Azúcar, sal y pimienta
Homenaje a Pedro León Zapata
por Mariana Zapata
Era curioso ver a papá caminar acelerado por la casa, de pronto, de un sobresalto entraba en la cocina, tomaba el salero y colocaba una pequeña porción del contenido sobre la palma de su mano izquierda y la lanzaba a su boca, unos cuantos granitos de sal que parecían pasar directo a su garganta por la rapidez del movimiento.
«La sal en la mesa» era una frase infaltable en las comidas diarias.
No era que la sal no estuviera en la mesa, siempre el salero estaba sobre la mesa. “La sal en la mesa” se relacionaba con el momento exacto de pasarle la sal al otro, papá hacia el llamado a las buenas costumbres viéndonos directamente a los ojos, a la vez que señalaba la mesa y decía “la sal en la mesa”, entonces quien la estuviera pasando la ponía en la mesa para que de ahí la tomara el otro, eso sí, nunca de una mano a otra. “La sal en la mesa» con el tiempo se convirtió en la más importante de nuestras reglas en la mesa familiar, la regla número uno de nuestro Manual de Zapata.
No sólo era la sal, en las madrugadas de trabajo hasta el amanecer aparecía la pimienta, a eso de las dos de la mañana me despertaba un llamado, un sahumerio de delicado aroma, entonces me apresuraba a ir a la cocina y ahí estaba papá, con el molinillo de pimienta dando los últimos toques a una de sus especialidades, el churrasco, este debía tener como mínimo dos centímetros de grosor, bien cocido por fuera y crudo por dentro, bañado con mucha pimienta recién molida, acompañado con casabe y una ensalada mixta con aguacate, palmito y el aceite del gallito.
El cierre del festín madrugador era la infaltable azúcar, así pues, ya cerca de las tres de la mañana rematábamos con una copa de helado de chocolate. Ya consumidos azúcar, sal y pimienta me alistaba para volver a dormir y papá para ir a su caballete a pintar por el resto de la noche.