Por Gustavo Löbig.
Aequalis Áurea. Este coro de cámara femenino agrupa a trece de las voces claras más conocidas en Venezuela. Comenzó en el año 2000 como un coro escolar infantil dirigido por Ana María Raga que resultó ganador de un concurso en Iowa, y desde entonces ha llevado su arte a varios países de América y Europa. Tras dieciocho años de trabajo ininterrumpido, el coro y su directora gozan de una identidad bien definida y de reconocimiento internacional. Aunque interpretan un amplio repertorio en cuanto a épocas, idiomas, géneros y estilos, difunden especialmente la obra de compositores de los siglos XX y XXI. Hace poco quedé conmovido por la fuerte sinergia que generó Aequalis Áurea con su concierto “Raíces” en el Museo Afroamericano de Caracas, cuya colección de arte africano es la más importante del país y una de las mayores en Latinoamérica. Resultó el lugar ideal para facilitar el encuentro de los asistentes con memorias ancestrales que todos los humanos compartimos. Esa experiencia musical fusionó artistas y público en un mismo disfrute, mientras diferentes escenarios, dentro y fuera del paisaje venezolano, surgían y se desvanecían al sumarse la voz coral o solista con la danza y los instrumentos de cuerda o de percusión al ritmo del madrigal, la cumbia, el chachachá o el tamunangue.
El evento contó con la asistencia de niños y de ancianos, pues este grupo cree en la sensibilización social ante el hecho artístico y la formación temprana de valores ciudadanos. Por eso cada año realiza en Venezuela el Festival Intercolegial de Coros. Aequalis Áurea se diferencia de la típica propuesta coral, en la que un conjunto de personas uniformadas vocaliza de manera armónica pero estática, pues con frecuencia sus polifacéticas integrantes llenan el espacio ensartando canto con movimiento. En “Raíces”, su danza se vistió de puntos multicolores al pasar por la obra de arte mixto “Fuente de luz” de Carolina Lezama; jugó con la luminosidad de Karl Jenkins en la obra “Rain dance”; removió nostalgias con la canción folklórica paraguaya “El pájaro Chogüi” y con la venezolana “La vaca Mariposa”; evocó culturas originarias en el arreglo hecho por Ana María con cantos y fonemas de pemones y waraos, etnias indígenas; esta parte del evento en particular transmitió una energía telúrica que conmovió intensamente al público. La pieza “Sendas de la tarde” motivó comentarios en las redes como el siguiente: “En Venezuela muchos no tienen qué comer, y mira lo que estas mujeres logran: alimentan el alma de la población”. Justo reconocimiento a la gallardía y brillo de este talento artístico decidido a no abandonar su país, y que personifica muy bien el verso de Mascha Kaléko: Por hogar escogí al amor.
En ocasiones, realzan su expresión vocal y corporal con el uso discreto de telas, luces, sombras chinescas, instrumentos musicales y variados recursos tecnológicos; en otros conciertos, al canto y la danza se incorpora el recitado de poemas conocidos o inéditos repletos de imágenes que tocan fibras sensibles. Muchos intérpretes del arte se han dado a conocer gracias a dicho grupo musical. Cuando pregunté a Flor Marina Yánez, quien además de ser la directora ejecutiva de la Fundación Aequalis canta en el coro, por qué este siempre está dispuesto a compartir escena con el aporte de otros artistas afines, conocidos o no, contestó como acostumbra hacer la luz al verterse generosamente sobre todo aquello dispuesto a recibirla: “Seguimos apoyando la cultura en Venezuela, sin olvidarnos del resto del quehacer artístico dentro y fuera de ella, porque creemos en el poder transformador de la belleza. El lema de Aequalis Áurea es: “Somos música para el desarrollo humano”. Al escuchar su respuesta, tuve un atisbo del meritorio esfuerzo que supone tal entrega a favor del arte, de la conciencia y de una vida mejor para todos, en medio de tanta oscuridad humana. Estas jóvenes mujeres son, sin duda, parte de la gente que está dando lo mejor de sí por el país mientras lucha con sus propias sombras y necesidades. Durante sus actuaciones, artistas y público olvidan los borrones de la vida y salen de ellas fortalecidos.
