Photo by Zade Rosenthal / Columbia
Por Nixon Piñango.
A los jóvenes de nuestro tiempo no les interesa pertenecer a un culto religioso y mucho menos avanzar en éste como para formar parte del clero que lo encabeza, porque normalmente los postulados sobre los que se asientan las iglesias reprueban lo que los jóvenes hacen. De manera que, desde el punto de vista religioso, a estos parece que sólo les quedan dos opciones: los cultos new age o el secularismo.
Para nadie es un secreto que las grandes religiones pierden adeptos cada vez más rápido. Las razones son variadas, pero la principal es que éstas no se han adaptado a los nuevos tiempos, siguen predicando cosas que podían ser válidas hace mil años. Ahora la gente se decanta por posturas más permisivas donde parezca menos evidente la doble-moral y demás contradicciones que tienen las religiones mayoritarias y sus derivadas: líderes opulentos que exaltan las virtudes de la pobreza, pervertidos sexuales que exigen la monogamia y el cuidado de las formas, asesinos que pregonan el amor del creador y verdugos que decapitan con el hacha del perdón.
Sin embargo, los marketers de las iglesias, que existen, no son tontos y están muy bien pagados, han tratado de cambiar esta realidad con sutileza, y cuando uso la palabra sutileza me refiero sólo al tiempo (porque esto ha venido ocurriendo de forma muy gradual) y no a los mecanismos, y es que hay cosas referentes a esto que lo dejan a uno con la boca abierta. Hablemos de algunas…
No sé si recuerdan el programa del padre Alberto Cutié en Telemundo. Él, que en aquel tiempo todavía era un sacerdote católico romano, lidiaba de frente con temas que siempre fueron tabú para su iglesia, como los divorcios y la violencia doméstica, siguiendo un estilo similar al del afamado Show de Cristina. Ya entonces eso era muy revolucionario, aunque bien es cierto que su autoridad moral permaneció intacta en todo momento, o por lo menos hasta que fue fotografiado por varios paparazzi mientras se besaba con una mujer en una playa.
Pero ha habido cosas más escandalosas que un talk show de un cura católico, cosas como una monja católica llamada Cristina Scuccia que, al mejor estilo de la película Sister Act (1992), obtuvo el primer lugar en el programa The Voice (Italia) y luego grabó una versión «cristianizada» de Like a Virgin (Madonna). Hace un tiempo, llegué a leer en un artículo que ella era la cara visible de una estrategia de evangelización de su iglesia, dirigida al público joven, pero no por eso ha dejado de recibir críticas de compañeros religiosos que consideran que es muy fiestera y «alternativa».
Y de verdad que lo es; sólo hace falta ver alguno de sus videoclips y presentaciones en público para darse cuenta. Para que tengamos una idea, Sor Cristina ha cantado en directo la canción La copa de la vida junto al mismísimo Ricky Martin, y uno de sus videoclips, el de la canción Felice, está pensado como una celebración a la diversidad donde hasta el tema gay, si bien no es explícito, se sugiere a través de polvos de colores que vuelan por todos lados.
Está también el reciente fenómeno de (como a mí me gusta llamarlos) los curas calientes: hombres jóvenes y muy atractivos que son sacerdotes y además no parecen avergonzarse de mostrar actitudes mainstream (o inclusive algo de piel) en las redes sociales. El mejor ejemplo de esto es el sacerdote malto-australiano Robert Galea, quien ganó reconocimiento después de participar en la versión australiana del programa The X Factor, en el año 2015.
Rob es famoso por sus misas multitudinarias en las que canta junto con su banda de pop-rock, por su actitud proactiva y juvenil, y por su atractivo físico, que es un componente ineludible de su éxito. De hecho, él mismo pareciera alimentar ese morbo publicando fotos suyas en las se le ve haciendo ejercicios o mostrando sus musculosos brazos.
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En cuestión de días, Oskar consiguió hacerse famosísimo y cosechó más de cuarenta mil seguidores en su cuenta de Instagram. Inclusive, se le dedicaron artículos en revistas de consumo masivo como ¡Hola! y Men’s Health. Pero este furor tuvo consecuencias un tanto negativas, pues él terminó abrumado por la impresionante cantidad de comentarios de carácter sexual que sus seguidores, sobre todo las mujeres, dejaban bajo sus fotografías. Reaccionó eliminando dichos comentarios y lanzando un comunicado en el que exigía respeto, pero a la larga terminó cerrando totalmente su cuenta.
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Otro alternativo, que no sería necesariamente un cura caliente, es Daniel Pajuelo Vázquez, o SM Dani, como mejor se le conoce en el mundillo de internet. Este sacerdote tiene un canal de YouTube dirigido al público joven en el que no sólo cuenta sus experiencias en el sacerdocio sino que aborda otros temas, al igual que si fuera otro influencer más: habla de su vida personal, hace colaboraciones con otros youtubers… Esto suscita todo tipo de polémicas, sobre todo en sus videos de preguntas y respuestas, donde comenta sin tapujos de toda clase de tópicos, o en sus videos de entrevistas, donde ha conversado incluso con personas que son ateas declaradas.
¿Estrategia?
Las iglesias, sobre todo las cristianas, se caracterizan por tener jerarquías. Siempre hay un líder o un grupo de líderes que dictan la pauta, por eso es poco probable que estas cosas que he descrito en el apartado anterior se den sin que haya habido un consentimiento previo o sin que al menos dichas jerarquías sepan que existe. No significa que haya un plan estructurado para modernizar a propósito a las iglesias pero, si esto último está ocurriendo, no es a espaldas de nadie; y es que hablamos de fenómenos muy masificados, ¿cómo podrían pasar desapercibidos?
Lo más probable es que no se trate de una estrategia concertada y generalizada, porque sería imposible que las seccionales conversadoras de las iglesias, que están allí y no se pueden eludir, la apoyen. Aunque sí hay alas progresistas en esas instituciones que están intentando impulsar reformas, alas a las que pertenece, por ejemplo, Mario Bergoglio, quién para el momento en que se publica este artículo es el Papa de la Iglesia Católica.
Al autodenominado Papa Francisco se la han escuchado decir cosas como: «yo no soy quién para juzgar a un homosexual», una frase que, viniendo de la boca de un líder religioso de su magnitud, resulta realmente sorprendente. Pero no conforme con eso, también ha pedido que se reconsidere la postura de negar la comunión a los divorciados y vueltos casar.
En general, el cristianismo siempre ha sido una religión más maleable en este tipo de cosas, sobre todo durante la contemporaneidad, pues el secreto detrás del progresismo cultural está en los procesos de secularización que han venido con el cambio del milenio, las nuevas tecnologías y la globalización, que han sido más visibles en los países de mayoría cristiana. Si esto continua así, es muy probable que en los años próximos veamos cambios aún más sorprendentes, aunque no me atrevería a decir cuáles. ¿Curas sin celibato, quizás?
Escritor y periodista
Columnista en The Wynwood Times:
El escribiente amarillo