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Por Nixon Piñango.

Cada vez hay más gente que se sube al carro de esa novedosa y gran actitud de nuestro tiempo donde el optimismo perenne es el fin último, donde no hay espacio para la tristeza, el despecho o la inactividad. Dentro de ese carro está el fitness, por supuesto, porque toda persona feliz que se respete debe tener, más que una buena salud, un cuerpo bonito y exhibible en las redes sociales. Tal actitud, que casi siempre es forzada (y es que, oh, sorpresa, el ser humano adolece de un montón de cosas), ha estimulado toda clase de debates, mayormente cuestionamientos acerca de la belleza y la naturalidad.

El movimiento body positive es una de esas cosas que surgió como reacción a la aparente superficialidad de nuestra generación, un concepto nuevo cuya definición varía dependiendo de quien lo practica y de su moderación, pero que se puede entender como una corriente dedicada a promover la naturalidad más extrema, exaltar los cuerpos tal y como son y tratar de que la sociedad deseche los estereotipos y cánones de belleza.

Es un movimiento que, según, se basa en cosas como la subjetividad de la belleza y la lucha contra todo tipo de discriminación, así es como vemos en las redes sociales (donde todas estas discusiones se desarrollan) a gente que hace todo lo posible por cumplir con ciertos cánones de belleza: modifican sus propios cuerpos con ejercicio o procedimientos quirúrgicos, o usan toda clase de filtros y softwares de retoque. Pero también vemos todo lo contrario: gente que se promueve de la forma más natural posible, sin maquillaje, sin retoques e incluso exalta lo que podría considerarse como sus defectos físicos.

Esto ya es mainstream, o sea que si buscamos en Instagram las publicaciones bajo la etiqueta #bodypositive, encontraremos millones de publicaciones con cientos de miles de me gusta y comentarios. Hay incluso grandes estrellas de esto, como la modelo americana Ashley Graham, o la venezolana Jennifer Barreto-Leyva, quien además es pionera en lo que se refiere a pasarelas y concursos de belleza para mujeres con sobrepeso o, como las denomina la corrección política, plus size.

Uno de los más importantes fenómenos del body positive es la lucha contra la gordofobia, neologismo creado para definir la predisposición que tiene la sociedad a pensar que la obesidad no está bien. Esta especie de batalla de orden cultural, librada sobre todo por mujeres (quienes enfrentan la mayor presión social en función de su apariencia física), intenta despojar a la gordura de los estigmas que están asociados a ella, como el hecho de que ser gordo signifique tener problemas de salud, entre otras cosas.

 Dichas personas, que suelen ser bastante militantes, se han hecho prácticamente enemigas de quienes promueven el fitness y han cuestionado incluso los postulados científicos que afirman que la obesidad es un factor de riesgo para todo tipo de enfermedades crónicas: como las enfermedades cardiovasculares, desordenes hormonales e incluso el cáncer.

Para una persona body positive, esas imágenes en las que alguien muestra cómo se veía en el pasado y cómo se ve en el presente (luciendo un nuevo cuerpo, quizás más delgado), son sinónimo de gordofobia, y la razón que alude es que, probablemente, esa persona no se sentía mal de salud siendo gorda, sino que ha llevado el cambio a cabo por razones puramente estéticas. Porque lo cierto es que, si hiciéramos una encuesta entre quienes van al gimnasio, constataríamos que la mayoría, efectivamente, tienen objetivos estéticos para hacerlo; es más, muchos hasta utilizan sustancias que son nada saludables, como anabolizantes artificiales, para crear cuerpos musculados de una manera no precisamente sana.

Pero estos argumentos body positive no desmienten a la ciencia, cuyos postulados en este ámbito afirman que el sobrepeso no es bueno y que no hay tal cosa como una gordura saludable. De hecho, lo que les molesta más es que la belleza, desde el punto de vista evolutivo, siempre ha estado ligada a la salud del cuerpo, a la delgadez (no raquítica) y a la limpieza; por lo que su dilema es netamente estético. Cosa curiosa si tomamos en cuenta que hoy los estereotipos están más diluidos y la gente está más abierta a explorar ciertos gustos erótico-afectivos. Eso quiere decir que hoy todo el mundo tiene su público, como dice un buen amigo mío.

Ser gordo no debería ser impedimento para conseguir pareja o para trabajar en lo que trabajan los flacos. Asimismo, hay mucha más normalización de las identidades y modas; ya no se discrimina tanto a la gente que tiene tatuajes, vitíligo o a la gente obesa. Aunque no voy a negar todavía se puedan ver estas actitudes maliciosas en ciertos espacios de la vida.

Está el tema del bullying que los niños gorditos sufren en sus escuelas, o el bullying que sufren los artistas o personajes públicos a través de las redes sociales cuando están pasados de peso. Pero eso es algo que siempre ha ocurrido y probablemente no deje de existir en un futuro próximo; es una cosa que tiene que ver con la civilidad y el conocimiento, que son procesos que ocurren de forma gradual en las sociedades. Aún hay quienes piensan que el vitíligo es contagioso, que la homosexualidad se aprende o que el VIH se transmite a través de abrazos, y muchos de esos que piensan en esas cosas morirán sin asumir lo contrario.

Por eso una persona tiene derecho a quejarse ante las burlas que recibe por tener sobrepeso o estrías en la panza, incluso tiene derecho a concientizar a la gente para que eso no ocurra a otros, y que ese nuevo conocimiento permee hacia las futuras generaciones. El problema está en su intensidad y en su intento de crear razonamientos en base a cosas que no tienen, no sólo sustento científico, sino lógico. Menos tiene derecho de pretender siquiera que se castigue a alguien que opine que ser gordo es poco sano o directamente a una persona fitness que publica determinado material en las redes sociales.

Esto me lleva a una pregunta sobre el propósito de los body positive: ¿qué es lo que realmente buscan, concientizar, hacernos más civilizados o, por el contrario, criminalizar a quien manifiesta una opinión distinta, ser ellos tan o más intolerantes que quienes les insultan? Así como hemos visto que sucede con otros movimientos de vanguardia, puede que éste termine adscrito a organizaciones políticas (estilo melting pot), que tienen tendencias izquierdistas, y se radicalicen, se conviertan en otro foco de crispación como ha pasado con el feminismo de tercera ola y el antiespecismo.

Nixon Piñango
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Escritor y periodista

Columnista en The Wynwood Times:
El escribiente amarillo