Por Nixon Piñango.
Soy insomne. El insomnio es una enfermedad que ataca al treinta por ciento de los seres humanos y afecta considerablemente al desenvolvimiento de la vida. Pero quizás su consecuencia más significativa sea el nivel de ansiedad que genera. Si supiésemos que mañana, por poner un ejemplo, tendremos una importante reunión de trabajo a tempranas horas del día y vemos que hoy las horas avanzan sin que el sueño llegue, comenzaríamos a experimentar un alto nivel de ansiedad que potenciaría el efecto del insomnio, y eso es muy desagradable. En mi caso, esos estadios esporádicos de ansiedad insomne me pueden dejar hasta un máximo de treinta horas sin dormir, pero conozco casos más graves de personas que duran hasta dos o incluso tres días enteros en vela.
El insomnio está estrechamente relacionado con el nivel de actividad cerebral. Si nuestro cerebro es un caos de pensamientos, visualizaciones y stress, lo más lógico es que se le haga muy difícil descansar, por eso el insomnio afecta más a personas cuyos trabajos requieren, en proporción, de un uso mayor del intelecto o la creatividad: artistas, por ejemplo, aunque también científicos y otros; eso sin mencionar que la actividad cerebral, al consumir poca energía (relativamente hablando), no hace que nuestros cuerpos se fatiguen tan rápido como si los sometiéramos a jornadas enteras de trabajo físico.
La relajación es otro factor muy importante a tomar en cuenta en este respecto porque la ausencia de stress (que puede ser físico o emocional) le permite al cerebro iniciar los procesos respectivos para el sueño, y es en este punto donde aparece por fin el término ASMR (siglas que derivan del término Respuesta Sensorial Meridiana Autónoma traducido al inglés). Si buscásemos este término en Google, lo más probable es que nos aparezca primero la definición de Wikipedia, la cual reza en una parte (cito textual): «una placentera sensación de hormigueo que se siente usualmente en la cabeza, cuero cabelludo o en todo el cuerpo». Y sí, técnicamente sería eso aunque, en la práctica, el ASMR es más un conjunto de cosas. Yo lo definiría como un ritual, un momento de relajación en el que se presentan un sinnúmero de sensaciones que no se resumen exclusivamente al hormigueo.
Es muy curioso el ASMR. Cuando recién lo descubrimos, generalmente en videos de YouTube, nos parece extraño: gente hablando en susurros, o golpeando y rasgando cosas frente a micrófonos que tratan de emular la sensación binaural del sonido que percibimos en la realidad. Pero, con el paso del tiempo, nos volvemos adictos a él al punto de que todas las noches buscamos uno aunque no nos sirva al propósito de dormir. Y es que, como casi todas las terapias new age, el ASMR no tiene bases científicas ni mucho menos es una cura comprobada para el insomnio.
Sería complicado decir tajantemente si funciona o no. Normalmente, cuando nos disponemos a ver un video de ASMR en YouTube, nos estamos preparando para dormir, estamos propiciando un ambiente psicológicamente favorable para el sueño, y no es que la terapia en sí tenga componentes específicos que funcionen al propósito más allá de que se da en un todo de relación. Es así como funciona: nos distrae de nuestro estrés diario, nos distrae de problemas o de cualquier pensamiento recurrente en nuestra cabeza que nos impida conciliar el sueño.
Ésa es la palabra clave: distracción. Para cumplir el propósito de distraer a los espectadores, los youtubers que hacen ASMR se han inventado un sinfín de mecanismos estudiando y recreando en sus videos eventos que deberían parecernos adormecedores. Por ejemplo, una escenificación muy común entre los cientos de canales de ASMR que hay en YouTube son los videos de role play (o dramatización) de barberías o peluquerías; esto se debe a que muchas personas usualmente experimentan sueño justo en el momento en que les están haciendo un corte de cabello o algún tratamiento capilar.
Pero existen muchas otras maneras de recrear esas situaciones. Podemos encontrar videos de todas las categorías posibles hechos con el método ASMR: vlogs, role plays, videos de cocina, de manualidades (DIY), y un montón de etcéteras. Asimismo, hay miles de canales dedicados al tema y algunos son tan populares que sobrepasan en suscriptores y vistas a los de grandes influencer de YouTube.
Todo este fenómeno parece pintoresco; algo típicamente millenial pero, ¿qué es lo que hay detrás? Pues una civilización que no se cansa, que dejó de hacer trabajos físicos y que además está todo el tiempo pensando, usando la cabeza, estresándose; una civilización a la que se le hace cada vez más difícil conciliar el sueño y por eso busca estos mecanismos extravagantes para ver si lo logra a través de atajos, cosa que parece bastante difícil.
Escritor y periodista
Columnista en The Wynwood Times:
El escribiente amarillo