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Por Adlyz Caliman.

Una de las cosas que me emocionó más en mi infancia, fue visitar el “Barco de los libros”. Para alguien que ama los libros, ésta puede ser una experiencia inolvidable.

El recuerdo asaltó mi memoria al leer en un tweet cualquiera, sobre el barco Logos Hope, que recorrió parte de Surámerica en 2019 navegando con su carga de papel maravillosa, lamentablemente sin tocar ningún puerto Venezolano en esta oportunidad. Pasó de largo dejando una estela de historias inalcanzables .

Probablemente el antecesor del Logos Hope, cuyo nombre no puedo recordar ni conseguir en una rápida búsqueda en internet, fue solo un espejismo de mi imaginación, ya que sin la certeza de la noticia, pareciera que nunca hubiera llegado alguna vez al Puerto de Maracaibo, y solo viviera en mi memoria. Pero lo cierto es que las dos o tres veces que logré subir a ese gigante de papel, mi mundo se paralizaba y todo el tiempo que transcurría dentro de sus paredes –mecida por el suave vaivén de las olas del Lago de Maracaibo en el que estaba anclado– me parecía poco.

Acariciar sus carátulas, apreciar el diseño de sus portadas y adivinar por el título y los dibujos impresos en su exterior, el contenido del mismo. Imaginarme los héroes, princesas, piratas, tragedias, amores, misterios y suspenso que se concentrarían en  sus líneas. Hojearlos y aspirar el aroma inconfundible y embriagante de la página impresa. Esa página que una vez estuvo en blanco y ahora está llena de tipos y tintas, dispuestas a maravillarnos.

El barco se mecía y sus paredes parecían quejarse por el peso de su carga, por eso yo quería aliviar su dolor llevándome libros, vaciando sus estantes, comprando un cargamento de ellos, pero la baja capacidad económica familiar me lo impedía. Sin embargo, lograba hacerme con al menos dos libros de lectura y uno de colorear, de esos que tenían dibujos de personajes Disney o de animales, y actividades para desenmascarar un dibujo uniendo puntos numerados. Sé que no era suficiente, pero entonces yo podía escuchar que el barco crujía de felicidad.

Recuerdo haber salido del barco con La Isla Misteriosa, La Flecha Negra y la Cabaña del Tío Tom; historias que aún hoy día atesoro. Y a pesar de que ese gigante de hierro y madera ya no navega más en aguas venezolanas, tuve la dicha de recrearme en sus espacios y apaciguar mi ansia lectora por al menos unas semanas, soñando después con su regreso.

El “Barco de los libros” fue una experiencia maravillosa en mi vida y estoy segura de la de miles de Venezolanos que tuvimos la dicha de subirnos a su cubierta y recorrer su mágico interior.

La generación venezolana de hoy en día, no recibe el regalo de un barco lleno de libros en su puerto, pero tiene el acceso al regalo del barco de internet. Navegando en la red consigue al alcance de su mano, una biblioteca virtual inagotable, llena de conocimientos, aventura y fantasía. Pero lo sé, no hay nada que iguale tocar un libro, oler un libro, hojear un libro, leer un libro en papel impreso.

Seguiremos esperando el regreso del Logos Hope o su sucesor en puerto venezolano para cautivar a más niños con sus historias de papel.

Y tú:  ¿Te acuerdas del barco de libros?

Adlyz Caliman en The Wynwood Times
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Escritora, educadora y emprendedora.

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