El lector de Julio Verne
Crónica de libros
por Ainara Mantellini
“Lo que quiero explicarte es que la verdad es toda la verdad, y no sólo una parte”.
Doña Elena a Nino, p. 197
Almudena Grandes está escribiendo una obra larga, probablemente interminable, como la guerra que intenta relatarnos. Ha escrito ya el primer “episodio”: Inés y la Alegría. Y presenta ahora el segundo: El lector de Julio Verne. Pero tiene trazados ya al menos 4 episodios más.
Nosotros hemos leído El lector de Julio Verne con mucha atención y sobre todo con mucho deleite. Se trata de la historia de Nino, un niño en sus tres últimos años de infancia, hijo de un Guardia Civil, que vive en una casa cuartel en Fuensanta de Martos (Jaén, España) justo entre los años 1947 y 1949, cuando se pensaba que la Guerra Civil española había terminado, pero aún quedaban muchos focos rebeldes que el régimen de Francisco Franco debía mantener a raya.
En literatura y en cine se ha usado muchas veces la figura de un niño para explorar temas álgidos como la guerra, las persecuciones o las injusticias sociales: se pretende en la mayor parte de los casos tocar nuestra fibra más noble y más inocente, la que no ha sido contaminada todavía por ideologías, cadenas de intereses, nacionalismos, etc. Lo que hace especial a Nino es que nos narra él mismo las cosas que suceden alrededor suyo, justo en los momentos del despertar social, de la entrada a la etapa de la madurez. Nino es un niño curioso que se hace amigo de un forastero bastante mayor que él (Pepe el Portugués) de quien dice que es el modelo de hombre que quiere ser de mayor. Pero Nino es hijo de un Guardia Civil y vive dentro del cuartel de la Guardia Civil, motivo por el cual, empieza a notar, los otros niños del pueblo le hacen de lado muchas veces, o en ocasiones su madre no le permite abandonar el cuartel o siquiera salir al patio.
¿Qué es lo que pasa a su alrededor? Lo va a ir entendiendo por tres fuentes principales: las conversaciones que escucha dentro de la Casa Cuartel, que le ayudarán a formarse una figura de sus padres en contraposición con los otros habitantes del cuartel; los paseos y conversaciones con Pepe el Portugués, que representa un encuentro natural y espontáneo con la naturaleza y el ser hombre; y las clases de mecanografía de Doña Elena y los libros de Julio Verne y de Stevenson que ella le presenta.
Nino va a mirar, escuchar y preguntar. Pero sobre todo va a desarrollar su sentido del amor, la justicia, el bien y el mal, por medio del tamiz de los libros de aventura y siguiendo la fundación social que le brinda Pepe. Va a entrar a la pubertad con todas las realidades en la mano: la de su padre, la de la guerrilla, la de la España dividida en una guerra interminable, tal como si él fuera le protagonista de una aventura en una isla lejana. O eso era Fuensanta: un microcosmos social, tan diferente y tan alejado de Oviedo o Madrid.
Ahora separémonos de los ojos infantiles de Nino y consideremos por un momento el trasfondo histórico en el que se desarrolla la novela. Estamos presenciando una parte de la verdad o, quizás, una verdad “endulzada”. La autora pone mayor énfasis en mostrar una resistencia romántica, llena de mujeres solas muy aguerridas, de hombres sacrificados que “pelean” desde el monte (aunque no los vemos casi pelear) y que son capaces de suicidarse heroicamente en nombre del comunismo, como inocentes perseguidos. Por el lado del régimen al mando, alcanzamos a ver hombres sin otra salida para sus familias que el oficio de guardias civiles, de quienes se nota rápidamente el poco compromiso con la ideología de sus superiores, y que son menos feroces e intransigentes que ellos. Los actos de terror abundan en el régimen, escasean en los rojos.
De cualquier manera, Grandes hace alarde de su habilidad para mantener el suspenso de la historia avanzando y retrocediendo en las acciones, anunciándonos brevemente lo que va a pasar, para entonces detenerse y contarlo desde el principio. Un estilo que mantuvo nuestra atención en los hechos, conjugado con un brillante uso del lenguaje descriptivo y las estructuras de diálogo que, además, nos encantó. La historia de Nino es cualquier cosa menos dulce o inocente: y sin embargo, su narración resulta hermosa, inspiradora y reconfortante. Porque Grandes escribe esta novela con una grandiosa capacidad de describir los personajes de forma tan cercana y de mostrarlos en situaciones difíciles tan verosímiles que la empatía con el lector es prácticamente automática.
Esperamos con ilusión el resto de los episodios.