Por Nixon Piñango.
Hace unos años, cuando criticaba la corrección política en las redes sociales, nunca me imaginé que llegaríamos a este punto. Lo digo entre risotadas mentales que representan mi consternación; lo digo como si viviésemos el apocalipsis, pero aunque todavía estemos lejos de que las gafedades de la postmodernidad nos lleven al fin de los tiempos, lo que veo me asusta más de lo que quisiera.
Todo comenzó una mañana tranquila (de no me acuerdo qué fecha reciente) en la que abrí Twitter y me encontré el nombre de J.K. Rowling (la afamada escritora británica, autora de la saga de Harry Potter) entre las tendencias. Me esperé lo peor, pues ya el año anterior había habido una polémica protagonizada por ella y, ¡oh sorpresa! Al revisar en esta ocasión los tweets que la mencionaban con odio por sus opiniones con respecto al género, entendí que se trataba de lo mismo.
Lo que me llamó la atención fue que los usuarios hacían uso de una palabra como si se tratase de un mantra o de un movimiento organizado; ésta era «cancelada» y suponía el disparador de un boicot al trabajo de la autora como contraposición radical a las declaraciones que había hecho en su cuenta personal. Si eres tránsfoba, no leeré tus libros, era lo que en resumen decía la gente.
La cosa quedó rondando en mi cabeza por días y más porque el tema se repetía en los comentarios de algunos youtubers que sigo con regularidad, como Josu Diamond. Recuerdo un video suyo en el que, con una actitud sarcástica, retiró los libros de Harry Potter de la estantería que decoraba el fondo sobre el que grababa.
Eso me llevó a reflexionar sobre el problema y a releer, una y otra vez, las declaraciones de Rowling. Tenía que encontrar una justificación para odio. Y si embargo no lo encontré, pero supongamos que sí, que el comentario fuera erróneo o inapropiado, ¿colocaba eso al resto del mundo en una posición moral lo suficientemente alta como para echarle tierra a la mujer e incluso a su trabajo, que ha sido objeto de méritos de todo tipo a lo largo de los años?
Empecé a ver las costuras de este movimiento de cancelación de J.K. Rowling como una cosa sin base desde el principio, pero esa certeza se intensificó cuando vi a personas que, después de haber amado la saga Harry Potter por años, aprovecharon la polémica para criticar a los libros por el hecho de que no hay representación gay, trans o de demás minorías raciales. Y ahí me dije: esto es más faranduleo que otra cosa. Odio gratuito y una necesidad estúpida por unirse a la masa y al pensamiento único.
Ahora no basta que te juzguen por tus aportes a la humanidad, sino que adicional a eso debes tener una opinión que concuerde con la de la mayoría (así esta esté equivocada o esté exagerando, como muchas veces pasa); de lo contrario, ¡CANCELADO/A!
Se trata de un tipo de linchamiento moral, cohesionado por el fervor de opinar rápido, que está de moda y que suele ser llevado a cabo por aquellos que, curiosamente, fueron víctimas de linchamientos morales en el pasado. Pero, sin duda, lo que más me preocupa es lo cool que parece, decir «CANCELADO/A » como si fuera una cosa graciosa y como si no hubiese una actitud malcriada detrás.
¿Es legítimo el boicot?
Yo soy un defensor de la libertad individual, y esto está muy relacionado con cuestiones complejas, como la información asimétrica y el poder que tienen los ciudadanos para defenderse de estafas o para repudiar conductas negativas. En ese sentido, entiendo que haya una organización espontánea de las personas (en este caso usuarios de Twitter) que utilicen la cancelación como consigna para inspirar boicots.
Pero, asimismo, como entiendo eso, también creo que el atacado tiene derecho a defenderse y a que se le dé el beneficio de la duda, sobre todo si resulta que es víctima de un episodio de estupidez colectiva como suelen ser estas cancelaciones de redes sociales. Recordemos que la caza de brujas era una práctica espontánea, privada, no promovida por las autoridades políticas (más que por una institución privada como la iglesia) y aun así murió mucha gente, aun así era ilegítima.
Entonces no siempre el boicot es una cosa positiva o el método correcto para solucionar los problemas, y menos si esos problemas son simples ideas u opiniones que despreciamos porque no se ajustan a nuestros valores de vida; eso nos da un indicio de cuáles son los deseos últimos y perversos que algunos personajes tienen: acabar con la libertad de opinión, imponer el pensamiento único en nuestras cabezas como lo hacía el llamado Ministerio de la Verdad de la famosa novela 1984, de George Orwell.
Escritor y periodista
Columnista en The Wynwood Times:
El escribiente amarillo