La Fundación Aequalis, además de tutelar al coro, apoya iniciativas sociales de canto colectivo como el programa “Cantemos todos”, donde reúne personas de cualquier edad y condición socioeconómica, incluyendo aquellas con alguna discapacidad que no les impida vocalizar, y crea espacios inclusivos para que los asistentes descubran al artista que llevan dentro y, además de cantar, eliminen sus reservas iniciales y se integren, respiren acompasadamente, practiquen yoga o meditación dinámica, aprendan a valorarse, a escuchar al otro, a identificar coincidencias que los lleven a la empatía, creando entre todos una tregua momentánea dentro de la vida. Este trabajo social permite a los participantes centrarse en el presente y valorar el contenido de cada instante compartido, generando emociones y sensaciones positivas que perduran cuando vuelven a sumergirse en la cotidianidad. Las integrantes de Aequalis Áurea sienten a su vez la ofrenda sanadora del público y son conscientes del propio proceso personal signado por el amor a la humanidad, con lo que todos ganan y el grupo justifica su nombre (Aequalis = Igualdad).
Mención especial merece el trabajo que realizan en el colegio Humboldt desde el 2003, haciendo práctica coral con niños a partir de cuatro años de edad. Con estas y otras actividades que buscan crear armonía, estas artistas se identifican con un cuerpo formado por varias individualidades donde cada una se escucha atentamente a sí misma y a las demás, experimentando un estado de equilibrio y de conciencia despierta que les permite verse y explorarse como parte de un todo, desde una visión especialmente aguda de sí, del otro y del mundo que comparten. Hablando con ellas, noté que han desarrollado defensas efectivas para continuar realizando su aporte vital al arte, la unión y la cultura en medio de este trance histórico. Tal logro, debido al talento y a la constancia, no es el objetivo de todos los coros, pues muchos no son humanísticos a la par que virtuosos ni tienen como meta el crecimiento personal asociado con la búsqueda y transmisión de la belleza.
La Fundación Aequalis creó el Concurso Internacional de Composición Coral Alberto Grau en el 2017. El pasado noviembre se dieron a conocer los ganadores, y durante el 2018 se están llevando a cabo los estrenos. El próximo será el de la obra “Paz”, del venezolano Luis Laya, cantada por Aequalis Áurea. La categoría Vox Populi (premio del público votado en línea) fue ganada por Carlos Cordero, venezolano radicado en Houston, que compuso la música para su adaptación libre del poema-oración “Nada te turbe” de Teresa de Jesús. Esa obra será interpretada por un coro virtual formado por cantores localizados en distintas partes del mundo, convocados de manera abierta para que envíen material grabado con sus voces. Estas se integrarán, bajo la dirección de Ana María Raga, en un producto audiovisual que se difundirá a través de las redes sociales en diciembre de este año, para celebrar el Día Mundial del Canto Coral y dar una hermosa muestra de lo que la vinculación armónica de voces y talentos físicamente separados puede alcanzar con ayuda de la tecnología, muestra que llevará implícito el siguiente mensaje: “No importa quién seas ni dónde estés, siempre puedes sumarte a otros para dar a este planeta un aliento de arte y amor”. En esa interpretación coral de su obra debida al aporte de cantantes, técnicos y otros talentos de varios países reunidos por primera vez con ese propósito, consistirá el premio de Carlos Cordero. Un galardón simbólico, pero no menos valioso que cualquier otro de los usados por la humanidad para homenajear a uno de sus miembros. Pues siempre es un triunfo personal y colectivo toda contribución que aporte paz, belleza, unión o alegría a este mundo, tan necesitado de ellas.