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Por Nixon Piñango.

Sobre este tema de las pandemias hay muchas historias escritas, aunque la primera que se me viene a la cabeza es la que aparece en La Danza de la Muerte, una novela que Stephen King publicó en 1978. Irónicamente, el llamado maestro del terror dio una declaraciones en su cuenta de Twitter, recientemente, acerca de las comparaciones maliciosas que la gente estaba haciendo entre la actual pandemia de coronavirus y la del capitán trotamundos, el virus que mata al noventa por ciento de la humanidad en el relato. Él dijo que en nada se parecen, que la comparación sólo viene a ser un intento más de los agoreros del desastre por hacer que la trama del covid-19 sea más morbosa de lo que realmente es.

En la pasada entrega de El Escribiente Amarillo comenté sobre cómo los medios utilizan el temor al fin del mundo para conseguir números, y más en esta época donde la competencia mediática por captar audiencias es mayor. Mencioné también al coronavirus por encima, pero ahora que se ha vuelto la noticia del momento, veo justo dedicarle unas palabras exclusivas, a ver si aportamos un poco entre tanta mala cosa que está haciendo la gente como consecuencia de la desinformación.

No me malinterprenten, no dije ni estoy diciendo que una pandemia no sea grave, pero hay que ser sensatos, no es como para que se acabe el papel higiénico en los supermercados o como para que la economía se paralice en su totalidad, como ya las bolsas indican que está pasando. Basta con informarnos mínimamente sobre cómo mantenernos limpios, cómo palear los efectos y de resistir hasta que los picos de contagio disminuyan, cosa que ya ha pasado en China y Corea del Sur.

Los seres humanos hemos estado antes al borde de la extinción por causa de pandemias mucho más mortíferas, y es que éstas son mecanismos que siempre han existido para el control poblacional, aunque no están diseñadas para matarnos a todos. No hablo, ojo, de unos líderes tras bambalinas que nos mandan estas enfermedades para diezmarnos porque piensan que somos muchos y que vamos a acabar con los recursos pronto, me refiero a un método que la propia naturaleza tiene para liberarse del exceso de población en las especies cada cierto tiempo.

Desde el punto de vista histórico, las pandemias más recientes, como la del coronavirus, la del ébola (que tiene una tasa de mortalidad del noventa por ciento), y la gripe porcina, no han sido tan devastadoras como las epidemias de cólera, la gripe española y la peste bubónica, que mataron a millones de personas. Recuerden que somos los descendientes biológicos de los individuos que no murieron entonces, aquellos que estaban mejor dotados por la evolución para soportar los embates de esos virus.

Es por ésta y otras razones que los científicos están de acuerdo en que no es posible que en un virus acabe por completo con la raza humana, además de que, en el presente, si bien estamos cada vez más interconectados y propensos al contagio, tenemos más información disponible que nos puede hacer tomar medidas preventivas y mejor tecnología médica para lidiar desde el punto de vista sanitario con los brotes.

Aunque debo reconocer que la idea conspiranoica biopunk del gobierno en las sombras que desata una pandemia para acabar con la sobrepoblación es bastante atractiva. Hasta a mí me atrae. He sido fanático de la saga de Resident Evil por muchos años y escribí una novela, La Cura, que va por esa onda. Se trata de una idea que heredamos de la doctrina maltusiana, pensar que somos muchos y que necesitamos ser depurados, porque si no, no alcanzarán los recursos a futuro, algo que es falso en toda regla, cabe destacar.

Cuando vemos estas novelas saliendo por allí, historia sobre apocalipsis zombie de unas cuantas páginas, no estamos viendo predicciones del futuro, sino algo que ha estado en la ficción por décadas y que se alimenta de una premisa real; no significa que Stephen King, o los productores de The Walking Dead hayan sido visionarios, es que hay todo un subgénero de la ciencia ficción dedicado al tema de las pandemias y es culpa de la doctrina económica de Malthus.

¿Precauciones o sinsentidos?

El virus del covid-19 no supondrá nuestro fin como especie pues su tasa de mortalidad no supera el tres por cierto de todos los casos. Ciertamente, es especialmente delicado en pacientes con condiciones crónicas y muy avanzados en edad. En ese sentido, la mejor forma de cuidarlos a ellos es seguir unos protocolos de higiene básicos, como lavarse las manos regularmente y no tener contacto físico con terceros a menos que sea estrictamente necesario.

Ahora, la gente parece que se pasa estas recomendaciones por el c*** y en su ignorancia lo que hace es empeorarlo todo; de hecho, muchas veces hace cosas que empeoran la situación. En primer lugar, se encierran en las casas como si en lugar de un virus lo que anduviera por allí es un huracán… Los virus no vuelvan por el aire, están contenidos en secreciones porque dependen de las células para sobrevivir, por eso se contagian de forma directa, a través de un contacto directo con fluidos. Inclusive, el hecho de que haya poca circulación hace que la humedad se retenga y que sirva para mantener el frescor de residuos de mucosa en las paredes o superficies, alargando la vida del virus.

La gente compra mascarillas sin saber realmente el propósito de éstas, que es usarlas cuando tiene algún tipo de manifestación viral, cómo tos y estornudos, para evitar contagiar a los demás con sus secreciones. No hace falta que aquellos que no estén enfermos las usen, a menos que sean mascarillas especiales como las que utilizan los médicos que sí sirven para bloquear agentes infecciosos en el aire (como los que habría en la sala de emergencias de un hospital).

Otra cosa que es inútil es el gel antibacterial, que ahora es el producto más codiciado del mundo y el que más está escaneado. Ese gel no está diseñado especialmente para matar virus sino bacterias, de allí su nombre: antibacterial. Bañarnos en alcohol no nos va proteger si alguien con coronavirus nos da un beso en la boca o nos estornuda cerca, así que hay que pensar con un poquito de lógica: no hay necesidad de gastar tanto en antibacterial cuando nos podemos lavar las manos de forma constante.

¿Por qué la ignorancia nos tiene que llevar a hacer cosas tan tontas como correr al supermercado y vaciar los anaqueles donde está el papel higiénico? Es que, vamos a ver, hasta el pánico está muy mal enfocado: si fuera a venir el apocalipsis zombie, no tendría sentido que hayamos comprado cientos de rollos de papel higiénico.

Son ese tipo de cosas las que justifican artículos como éste, porque hay demasiadas personas actuando como si fueran animales en un corral en lugar de gente pensante. Y es que, cuando sobrevienen este tipo de contingencias globales, lo mejor que puede hacer alguien es estar informado con datos de fuentes serias y no de cadenas de WhatsApp o de estados de Facebook que resuelven que vivimos un castigo de Dios por haber permitido que un chino se comiera a un murciélago. 

 

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Nixon Piñango
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Columnista en The Wynwood Times:
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