sedentarismo y también puede ocasionar trastornos psicológicos: problemas de personalidad, falta de autocontrol, comportamientos impulsivos, disforias, así como estados de ánimo anormales o cambiantes.
Sin embargo, al igual que la marihuana medicinal, también existen los casos en que personas con dolencias o enfermedades que los obligan a mantenerse postrados han encontrado en los maratones de series, un coadyuvante en el alivio e incuso en la aceleración de su proceso de sanación.
Otro tópico interesante es la influencia que algunos personajes de estas series pueden tener en nosotros; pues es mucho más fácil identificarnos con unos individuos a los que vemos más horas al día que al resto de nuestros familiares o amigos y que, por ende, sentimos que los conocemos mejor que a nosotros mismos.
En muchas ocasiones estas “influencias” traspasan las cuatro paredes de nuestras habitaciones y salen a la vida real. Desde situaciones agradables y llenas de humor como por ejemplo el “Paulina de la Mora Challenge” donde los fans se graban imitando el particular modo de hablar del personaje de la serie mexicana La Casa de las Flores. Pasando por los atracadores de un cajero automático en Chile disfrazados con monos rojos y máscaras de Dalí emulando al grupo de asaltantes de la exitosa serie española La Casa de Papel. Hasta llegar al grupo de activistas a favor de la legalización del aborto que se manifestaron en el Parque de la Memoria en Buenos Aires, ataviadas con capas rojas y tocas blancas al mejor estilo de las criadas en The Handmaid’s Tale.
En fin, aceptémoslo, las series seguirán abduciéndonos y al parecer no hay nada que podamos hacer por el momento. Tal vez en el 2019 cuando finalice Game of Thrones las aguas bajen un poco el cauce; aunque Netflix y la tecnología seguramente seguirán sorprendiéndonos con nuevos trucos y tal vez una de estas mañanas –al mejor estilo Black Mirror– nuestro despertador en lugar de sobresaltarnos con una punzante sonoridad nos haga abrir los ojos al escuchar una voz que susurre en nuestro oído: “Previously on…”
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Actor y cronista teatral
Columnista en The Wynwood Times:
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